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miércoles, 6 de marzo de 2019

LA ÉPICA AMERICANA DE CANTO GENERAL

  
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Por Miguel Gonzales Corrales

            Escritor


1.        PREÁMBULO
Uno de los poemarios más vastos que jamás se han escrito sombre un continente entero fue «Canto General» (1) de Pablo Neruda. Desde siempre ha escrito poemas cuyos versos han estado cargados de sentimentalismo y visiones subjetivas del  Yo-poético del autor. En otros casos se han versados sobre hechos y hazañas de épocas grandiosas cuyos protagonistas eran héroes de leyenda según la concepción y el espacio socio cultural de un determinado pueblo. Sin embrago, «Canto General» (CG) aborda una temática complicada, pues su distintos estratos poéticos reflejan una amalgama de visones que abordan planos históricos, sociales, chilenos, oceánicos, arqueológicos, étnicos, regionales y urbanos que compromete a todo un pueblo unánime llamado América. Esta globalización del continente refleja la visión, de alguna manera, filantrópica del autor, de unir un solo pueblo grande regidos por sus conflictos que comprometen a todos y a través de sus versos, como dice: «Libro común, pan abierto/ es esta geografía de mi canto» (P. 380). Es decir, es un poemario, que a través de la expresión escrita de la literatura, Pablo Neruda hace hincapié que su libro publicado en 1950 debe ser leído, no como una obligación, sino como una noticia que el hombre bueno debe conocer, aprender y vivir en armonía con todo lo que tenemos sin que haya conflictos raciales ni culturales y menos sociales, un absurdo que el poeta chileno lo da a comprender en su texto, y quien lee atento, colegirá esa intensión.

            CG es un poemario extenso, no diré una obra total como se suele decir en el caso de la novela y un término, en mi opinión mal empleado, sino preferiré a decir que es una obra monumental por su complejidad social que nos permite ver a través de un lenguajes sencillo, pero cargado de retruécanos y connotaciones que deben ser comprendidas como una unidad versátil para el buen lector quien debe aprender que nuestro continente es un común denominador de nuestras culturas e idiosincrasias propias del placer que nos da el autor para sentirnos más hermanos y no pelearnos por situaciones absurdas. Claro está, que el poemario escrito a mediados del siglo XX tuvo situaciones sociales y culturales distintas a las actuales, pues por esa época reinaban ciertas dictaduras latinoamericanas que el propio Neruda vivió en carne propia con Allende y luego Pinochet. Es producto de esas desavenencias sociales que nace CG, un libro humano para el ser humano y, sobre todo, americano. Es obvio que hay que destacar, que si el libro fue escrito hace ya tantos años, pienso que esa identidad debe mantenerse hoy en día , puesto que, dados los conflictos actuales, Neruda escribió un poemario no para el momento de lo que sentía él como ser sensible y apto para difundir su sentimiento, sino dejó una obra enorme para la posteridad; quizá pensó así cuando  publicó CG, pero su poemario es el baluarte de una identidad que no debeoms perder como americanos y que nos debe unir como tal. Ese fue el sentir de Neruda al dejar estos verso llenos de sentimiento solidario para nosotros: «Y nacerá de nuevo esta palabras/ tal vez en otro tiempo sin dolores» (P 381).

2.        LA ÉPICA AMERICANA
Cuando aludo a la épica americana, me refiero a la estructura cómo está compuesto el poemario, desde su formación por capítulos y la diversidad de poemas que completan el todo del macrotexto desde lo más antiguo en el tiempo y espacio hasta lo más reciente hasta antes  de esa época en el momento de la publicación, 1949. Partamos de la acepción de la Real Academia de la Lengua (2) cuando dice que épica es: perteneciente o relativo a la epopeya o a la poesía heroica. Entonces, CG trata de hechos, de alguna manera heroica, por los contenidos que trata al referirse en sus XV capítulos cuyos títulos daré a conocer y se tenga que inferir el porqué de lo epopéyic que menciono según el significado de la RAE:
    I. La lámpara de la tierra.
   II.Alturas de Machu Pichu.
  III.Los conquistadores.
 IV.Los libertadores.
  V.La arena traicionada.
 VI.América, no invoco tu nombre en vano.
VII.Canto general de Chile.
VIII.La tierra se llama Juan.
 IX.Qué despierte el leñador.
  X.El fugitivo.
 XI.Las flores de Punitaqui.
XII.Los ríos del canto.
XIII.Coral de Año Nuevo para la patria en tinieblas.
XIV.El gran Océano.
XV. Yo soy.
Cada uno de estos capítulos muestra una riqueza verbal como informativa sobre cada tema del que aborda, pues el poemario por cada sub capitulo, anuncia un subtítulo que indica la alusión al personaje, al río, al lugar, a la zona, al tema que se refiere en esta inmensa gama de versos que pereciera fueran infinitos, pero que culmina con la nostalgia del autor, en el último capítulo.  Esos subtítulos ya nos hace deducir a lo que se referirá el poeta en sus versos, los cuales están descifrando la información de tal persona o sitio o lugar al que alude con metáforas, hipérbaton, sus connotaciones y los aspectos sociales y espaciales en los que envuelven a esa descripción: «Besa conmigo las piedras secretas» (p. 30, VIII, cap. II). Es una muestra cómo el Yo-poético siente un sabor enorme de misterio, alegría y orgullo por pisar tierra de los incas en las alturas de Cuzco, Macchu Pichu; se percibe su encanto por cada palabra que emplea. «A la tierra sin nombres y sin números/bajaba el viento desde otros dominios/traía la lluvia hilos celestes…» (p. 11, I, cap. I), o también cuando en la presentación expresa en el subtítulo muy original «Amor América»: «Yo estoy aquí para contar la historia./Desde la paz del búfalo/ hasta las azotadas arenas/ de la tierra final/en las espumas/ acumuladas de la luz antártica,/y por la madrigueras despeñadas/ de la sombría paz venezolana,/te busqué padre mío,/joven guerrero de tiniebla y cobre,/ o tú planta nupcial, cabellera indomable,/madre caimán, metálica paloma» (p. 9), como se observa en esta quinta estrofa de la presentación, el poeta menciona de lo que tratará toda su obra; cabe mencionar que las demás estrofas anuncian descripciones del hombre, la tierra, los animales, algo del clima y de su insinuación que América es toda una, de ningún país que exija fronteras: «Tierra mía, sin nombre, sin América…» (p. 10), este es el mensaje real que ofrece Neruda en su grandioso CG.
            Sin embargo, este poemario lo puedo considerar como una crónica de viaje (la crónicas generalmente son en prosa), ya que él alude: «Y si Pablo Neruda, el cronista, de todas las cosas te debía, / Uruguay, este canto…» (p. 102, XXVI, Cap. IV). Ante esto, la capacidad lírica en toda su forma amplia de todo cifra un contenido arduo cuyo mensaje está en sus referencias  específicas de cada viaje que realizó. Se entiende que él, Neruda, fue una persona que transitó por muchos lugares del continente americano lo que le permitió memorizar de modo fotográfico cada paraje por el que paso y al que le dedicó gran parte de sus versos. Incluso, se puede pensar que este bardo chileno empelo su capacidad literaria, poética, para dejar marcado cada impresión que le dejó los lugares que tan bien conoció y fue testigo. Sabemos que Neruda, constante viajero por muchas partes del mundo como sus contemporáneos literatos, se desprende un rico material de constatación autóctona, oriundo de América, que para la época, 1950, fue desbordante, pues las comunicaciones no eran tan buenas como las de hoy en día, por lo tanto, este enorme poemario valió un ícono de información de un continente que emprendía el adelanto de lo que se venía –el crecimiento de las grandes capitales americanas. Ante esta venida irrefrenable, CG retrata aun el continente de antaño rememorando una autenticidad que no deseaba que se pierda, es decir, su autenticidad, antes que la modernidad termine con lo que en el futuro ya no se recordaría. Es la más notoria de las transparencias del poemario porque en ninguno de los capítulos ni subcapítulos se menciona a una sola capital o ciudad americana mostrando su gloria capitalista, monopolio, catastros, nacionalidades ni dictaduras u oprobios sociales como la xenofobia, el racismo o la discriminación de credos o ideas. De ninguna manera. CG, si uno lo lee completo, no es más que el deseo de humanizar a la gente de nuestro continente y si pudiera de otros lados, a entender la prístina originalidad de lo que hizo a América un continente sabio, histórico y único a través de sus etapas y los siglos que su gente convirtió hasta antes de mediados del siglo XX, pues las industrias y metrópolis llegaron después antes de los albores de 1960. Neruda retrata esa simpleza, belleza, nostalgia de un continente puro, heredero de la trascendencia que la hizo única y que sus hechos históricos, sus naturalezas y sus personajes importantes, hicieron de ella un surgimiento inesperado, pero sui generis, con las naciones que la conforman hoy en día. Así habla desde los capítulos III, Los conquistadores; IV, Los libertadores; V, La arena traicionada, de los primeros españoles que llegaron a Cuba, México, Cortés y la conquista de los Aztecas, Guatemala, Panamá, Perú, Cajamarca y la captura de Atahualpa, ultimo Inca, los pizarristas y almagristas, Chile y los Araucanos y cómo Ercilla publica luego «La Araucana»,  y Magallanes dando una vuelta por el sur del continente, junto a un Balboa quien descubrió el Océano Pacífico (Capitulo III, XXV subcapítulos); todo lo describe de un modo tan informativo, bien elaborado y con descripciones detalladas de cada suceso, gracias al  empleo de retruécanos, hipérbaton, prosopopeyas, metáforas, símil, y sobre todo, epítetos, concatenaciones en una métrica con versos consonantes, cuya eufonía penetra incluso cuando se lee a los hombres que libertaron América de los españoles y bien lo define de modo alegórico con metáforas e hipérboles.
             
