Una Última Aventura
Cuento escrito por Sebastian Carrillo Cortez
A mitad de
la carretera, en el momento del día cuando no hallas sombra a menos que estés parado
justo debajo de alguna estructura que simule un techo como, en este caso, una
gasolinera. Esta pareja está llenando de combustible su pequeño auto color
guinda despintado. Es una pareja casada, lo dejaron claro cuando entraron al
minimarket de la gasolinera y como si no hubiera nadie más, discutieron en voz
alta sobre cómo cambiará su vida una vez que se divorcien.
La escandalosa pareja sale del
minimarket dejando atrás a los incomodados clientes. De pronto, la mujer se
cubre la boca del asombro. El hombre no lo puede creer. Corren hacia el
encargado de echar la gasolina, quien se encuentra aterrado. — M-m-me caí de la
nada y el a-auto encendió, y-y aceleró. El hombre enfadado— ¡Te dije que algo
andaba mal con esa chatarra, Catalina!— Los papeles del divorcio estaban dentro
—añadió ella. El hombre suspira— Dios. —Y le pregunta al joven encargado–
¿Lograste alcanzar a ver en qué dirección huyó el tipo? No es un auto mágico,
alguien o algo debió de conducirlo. —A-al Norte —responde aún impactado por lo
que vio. Catalina camina hacia la carretera tratando de atrapar al ladrón con
su mirada. Voltea a ver a su esposo. Ahí es adonde nos dirigíamos, Eduardo. — Así
es, al pueblo de La Rivera. Ahora sólo tenemos que alcanzarlo. —
En la carretera, un auto compacto
de un tono de rojo con la carcasa rasgada pasa a gran velocidad un cartel al
lado de la vía que indica “Usted se aproxima a La Rivera, un pueblo realmente
agradable.” El hombre que maneja no se encuentra nervioso, por el contrario, ya
ha logrado su objetivo. Bueno, está a unos cuantos kilómetros de alcanzarlo.
“POK” “POK” se oye en el auto, el hombre mira los asientos traseros. No hay
nada. De pronto el auto choca violentamente contra un grueso árbol, el cual
hace que el auto salga volando por los aires mientras el hombre, en su
interior– pareciera que ese árbol salió de la nada —. El carro da un par de
vueltas de campana liberando tantos pedazos sueltos de su carrocería a su paso.
Finalmente, el auto se detiene.
Una semana antes. — ¡En qué le
puedo ayudar, caballero! ¿Está buscando alguna marca en especial o tal vez
algún modelo: escarabajo, descapotables? En la feria de autos usados de Esad, encontrará
lo que realmente su corazón y bolsillo buscan. — Necesito un auto rápido pero
que no lo aparente. —Dice un hombre—. Tengo uno de los 70s, te sorprenderá lo
rápido que acelera. Es de color guinda y
está bien conservado. –dice el vendedor. El hombre responde que lo comprará.
–Muy bien. Necesitaré su nombre, caballero — Es Julio.
Resulta que Julio es un
caza-aventuras que se enfrenta a seres mágicos y vela por la protección de los
inocentes que son llevados a la corrupción al entrar en contacto con estos
seres y artefactos extraordinarios. Julio baja de su auto nuevo, parece que se
encuentra en un valle soleado con prados
verdes, solo que justo donde está parado él, el sol no brilla, ni el pasto se
muestra vivo. Donde está realmente Julio es en la entrada de una mansión
aparentemente abandonada en medio de un valle. Con nada más que su moneda de la
suerte y una espada de Ere, se adentra en la casona. —Veo que conseguiste una
nueva movilidad terrenal. —se escucha. Julio se pone en guardia. — ¿Por qué
traes eso? Sabes que no sirve conmigo. Necesitas algo más… de mi naturaleza. –
se escucha desde un rincón. Julio saca su moneda y la lanza al aire. – Es justo
lo que necesito. –dice Julio. Y de pronto salta de la oscuridad un ser alto de
forma cambiante pero de tonos de morado alternándose constantemente en busca de
atrapar la moneda que aún no cae. En ese segundo de vulnerabilidad, Julio le
ensarta el filo de la espada en el centro del ser oscuro acabándolo. La espada
de Ere empieza a brillar y le devuelve la luz a la mansión y a sus alrededores.