En cuanto al capítulo de «Los Libertadores» iniciaremos con los siguientes versos: «Aquí viene el árbol del árbol/ de la tormenta, el árbol del pueblo./ de la tierra suben sus héroes/ como las hojas por la savia/ y el viento estrella los follajes/ de muchedumbre rumorosa/ hasta que cae la semilla/ del pan otra vez en la tierra» (p. 65, cap. IV), así esta estrofa de introducción al mencionado capítulo nos da luces de lo que significará comprender una América libre sin ataduras y vicios que nos condenaron a casi cuatro siglos de oprobio español, inglés, holandés, portugués y francés. Se nota que habla de Fray Bartolomé de las Casas, un cura español que en sus crónicas empezaba a favorecer a los indígenas del maltrato de sus compatriotas. En las páginas de sus escritos se percibe bastante énfasis cuando defendía a los indios. Habla del líder araucano Caupolicán, menciona a Lautaro y como el conquistador Valdivia entabla la primera amistad con esta tribu feroz a través del maíz y  el caballo, describe la acción de Manuela Beltrán y sus insurrección en contra  de los déspotas de Nueva Granada (hoy Ecuador y Colombia), enaltece la rebelión de Túpac Amaru II y toda su fuerza incaica en su rebelión hasta su muerte en Perú, de O’Higgins en Chile quien pedía a gritos una patria y no un cacicazgo explotador, capitula la aparición de San Martin y su gesta liberadora desde Argentina, la arremetida de Miranda en contra de los estadounidenses en el Golfo de México, describe el fusilamiento de José Miguel Carrera quien con la primera imprenta en América publicaba escritos pidiendo libertad hasta que los fusilaron en Mendoza, Argentina. Loa al capitán Artigas,  el héroe uruguayo, soldado valiente que enfrentó a la muerte, incuestionable, hace referencia a Sucre y su papel en la historia de Sudamérica, además de la controvertida entrevista de San Martín y Bolívar, la mención de Castro Alves en Brasil y cómo defendió a los aborígenes maltratados por los blancos portugueses, enaltece la figura de Toussaint en Haití, luchador  a favor de los nativos en contra de los franceses y como lo mataron en secreto, habla de la labor incomparable de Abraham Lincoln y su decisiva labor en Virginia, exhorta a una Cuba libre y la labor de Balmaceda en Chila, aplaude la lucha de Emiliano Zapata en México y su acertada revolución en contra de la dictadura, a Sandino en Nicaragua y su deseo de Libertar a Nicaragua de Estados Unidos, habla de Recabaren, el héroe chileno, que recorría las calles de su pueblo con panfletos para liberarse de dictaduras que asesinaban sin piedad. De Prestes, el poeta del pueblo, que fue silenciado en una cárcel para que sus versos no levanten ánimos de verdad. Finalmente, termina con una alegoría a Brasil donde alienta a hombres, mujeres y niños a seguir adelante con sus vidas dando lo mejor de sí para afrontar y esperar la libertad que desean, además de una oda a los Los Libertadores donde exclama: «LIBERTADORES, en este crepúsculo/ de América, en la despoblada/ oscuridad de la mañana/os entrego la hoja infinita/ de mis pueblos/ del regocijo de cada hora de la lucha» (p. 135, XLIII,     cap. IV). Como se observa este itinerario de héroes, hombres que hicieron de América un continente tal como lo hemos visto en la historia y ha descendido en el valor unánime que hemos aceptado a lo largo de muchos siglos, cuya herencia no ha hecho americanos únicos, ya que sin importar la nacionalidad de cada héroe, al fin y al cabo somos un sola raza de idiosincrasias similares y es lo que en este capítulo de CG se aprecia, tal como su autor lo dejó descrito para su época y la generaciones venideras.
           
En el caso del capítulo V, «La arena traicionada», menciona a los dictadores que hicieron estragos en la América libertada, como dice esta introducción: «Tal vez, tal vez el olvido sobre la tierra como una copa/ puede desarrollar el crecimiento y alimentar la vida/ (puede ser), como el humus sombrío en el bosque.» (p. 1319, cap. V); también alude al llamarlos: «SAURIA, escamosa América enrollada…/ hijos terribles/ con venenosa leche de serpiente, /tórridas cuna incubaron/ y cubrieron con barro amarillo, / una progenie encarnizada» (p. 140, I, cap.) Como se entiende, en estas primeras estrofas de la introducción a dicho capitulo y el primer subcapítulo, el poeta trata de olvidar la etapa más feroz que ha tenido que sufrir el desarrollo americano, Las dictaduras, que fueron sinónimo de muerte, abuso, desapariciones, asesinatos, ultrajes y genocidios, algo, indudablemente que nos retrasó y puso en terror a varios países de nuestra América. Es así que comienza a enumerar y describirlos con sus términos y adjetivos denotativos con tal fuerza y urdimbre bien manejada dentro del Yo-poético que cualquier denuesto en estos versos es alusión alegórica a la maldad de estos ruines personajes tal como debe decírseles Así comienza esta lista nefasta con el Doctor Francia de Paraguay, Rosas de Argentina, García Moreno de Ecuador, a los brujos de América, es decir, del centro, como: Cabrera Estrada de Cuba, Ubico, Gómez de Venezuela, Machado de Cuba, Melgarejo y Belzú de Bolivia, Martínez de El Salvador, Trujillo de Republica Dominicana, a quienes describe con adjetivos vituperables con el más sentido pésame del infortunio el cual no evita su dolor. Esas emociones se deja entrever en medio de su fluir literario y la realidad constante que al poeta no lo dejó vivir en paz, como los tipifica en estos versos, por ejemplo: «Máquinas hambrientas de dólares,/manchadas en el sacrificio/de sus pueblos martirizados, prostituidos mercaderes/del pan y aires americanos/cenagales, verdugos, piara/de prostibularios caiques/sin otra ley que la tortura/y el hambre azotada del pueblo» (p. 149, I, cap. v), descripción más clara no hay de lo que pretendió decir en todos los versos de este capítulo V. Así mismo, continúa con otros detalles que acompaña a este grupo de seres insensibles y maquiavélicos. Los tipifica como sátrapas, oligárquicos, quienes inventan leyes a su antojo y decide sus propias elecciones sin contar con la opinión del pueblo al que gobiernan, explotadores, sádicos, abogados de los dólares, los diputados que seleccionan a su antojo por conveniencia, así como lo dice durante: «Pero si usted nace tonto en Chile,/ pronto lo harán embajador»; no deja de referirse a los burdeles, antros de los dictadores, como en las procesiones del Perú los ricos e hipócritas gobernantes se persignan y hacen creer a todos que son buenos devotos cuando el mal reina en sus vidas, la Anaconda Cooper Mining co y una serie de petroleras norteamericanas de la época de mediados del siglo XX que comían con sus abusos a todos los pazguatos que despendían de ella y lo dictadores recibían todas las ganancias, sobre los mendigos y su poca influencia en la vida social de un pueblo, los jueces corruptos que dependen de las dictaduras y emiten sentencias injustas, de los traidores cono Gonzales Videla de Chile a quien no le perdona, según sus información lírica, se burló de la honestidad de la gente y sus vidas que no le importo deshacer y dejarlos en la miseria. Y en el poema que pertenece al subtitulo Los válidos, en los siguientes versos retrata perfectamente lo que es el pueblo oprimido que enfadó el pensamiento del poeta: «Por eso, pueblo, antes que a nadie,/busca al gusano, rompe su alma/ y que su líquido aplastado,/su oscura materia viscosa/sea la última escritura, la despedida de una tinta/que borraremos de la tierra» (p. 158), nada más parecido y exacto del desprecio que siente Neruda al respecto de decir de los tiranos.
            