Julio se acerca al rincón de donde salió la criatura y recoge un prisma de
cristal como reliquia de otro de sus viajes. Caminando hacia el carro, siente
que el prisma empieza a corromper el sendero por donde estaba pasando, así que
lo mete en una caja especial que contiene las propiedades de los objetos mágicos.
Enciende el auto y mira en el retrovisor. Cree que lo mejor es deshacerse de ese
artefacto en un lugar donde nadie lo pueda encontrar, entonces recordó el abismo
infinito sobre el cual se construyó el pueblo de La Rivera. — debo deshacerme
de este prisma antes de que caiga en las manos equivocadas. –
Devuelta al presente, la pareja
sale a la carretera y antes de ver a un auto acercándose, se escucha “Long train
running” saliendo de sus ventanas. Catalina flexiona las piernas y Eduardo
cierra los ojos para concentrarse. De pronto Catalina hace un movimiento
delicado con sus brazos y un árbol crece en frente del auto que se aproximaba
hacia ellos y lo logra detener. Suben rápidamente al auto y se van camino al
pueblo de La Rivera. Eduardo va manejando y Catalina está a su derecha, ella
nota el letrero de “Usted se aproxima a La Rivera, un pueblo realmente
agradable.” Y al rato Eduardo empieza a divisar el auto guinda con Julio
adentro, quien ya no va a gran velocidad. Catalina hace nuevamente gestos
dulces con sus brazos y brota un árbol del concreto. El auto de Julio sale
volando por los aires dando vueltas y golpeándose con el suelo.
Unos días antes, al Sur. – deberíamos
sacarle una copia porsiacaso, Eduardo. –sugiere Catalina. – te preocupas
innecesariamente. –le responde. “Riiiing”. Eduardo contesta– ¿aló? Hum.
–Eduardo mira a Catalina y le dice– una última aventura –ella le da señas de
que no acepte. – Mire, ahora estamos en un proceso complicado de papeleos y
carecemos de tiempo para atender sus asun-- —Catalina lo mira con extrañes y le
pregunta— ¿Qué sucede? — Aceptamos. Sí. No sé preocupe. Ajá. Está bien. —Y
Eduardo cuelga el teléfono. — ¿Qué fue eso? —pregunta Catalina. Eduardo le
explica que un señor ha llamado requiriendo sus servicios extraordinarios para
quitarle el auto a un hombre que le debe dinero y que le lleven el auto al
pueblo de La Rivera. Catalina lo piensa, le dice que tal vez también podrán
divorciarse allí de paso. — perfecto –dice Eduardo.
Unos días aún más antes, después
de que Julio haya fijado el destino del prisma corrupto. Julio se encuentra en
el camino. Ya ha manejado unas 7 horas, necesita descansar. — bueno, creo que
una pestañada no me hará mal. Además, ¿qué podría suceder? —piensa Julio. —
Pero primero, lo primero. — Julio se aleja del auto para despejarse y tomar
aire. Se escucha que las puertas se abren y cierran, y luego para cuando Julio
reacciona ya es tarde. A la pareja le sorprende la rapidez con la que acelera.