Los capítulos restantes desde el VI al XIV solo son la emoción y la semblanza de los que es el continente americano en su esencia, pues para ello, como incansable viajero, como antes lo mencionara, al contemplar los muchos lugares que visitó, reflejan en cada uno de sus versos ese sentir de amor e ilusión que lo forjan para escribir esta enorme obra, desde el capítulo II, Alturas de Macchi Pichu, donde su emoción intima refleja el sentir sideral que lo remontan hasta las imágenes más hondas donde cree que las voces del pasado le hablan como a un elegido que tendrá que contar las maravilla de las que los antiguos incas le quieren decir. En el capítulo VI, «América, no invoco tu nombre en vano», refiere sus sentimientos acerca de los momentos más intensos que tiene el continente. Sus poemas que no son más que glosas que enaltecen la labor del continente desde el aire hasta la tierra que pisamos como climas, estaciones, floresta, noches intensas en el caribe que se entremezclan con la gente joven, los malsanos dictadores, los ríos y los marineros de las costas que buscan su trabajo en la pesca, por eso el poeta no invoca el nombre de América en vano porque «sujeto al corazón la espada» (p. 198), por la fuerza con que retrata los elementos que hacen de la América una estirpe de gente , naturaleza y situaciones una sola. El capítulo VII, «Canto general de Chile», es una muestra personal y sensible de lo que fue el mundo de Neruda cuando vivió en su propia tierra y las impresiones como ser sensible que retrata de ella con dolor, alegría y devoción. Allí muestra los elementos, los recursos con que se trabaja en su tierra y de lo que produce su gente, a quien va dirigido este poemario, sobre todo este capítulo muy chileno. Alude a la artesanía, pesquería, talabartería, atacama., los terremotos, la botánica, la Antártida y los lugares de la Araucanía, la producción de azúcar y la riqueza de su litoral. En el capítulo VIII, «La tierra se llama Juan», describe a personas que recorrieron el continente y en cuyos viajes dejaron testimonio de lo importante y hermoso del continente, una especie de peregrinaje donde el poeta se incrusta en sus propios versos cuando alguien le dice: «Usted es Neruda?» (p. 234, XI, cap. VIII). Ese peregrinaje que poco a poco se va confundiendo hace que el poeta muestre una intensión de hablar por la gente humilde y pobre que no sabe cómo hacerlo para el resto del mundo y sepan cómo es la verdadera necesidad de las personas.  Con esos versos de dicho capítulo, Neruda siente que es una especie de Libertador de los más necesitados «Soy pariente de todos los que mueren, soy el pueblo, /y por toda esta sangre que cae estoy de luto» su metáfora y anáfora es más que notoria al escribirla y la intención a  la que se refiere. El capítulo IX, «Que despierte el leñador», es una alegoría a la América salvaje e inhóspita donde los hombres van en busca de territorios nuevos para poblar todo el resto de tierra que falta. Cada verso está dedicado al hermano leñador que en su rudimentaria forma humana va en busca de un progreso, quizá, utópico, pero pujante para su desarrollo humano.  El capítulo X, «El fugitivo», no es más que una alusión al exilio que tiene Neruda y sus experiencias personales en tierra ajenas donde describe, en su soledad, la tristeza, nostalgia y escenas que le rodean mientras su destierro lo deja vagando por varios lugares desconocidos de las que sabe aprender lo que le muestran. Caro que no menciona país alguno, sino referencias generales de su fugitiva persona cando los dictadores chilenos lo quieren encarcelar. Recuerda lo malos tratos que le hace en Valparaíso de quien tiene un recuerdo bello de la ciudad, pero de su gente no. En el capítulo XI, «Las flores de Punitaqui», es una remembranza alegórica, bella del territorio natural de Punitaqui, una nostalgia de ese valle con su flora, fauna, clima helado y la formación de su ancestral geografía que lo atrae mucho. En el capítulo XII, «Los ríos del canto», son un himno a todos los ríos importantes que surcan el continente americano  y de los poetas amigos que comparten ese sentimiento hondo como el propio Neruda y los retribuye con poemas elegiacos. Menciona a sus colegas amigos: Miguel Otero Silva, Rafael Alberti, González Caballero, Silvestre Revueltas y a Miguel Hernández, una semblanza de aquellos que no volverán y que él los recuerda con sentida emoción. Por eso al referirse al poeta mexicano  Silvestre Revueltas, explica en dos versos lo que significan sus amigos: «Ahora son las estrellas de América tu patria/y desde hoy tus casa sin puerta es la tierra». En el capítulo XIII, «Coral de año nuevo para la patria en tinieblas», es una expresión simultanea de la  vivencia del poeta en su tierra, entre la dictadura de Gonzales Videla y las tristezas, alegrías, los años nuevos que pasó en su Chile, un antes y después de los exilios que sufrió, la tendencia de su tiempo cuando fue joven y el sentimiento de su interés por la política la que nunca abandonará hasta su muerte, por ello, el poemario escribe su nombren todo es tiempo de antaño que el poeta lo evidencia como el porvenir que le tocará más adelante. En el capítulo XIV, «El gran océano», es una alegoría inmensa que describe con puro lirismo las aguas y costas de los océanos que rodean América: Pacífico, Atlántico Ártico,  y las playas más hermosas como Punta Arena, Acapulco, Guayaquil, Mollendo, con sus características y bellezas notables. El capítulo XV, «Yo soy», es el pensamiento genuino de Neruda porque expresa sus idea claras y notables de una vida como ser humano, una confesión hasta ese entonces autobiográfica que lo expresa en versos sobresalientes donde si lenguaje fluye al más propio surrealismo, ya que su escritura refleja la condición se ser humano pobre hasta sus peripecias juveniles y la forma más intensas de amor que lo hizo el poeta que es hoy (hasta ese entonces de 1950). Una semblanza que retribuye sus primeros aprendizajes y su vida intensa con gente de su entorno que le enseñaron a ver lo que era la realidad misma, no tan bella, que Neruda supo entender. Menciona sus primeras lecturas y los poetas del Renacimiento español que le enseñaron a amar la literatura, la poesía y el semblante de la susceptibilidad que le permitieron aprender a ser poeta. Por eso finaliza CG más Neruda que nunca cuando afirma: «Este libro termina aquí. Ha nacido/ de la ira como una brasa, de los territorios/ de bosques incendiados/ y deseo que continúe como un árbol rojo…/Por fin soy libre adentro de los seres…/Libro común  de un hombre, pan abierto/en esta geografía de mi canto…y nacerá de nuevo esta palabra,/tal vez en otro tiempo sin dolores…/aquí dejo/ mi Canto General escrito/en la persecución cantando bajo/ las alas clandestinas de mi patria» (pp. 380-381).

3.       LA FORMALIDAD TEXTUAL
La formación de los versos en CG son disimiles y están orientados en distintas formas, dirigidos a una o varias personas, lo que se llamaría Actitud Enunciativa (3), es decir que el Yo poético (se entiende que el propio Neruda, pues el con su nombre propio aparece como quien cuenta todo con la gente que se encuentra en el camino) que hala en segunda persona del hablante porque de todo el poemario se colige que los distintos planos de versificación van señalados a un Tú. Esa familiaridad que se desprende de los distintos versos del poemario tiene como finalidad la confianza y el aprendizaje del poeta con su lector:

Pablo Neruda ---------- Profesor
Lector-------------------- Alumno

Esa era la idea para 1950, el poeta estaba vivo y maduro con lo mejor de su poesía, por ello dejaba CG como una doctrina de aprendizaje. No así cuando el poemario muestra un bagaje lingüístico muy arduo en cuanto a epítetos, puesto estos son un instrumento valiosísimo en los innumerables calificativos en relación a los momentos que describe en capítulos y subcapítulos. Este elemento es necesario para entender su sentimiento admirable o deleznable en relación a quien se dirige. Es así que en cada parte, según sus temas de explicación somete al lector a las distintas facetas de los términos a los que alude. Allí se observa, en medio de cada recurso adjetival, la diferente manera de entablar relación con los elementos estilísticos que no se hacen esperar mientras se avanza en la lectura. Así notamos una Anadiplosis (4), es decir que hay palabras recurrentes que nos remonta a un espacio-tiempo: «Cuando», «Cuanto». Estas dos expresiones que se leen a lo largo de los versos que nos da a entender «Cuando»= episodio que se refiere a los hechos históricos en determinadas fechas e historias especificas; «Cuanto»= relaciona las consecuencias de los hechos históricos. Esta fórmula lo emplea ya sea para los dictadores, Libertadores o las descripciones que se refieren a las regiones como Chile, Macchu Pichu o al mismo poeta del capítulo XV. Pero se debe entender que para continuar con los elementos estéticos del poemario, hay que comprender que la métrica de los más de mil versos que tiene, como dije anteriormente, son disimiles porque si es cierto que empela rima en algunos como en el capítulo VI, «América, no invoco tu nombre en vano», ya que lo poemas son de estrofas de seis versos hasta 51 (el más largo, el último del capítulo) que permite entender la magnitud de los horizontes por donde quiere lirizar el poeta. Realmente todo CG es una amalgama de odas, sonetos, elegías, prosopopeyas (en el caso de Alturas de Macchu Pichu que cada subcapítulo está formada por odas, tienen en su tema elementos admirativos a los incas y su Imperio) «La poderosa muerte me invitó muchas veces:/era como la sal invisible en las olas…» (p. 28,  VI, cap. II), «Entonces en la escala de la tierra he subido/entre la atroz maraña de las selvas perdidas/ hasta ti, Macchu Pichu» (p. 28, V, cap. II), «A través del confuso esplendor,/a través de la noche de piedra déjame hundir la mano/ y deja que en mí palpite, como un ave mil años prisionera,/el viejo corazón del olvido!» (p.34, X, cap. II). Encontramos además metáforas como en «Húsares infortunados, alhaja ardiente,/zarza encendida en la patria nevada.» (p. 97, XXIV, cap. IV).  Abundan las Perífrasis porque repite varias expresiones cuando lo podría decir en una oración; pero a veces es necesario esta fórmula poética para que la métrica de los versos encuentre su concatenación: «Paz para los crepúsculos que vienen/paz para el puente, paz para el vino/paz para las letras que me buscan… paz para la ciudad en la mañana/cuando despierta el pan, paz para el río/Mississippi, río de las raíces:…» (p. 257, VI, cap. IX), así como estos versos que se perciben la aliteración por la repetición del vocablo, «paz», así encontramos más ejemplos a lo largo de los versos. Emplea mucho la Topografía por la enumeración de elementos a los que alude, según el tema de los capítulos y dentro los subcapítulos. Lo mismo sucede con la enumeración que es una constante en todo el poemario.  Emplea interrogaciones retóricas porque muchas veces el poeta Neruda=Yo poético (ambos inmersos en el texto lírico) se pregunta inquietudes que no tienen respuesta: «Quién puso el techo hundido, quién dejo las paredes/ abiertas con un ramo/de papeles pisados?» (p. 210, VII, cap. VII), «Y sobre la construcción cristalina del pólipo habéis/barajado, sin duda/una pregunta más, desgranándola ahora?/Quieres saber la eléctrica materia del país del fondo?» (p. 344, XVII, cap. XIV).

            En todo sentido, CG, es un poemario que despierta el entusiasmo (en mí provocó gran interés y seducción para entender una América histórica contada en Poema épico) lo que Juan Villegas llama “Temple de ánimo” (5), ya que todos los versos despierta el interés y la sabiduría expresada en distintos contextos, donde se pone la intuición y el deseo de aprendizaje como lo anote anteriormente en la relación Neruda-lector. Ese interés didáctico que nos muestra el Yo poético es un tarea inmensa de nunca acabar. Ni el propio Neruda se lo creyó, pues él dijo: «Mi primera idea de Cato General fue solo un canto a Chile, un poema dedicado a Chile. Quise extenderme en la geografía, en la humanidad de mi país,  definir sus nombre y productos, la naturaleza viviente. Muy pronto me sentí complicado, porque las raíces de todos los chileno se extendían debajo de la tierra y salían en otros territorios.» (Villegas, ob. Cit. p. 35). La grandeza de CG, radica justamente que todos los americanos tenemos vínculos de una u otra forma sea en la geografía, en la sociedad, en los giros lingüísticos, en la religión, historia, política y dictaduras, en fin. Canto General es un texto que nos muestra los orígenes y todo su devenir circunstancial de hechos que nos hicieron como somos hoy en día y continuaremos siendo.

            Finalmente, hay que resaltar un detalle específico, la relación de Neruda con el Perú, la que parece fue muy estrecha y admirada por el vate chileno. Esta situación se repite a lo largo de varios poemas en distintos capítulos. Empezaremos por resaltar el muy afamado poema Alturas de Macchu Pichu. A lo largo de la histórica epopeya resalta la labor del Perú en Lima, Cuzco, la historia de Atahualpa, Túpac Amaru II, el Amazonas, la relación de los dictadores de otros países con Perú, menciona los puertos del Callao y Mollendo, el Señor de los Milagros, Pizarro y su conquista de los Incas, la cucha de este con Almagro en Lima, alguna geografía de la sierra peruana. No ensalzo al poeta, sino que constato lo que sus versos exploran dentro de su sentimiento artístico.

4.       CONCLUSIÓN

Canto General es un poemario que resalta la labor grandilocuente de lo que es y fue  el continente americano. Es una respuesta  de lo que nunca se ha dicho y que su narración lírica invoca a amar esta tierra de grandes proezas epopéyicas que nos hace únicos en relación a otros continentes y su historia. Nunca antes se escribió  un poemario tan enorme que evoque muchas razas, ciudades, gente y sociedades al mismo tiempo, quizá aquí radique la grandeza del poemario. No es justo que solo se destaque Alturas de Macchu Pichu, pues recorrer todo el itinerario de los demás capítulos de CG, es aprender culturalmente una riqueza insuperable en nuestro ámbito americano y se conozca algo más de lo que ignoramos. Canto General es un ícono que parte de la posibilidad de trasmitir la emoción de leerlo desde el hablante hasta el oyente construyendo imágenes que podemos interpretar por nosotros mismos y así enseñar a los jóvenes que vienen después de nosotros.
REFERENCIAS BIBLIGRÁFICAS
1. NERUDA, Pablo, (1987) Canto General, Editorial Oveja Negra, Colombia.
2. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, (2014) 23.a Edición, Madrid, España.
3. PÉREZ, Julián, (2010), Teoría Literaria, una propuesta didáctica, Lima-Perú.
4. CÁCERES CUADROS, Tito, (2005), Análisis de textos literarios. Editorial UNSA, Arequipa-Perú.
5. VILLEGAS, Juan, (1976), Estructuras míticas en el Canto General de Neruda, Edit. Planeta, Barcelona.







A PROPÓSITO DE «JAPÓN EN LA LITERATURA PERUANA»



Resultado de imagen para Japón en la literatura peruana





Por Miguel Gonzales Corrales

        Escritor 


Cuando llegó a mis manos, hace poco, el libro de César Ángeles Caballero, «Japón en la literatura peruana», me llamó mucho la atención pues, pensé, en un primer momento, que se trataba de un compendio de autores japoneses, cuyas obras ignoraba en relación con otros tantos de Perú de los que sí conozco. Sin embrago, cuando empecé a leer, desde el Prólogo, fui entendiendo el propósito del texto. Su repercusión e influencia de poetas japoneses en algunos poetas peruanos, una mezcla de la cultura del Sol Naciente a favor de los hijos del Sol. Entonces, dicho prólogo mencionaba que desde hace tiempo hubo escritores peruanos, desde nuestros clásicos, que han tomado elementos orientales para sus obras literarias. Pero lo que realmente abre este fastuoso mundo peruano-japonés es la Introducción del mismo Ángeles Caballero cuando explica el porqué de la recopilación de los textos que están allí y abre un panorama de lo que irá explicando en cada uno de las seis partes de la que consta el libro, explorando los siguiente terrenos del saber humano entre Japón y Perú, a saber: Ensayo, Crónica, Poesía, Teatro, Narrativa y Lingüística.