Ahora sí, en el presente. Julio reacciona
y se despierta, el auto no quedó tan mal después de la coalición. Julio ve a un
carro acercándose, sabe que es la misma pareja que le robó el mismo carro
aquella noche. Está muy adolorido como para defenderse de alguna manera. Eduardo
se acerca mientras catalina le advierte— ten cuidado —. Julio, entonces, se
camufla haciéndose invisible. Cuando Eduardo se agacha para ver si hay alguien
dentro dice en voz alta—No está aquí. –Catalina mira a su alrededor. — cielo, ya
puedes subir. Tenemos que llegar antes de que oscurezca. —Mientras Catalina le
preguntaba cómo es posible que Julio se haya esfumado de la nada, este se escabullía
atraves de los asientos sin hacer ruido. La pareja abordó el auto y se puso en
marcha. Ya se puede ver el pueblo a lo lejos. Catalina se acuerda y saca del
compartimiento del copiloto los papeles del divorcio que había dejado ahí y los
mira por un rato. Eduardo lo nota. Justo atrás de ellos, Julio trata de
asegurar la caja para que la fuerza corrupta no se esparza fuera de la caja y
menos, fuera del auto. Llegan a la entrada del pueblo de La Rivera.
Una casona, la última mansión de
la última calle del último vecindario, justamente al lado del Abismo Infinito
se encuentra un hombre alto y con patillas esperando en su puerta paciente. La
pareja se mira. Eduardo le señala la casona— es ahí. —Julio asoma su cabeza
invisible. Y de inmediato piensa en simplemente salir corriendo del auto y
tirar el prisma al infinito. La pareja baja del carro y se acerca al hombre. —este
es el auto que pidió que sea tomado, lo hemos hecho. –Afirma Eduardo. —Bien. Y
no se toparon con algún loco dentro de él. — ¿su amigo? Nos decisimos de él sin
problema. — Muy bien. Tomen su paga, ahora déjenme el carro. — es todo suyo. —La
pareja se marcha junta. Eduardo le recuerda— la última aventura. —ya se están
yendo. Sorpresivamente sale Julio
estrepitosamente con el prisma en su mano. El hombre alto le pregunta— ¿me
reconoces? Julio no lo puede creer, ¡¿cómo es posible que siga vivo?! Sólo
atina a amenazarlo con lanzar el prisma al infinito. El hombre se enfurece. La
pareja voltea sorprendida con lo que ven. El maniaco “hombre” mira directamente
a la pareja— ¡Traidores! —Julio no es tan rápido para hacer algo y es ahí
cuando Eduardo es atravesado por el brazo estaca del hombre quien deja
agonizando a Eduardo y se dirige hacia Catalina. A pesar del inútil esfuerzo de
Eduardo, el hombre es distraído en el instante antes de matar a Catalina con la
moneda de la suerte, la cual pasa lentamente en frente al enfurecido ser en
dirección al vacío del abismo infinito. Aunque el impulso es fuerte, el hombre
lo logra resistir. Voltea hacia Julio— ¿crees que soy el mismo? Ese prisma me
hacía fuerte, así que cuando me lo arrebataste, casi desaparezco.
Afortunadamente me adherí a este cuerpo. Ya no soy débil, no puedo salir de
este cuerpo, pero ya no caigo en trucos baratos en donde llenas de Ribic una
moneda para hacérmela irresistible. Ahora. Soy. —Catalina interrumpe— ¿mortal?
—mientras lo atraviesa con un árbol dejándolo incrustado en lo alto. —Aaarrgghh
—el ser corrupto empieza a agonizar.
Julio mete el prisma dentro de
una caja aisladora de magia, dentro de otra caja aisladora de magia, dentro de
otra y otra, y las esconde en lo más recóndito del auto. Lo lleva al borde del
abismo. Julio se le acerca a Catalina y le dice—lo siento. –El ser deja de
respirar— ¿qué hacemos con él? –pregunta Julio. Y Catalina hace salir raíces a
la superficie y estas se llevan al hombre a lo profundo de la tierra. Luego
entierran de manera más digna a Eduardo. — ¿me puedes ayudar con algo? –Catalina
acepta. Y mientras juntos empujan el carro al abismo Julio le comenta— Hay
muchas más amenazas mágicas como esta allá afuera. Comenzando con este pueblo.
Fin.
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