Además, lo más interesante de este trabajo literario es que  los ensayos que agrupan su riquísimo material exploratorio de aprendizaje cultural, están en lo diferentes trabajos realizados por importantísimas figuras de la literatura peruana, escritores que viajaron por Japón y trajeron un valiosísimo aporte a este lado del mundo. Los avezados conocedores de este trajo que recopila Ángeles Caballero son: Estuardo Núñez, Javier Sologuren, Elsa Berisso, Alfonso Cisneros Cox, Sebastián Salazar Bondy, Aurelio Miró Quesada Sosa, Alberto Tauro, Emilia Barrantes, Manuel Jesús Orbegoso, José María Eguren, José Watanabe y Ernesto Lierer ( quien se ocupa del caso de Introducción a la Lengua japonesa). Por ende, dicho trabajo literario es un aporte documental de varios temas que se exploran en torno a la idiosincrasia japonesa y sobre todo a su arte, como es el de la Literatura.
Cuando se ingresa a ese mundo fastuoso de los temas que he mencionado uno se topa con el trabajo extenso de Estuardo Núñez, quien explora al Japón y escribe una especie de impresiones de lo que le cautivó de esa sociedad, tan distante a nosotros, todavía en aquellos años de 1989, época por donde viajó. Núñez elabora una especie de mapeo donde resalta el valor de sus colegas literatos como Luis Loayza y Francisco Miró Quesada que viajaron al Japón para traer las novedades que engalanaron los diarios y estamentos culturales de la Lima de 1959-60.  Claro está que esto solo es referencia, pero lo más destacado es cuando elabora esas características propias de un perspicaz viajero que no quiere dejar nada al aire. Así nos refiere algo de historia sobre el viajero Marco Polo quien llegó al Japón hacía muchos siglos atrás, allá por el Renacimiento Italiano. Nos señala y analiza cómo los simbolistas franceses también se inspiraron en el pasado literario japonés.  Nos señala, además, que la primera forma literaria que se conoce del Japón en Perú  se da allá por 1630, cuando el padre Juan de Ayllón saca a la luz el texto: «La fiesta de canonización de 23 mártires japoneses» quienes sucumbieron en un naufragio frente a las costas de Acapulco. 

Así, de igual  modo, habla de que nuestros poetas Románticos como Althaus y Nicolás Corpancho se inspiraron en la poesía japonesa para crear sus obras románticas en el siglo XIX.  Y en el modernismo, incluso, un poema del célebre de Manuel González Prada que incluye en «Exóticas», que se intitula «La incertidumbre Kuanh Tseo. Lo más resaltante es que nuestro gran simbolista, Eguren, fue un admirador de la poesía japonés, la cual conocía muy bien, es decir, sus artificios literarios, que en parte, adopta su influencia. Sin embargo, aprendemos que las primeras formas de poesía que aparecieron en Japón son el HAI KAI, ya que la característica de la poesía japonesa es la de ser muy breve, sin tanta amalgama de retoricismo ni abundante formulas intelectuales. Esta forma poética, según los rastreos que hacer Núñez, datan del siglo XVI con lo mejor de los poetas japoneses que insertan su lírica sentimental como es el caso de Morikate, Sokan y el famoso poeta Bosho, quien da forma definitiva a la poesía japonesa y de la cual después  vendrá el muy afamado HAIKU (1).  Por ello, los aportes que, finalmente, dan Luis Loayza y Miró Quesada son similares, ya que ellos revaloran la importancia temática, el valor versificador, la elegancia y el tono sobrio y sencillo de aquellas perlas literarias de la poesía.

En cuanto lo que aborda Javier Sologuren en sus variados textos que aparecen en esta recopilación de Ángeles Caballero se percibe el compromiso con la cultura japonesa, ya que como poeta, investiga y ahonda desde el origen de la cultura japonesa. Describe cómo es el ensayo y la maravilla que descubre en ensayistas importantes como es el caso de Tanizaki quien tiene una sensibilidad para rastrear lo que la naturaleza nos ofrece, a los sentidos y a la impresionante maravilla que, en algunos casos, es difícil de percibir por personas comunes. Nos muestra lo que representa el SABI en el Japón, que no son más que las cosas que adoptamos en un mundo donde un color tiene muchos maíces y variaciones. Esto es escrito por Tanizaki como un don de estética y simpleza, que hasta en lo más común se encuentra siempre algo trascendental. Otro ensayista a quien reconoce también es al novelista Yasunari Kawata, quien con un ensayo muy sensible, cuyo título muy sui generis, «Japón y su belleza», retrata el intimismo de narrador nipón. Él interpreta la belleza natural del alma impregnada en su vida la cual no amainará jamás hasta su muerte, incluso este texto de unas 20 páginas fue leído en Estocolmo cuando se le otorgó el Premio Nobel de Literatura en 1968.  La naturaleza de la que habla está cargada de un lirismo hondo y penetrante como si las palabras fueran una saeta que nuestro entendimiento las va asimilando de a poco. Además nos hace un recuento de algunas de sus novelas más importante, cuya narrativa, se asemeja a la poesía por su imperante sensibilidad psicológica en sus personajes, de los cuales no podemos escapar a sus desdichas y necesidades que nos hacen participes de sus intrigas y anhelos. Así hace un breve recorrido por su novela más importante: «País de Nieve». En cambio, cuando se refiere al ensayo propiamente dicho, realiza un recorrido desde sus orígenes que aparece en el siglo XI al XIV, rescatando a dos ensayistas importan tantísimos: Sei Shanagon, con su texto, «Libro de cabecera» y a Urabe Kenko con «El libro del ocio». Además, rescata la primera novela escrita en Japón por una mujer, Murakami  Shikibu, titulada «Gengi Monogatari» (siglo X), cuya faceta documental de historia y política japonesa en la figura de Gengi, una mujer quien comienza a descubrir muchos aspectos que no sabía y que siempre le habían ocultado. Así uno se entera de algunas poesías desde el siglo VII como son los casos de la poesía llamada TANKA o WAKA, «Poema clásico por excelencia» (Japón en la literatura peruana, p. 74), en palabras de Sologuren. También está el BONZO DOGEN del siglo XIII. En medio de estas primeras formas poéticas que evocan la naturaleza y la sensibilidad del mundo, aparecerá el HAIKU, de forma más breve, concisa y estética, alrededor del siglo XIV. Aquí rescata a los poetas clásicos y que no han dejado de ser olvidados por nadie del Japón, cuando se refieran al HAIKU, me refiero a Matsuo Basho y Zeami  Motokiyo. Este último, además fue quien instauró en el Japón el llamado teatro de NOH, una especie de teatro refinado para gente más preparada o culta, cuyas representaciones se solía hacer en un teatro muy famoso que se construyó para ese fin, entretener. Dicho recinto se llamó El teatro KABUKI, en Kioto, antigua capital de la cultura japonesa.  Y hace una larga lista de autores que se dedican al género dramático: Kobo Abe, Junju Kinoshita, Tsuneari Fukuda, entre otros. También se presenta un sondeo de cierta poesía religiosa del siglo XVI al XIX, entre las que sobresalen el sacerdote Zen y aquellas que se escribieron en las Dinastías de Tugokawa y la Hein, épocas altamente artísticas, pues no solo se nutrieron de teatro y poesía, sino además de pinturas y acuarelas que retratan un Japón místico, paisajista sobrenatural y surrealista.

Sin embrago, lo que me atrajo más dentro del esbozo literario que hace Sologuren, en relación con el Japón, es la comparación narrativa que hace del escritor  Akutagawa con nuestro José María Arguedas. Ambos escritores retratan la sociedad oriunda de sus respectivos países. Akutagawa «Hace una imagen de la crisis intelectual de la sociedad japonesa» (Sologuren, p. 85), pues la modernidad invade al país, lo que hace que su gente se sienta explotada y mancillada porque el choque de una cultura moderna no encaja en la sociedad simple y atrasada de campesinos y pescadores como siempre lo fue el Japón, fuera de Kioto y Tokio. Incluso, esta última, también mostró cierto retraso socio-político como lo retrata en un cuento, «El pañuelo», donde describe ese enfrentamiento que confunde a los japoneses y que la avaricia de Occidente quiere, a como diera lugar, conquistar.  Esto es dolido por la gente nipona porque ellos respetan y admiran su tradición histórica y que, de pronto, llegue algo que trate de borrar y subordinar toda su historia, no es aceptado por ellos. En el caso de Arguedas, como se sabe, aborda el mundo indígena y cómo estos, en sus pueblos pobres y atrasados, aparece la avaricia de los limeños que quieren apoderarse de sus tierras y cometen abusos con su gente. Para qué halar más de Arguedas si su obra es bien estudiada en nuestro Perú, pero que quede muestra de lo que Akutagawa quiso plasmar en su obra, respecto a su patria, Japón.

OTROS AUTORES IMPORTANTES

MURASAKI SHIKIBU.  Esta escritora que apareció en la época de Heain 794-1192 (Sologuren, p. 231) escribió la primera novela que se conoce con nombre propio y con una originalidad exquisita para la época en la que vivió. La obra  a la que me refiero es «El cuento de Jengi» que muestra un «lirismo sutil  y oportuno», realizados con la forma de la poesía Tanka. Este texto que apreció alrededor de 1008 es una hermosa descripción de la naturaleza, llena de aventuras y emociones amorosas, aunque su popularidad no fue muy sobresaliente por el inicio de este tipo de lirismo en Japón. Es una historia muy marcada y precisa para conocer el origen de lo que después será su narrativa. Es considerada en la Literatura Japonesa como un clásico, como en España lo es «Mío Cid» o, aquí en Perú, «Ollantay». Se sabe que Shikibu fue miembro de la Corte, pero ello, ante la autenticidad de su lírica y cultura literaria, no exenta que su obra haya sido conservada y que a lo largo de los siglos su temática y funciones socioculturales se hayan conservado. Por tal razón, hoy se resalta el valor literario de esta obra del siglo X
MATSUO BASHO. El maestro, por excelencia de la poesía Haiku quien vivió entre los años 1644 – 1694. Tuvo una preparación religiosa y por su aprendizaje educacional encontró una forma de expresar al mundo, su sentir sobre la vida y su interior, aun cando fue reconocido a los cuarenta años como un poeta singular y muy apreciado por quienes lo leían, pues el desarrollo del Haiku que logró fue preciso, coloquial y profundo en sus emociones. Quizá la vida de vagabundo y abandono que tuvo por varios años hizo que se humanizara y cuando a los 38 años decidió asentarse en una cabaña, cerca de un bosque de  bananas, en Furukawa (Alfonso Cisneros Cox, p. 107) es donde inicio a crear todo esa gama de poesía que lo hicieron conocido en la poesía de la literatura japonesa y que, posteriormente, sirvió de modelo e influencia para escritores de tiempos ulteriores. Ante la desgracia de un incendio que acabó con su cabaña y paz, continuó escribiendo y cuando logra reunir una cantidad de verso, saca a la luz un libro titulado «Sendas de Oku», donde poesía y narrativa se funden para volar por la imaginación sobresaliente de la naturaleza. Estos poemas son el resultado de un largo peregrinaje que logró plasmar sabiamente en los versos de ese libro, en la que podemos argüir que siempre estuvo consagrado a la poesía y a la naturaleza, a la cual se rinde. Así se nota en este verso:
Recogiendo hacia el mar
Las lluvias de mayor, corre fresco
El río Nogami. (2)

YASUNARI KAWABATA. En cuanto a este narrador Nipón, el más difundido en todo el mundo a raíz de la concesión de Premio Nobel de Literatura en 1968, Ricardo Silva Santisteban, en su ensayo dentro de este libro, «El trasfondo poético en la narrativa de Kawabata», (Santisteban, pp. 115-132) realiza un sondeo por toda la producción literarias de sus novelas, desde «La Danzarina de Izu», 1926, hasta «El maestro de Go». En todo el recorrido literarios, Santisteban analiza las formas de cómo los personajes de cada novela se mueven en torno a situaciones extrañas y a cada paso que dan hay encrucijadas que ponen al descubierto su cargado afán Psicológico donde se ingresa a un mundo interior de diversas formas que permiten conocer las ideas que el autor quiere mostrar en torno, subrepticia u objetivamente, la naturaleza y las descripciones que son ampliadas de lo que fue su ensayo sobre la naturaleza que leyó en la Academia Sueca cuando le entregaron el Premio Nobel (3). Todas sus novelas, al margen de describir impresionantes parajes, detallando sus formas, al mismo tiempo, son una evocación del pasado del autor, su formación de autodidacto que le permitió conocer muchas formas de vida, ya sea en la gran Tokio o en lugares más paisajistas como Kioto y lugares de alrededor. Pero hay que reparar en un  aspecto importante, en el manejo de su lenguaje, muy lírico, que sabe armonizar con precisión, aunque Santisteban, menciona que el engranaje temático de algunas novela de Kawabata no son un secuencia lógica, ya que, al parecer el autor retoma, de cuando en cuando, sus textos, que le faltaba hilar las secuencias de sus escenas, en la trama y fábula de sus personajes. No obstante, esto no mella el valor literario y humano de las novelas de este escritor japonés. Incluso, las voces de los narradores son tan firmes y decididas que no hay duda que la prosa de cada novela es bien lograda para expresar lo necesario y redundar en expresiones que oscurecerían sus textos.
KEZAMBURO OÉ (ENTREVISTA). Otro de los escritores más sobresaliente que tiene Japón, galardonado con el premio Nobel de Literatura en 1994. Esta pequeña reseña que se la hace a este autor de novelas más sociales y de crítica política, así como Yukio Mishima y Kobo Abe, nos presenta a un autor con una carga de novelas simples, pero con un manejo  recargado de ideas y formas literarias que permiten ahondar en los estratos sociales tal como el autor los percibe. Incluso, una breve entrevista que le hace al autor de quien hablo (Sologuren p. 243). Lo más interesante de ello es que Oé resalta la labor de los escritores Latinoamericanos a quienes admira y lee, en sus varias traducciones. Sobre valora y reconoce la influencia que él tiene o pretende tener de García Márquez. Todo ello es una mirada panorámica de la concepción que tiene de la vida y el mudo social que quiere resaltar en sus novelas.

AUTORES PERUANOS QUE ESCRIBIERON BAJO LA INFLUENCIA DEL HAIKU JAPONÉS
Yo conocí que uno de los autores perrunos que escribió en HAIKU, fue el fallecido José Watanabe (     ) y con él entendí por primera vez lo que era un Haiku como poesía porque vi un reportaje que le hicieron allá por 1999, donde él explicaba cómo era la escritura de un HAIKU, pues decía que le interesaba esa poesía breve y como descendiente de japoneses le gustó imitar ese tipo de escritura. Ahora, que leí el libro «Japón en la literatura peruana», José Luis mejía, el autor que escribe sobre este tema, menciona e indaga a varios escritores peruanos que, de alguna manera,  le dedican, aunque sea un poema,  al HAIKU. En el libro que trato,  el artículo de Carlos Zúñiga Segura, «Cerezos en Flor. Haiku japonés» (pp. 183 – 196), muestra una recopilación de autores con extractos de algunas de sus poesías, realmente, lo cual ignoraba y me complació leer y saber de la calidad de poetas peruanos que escribieron al respecto, a parte de Watanabe, de quien ya hablé. Carlos Zúñiga menciona y trascribe los poemas de Alberto Guillén, Pedro Llullen, Washington Delgado, Ricardo Silva Santisteban, Javier Sologuren, Alfonso Cisneros Cox, Max Destre, César Toro Montalvo, Cromwell Jara, Francisco Bendezú, Rafael Yamasato, Carolina Ocampo, Carlos Zúñiga Segura, Nicolás Matayoshi.

En cambio el artículo «Muestra del Haiku peruano» (pp. 199 – 206), de José Luis Mejía  similar al ya citado de Carlos Zúñiga, habla desde su punto de vista, de la poesía del Haiku y reafirma lo que expresaba Sologuren al respecto, sin embrago, Mejía rastrea que hubo influencia de esta poesía oriental desde comienzos del siglo XX, incluso, Manuel González Prada escribió una, conocedor del Haiku. También Mejía hace su recopilación con los siguientes autores y unos extractos de sus poesías, que complementan la lista anterior de Carlos Zúñiga. Entre los que destaca, son: Alberto Guillén, Arturo Corcuera, Ricardo Silva Santisteban, Javier Sologuren, Alfonso Cisneros Cox, Inés Cook, Yolanda Wesphalen, Rosella di Paolo, Mauricio Piscoya, José Luis Mejía, Santiago Risso Bendezú, José Beltrán Peña, Manuel Olivares Garibladi.

ALGUNOS DATOS MÁS

Para completar este compendio de la historia de la Literatura japonesa, encontramos al final, algunas narraciones, extractos del pensamiento nipón, acerca de su fantasía popular, su pensamiento ético a los jóvenes y su filosofía acerca de la fusión del hombre con la naturaleza. Esta compilación de breves textos lo hace Javier Soluguren y Jorge Salazar, quienes, dentro de su selección, nos dan una idea cómo es la forma de narrar de  los escritores japoneses en su manera más simple y amanea. Así encontramos cuentos como: «Cuento del cortador de bambúes»,  «Extraña conducta de uno de los detenido por terrible crimen», «Tiempo de susurros» y «Mensaje  a los jóvenes japoneses» (4).

El otro lado, aunque muy breve, es acerca del manejo y aprendizaje del código japonés. Esta perspectiva, hecha por Ernesto Lierer. Él  nos muestra la forma básica cómo entender el idioma oriental. Nos acerca a dos formas de pronunciar el idioma: una el llamado KATA y el otro, el HIRA GANA. La primera forma se trata de una escritura más sencilla y la otra es más corrida. En este esbozo, Lierer, solamente manifiesta que para el aprendizaje del idioma japonés «requiere un aprendizaje intensivo de varios años» (5). Finalmente, la forma hablada de esta lengua tiene una pronunciación intensa como el castellano, pero con un acercamiento a las letras romanas.


CONCLUSIÓN

«Japón en la literatura peruana», es un libro muy interesante para quien se interesa por la historia, la literatura y el aporte cultural de Japón. Todos los textos que se incluyen de los autores que escriben sobre este tema, nos muestra, pienso yo, un rigurosos aprendizaje que por estos lados del mundo se desconocen y, además, es una manera muy cómoda de aprender lo que quisiéramos saber sobre el Japón y entender mejor esa cultura que, a veces, es como incomprendida porque se ignoran muchos aspectos de ella. Sin embargo, todo lo que se habla en este libro no puede dejar de ser mencionado en las aulas Universitarias o Académicas, pues el conocimiento que tiene cada una de sus páginas es ilustrativo a lo largo de muchos siglos atrás y aprender cómo los japoneses desde siempre han querido la naturaleza y a prender de su belleza; lo que en nuestro entorno, de haber tenido una cultura ancestral rica, hoy se ha convertido en un sitio contaminado por el descuido de nuestra gente peruana. Por ello, de alguna manera, los japoneses, aún, mantienen ese apego por la belleza natural y en las páginas de sus libros se perciben, lo que amerita el quehacer de sus intelectuales por mantener ese ambiente que los hace sensibles y unidos.
 Por ende, como siempre lo he manifestado, incluso a los alumnos que enseño, no hay nada más educado y atento que aprender a través de la lectura porque así conocemos lo que en otros sitios sucede e ignoramos. De igual modo, por aprender, también escribí un cuento sobre el origen de Tokio (6). Solo con el interés de aprender más valoraremos la hermandad que nos une con otros pueblos, ya sean de llamado primer mundo como del tercer. Ya cuando nosotros, los peruanos, leamos mucho más, nuestra sociedad y avance será el mejor. Resultado de ello, es sumergirse en las páginas de los textos que Ángeles Caballero juntó y publicó, un aporte más al valioso humanismo de Perú.

NOTAS
1. EL HAIKU es una combinación de las palabras HOKKU y HAYKAI (p. 112). El poeta Shiki (1867- 1902), también se desempeñó como crítico y restaura el HAIKU, que andaba cayendo en desuso.
2. El Haiku: breve expresión de lo sutil. Texto: II Maestros del Haiku, (Ob. Cit. p.106).
3. «El Japón, su belleza y yo», Yasunari Kawabata, ensayo leído en el Discurso de concesión del Premio Noble de Literatura, Estocolmo, el día 12 – 12- 1968, «Por su arte narrativo que expresa una delicada sensibilidad del alma japonesa en su realidad más caracterizada.» (Academia Sueca).
4. una especie de manifiesto donde se exhorta la manera cómo deben pensar, actuar y convivir la siguiente generaciones de núbiles japonés para que engrandezcan más la nación que deben amar y respetar como siempre lo hicieron sus ancestros. Son una serie  de explicaciones y comentarios conductuales sobre moral y pensamiento de lucha por sus creencias.
5. Ob. cit. Lingüística, Introducción a la lengua japonesa hablada.
6. «Cuentos de realidad y premonición», Población de antaño, 2013, Miguel Gonzales Corrales. Cuento que se refiere de la llegada a Iesayasu Tugokawa a las costas de Japón cuando la actual Tokio era una aldea de pescadores llamada Edo y cómo luego a lo largo de unos siglos llegan los norteamericanos a imponer su tecnología. Así aparece el periodo de Tugokawa que dará origen a los famosos Shogun.

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
ÁNGELES CABALLERO, César, «Japón en la Literatura peruana», Auspiciado por Popular y Porvenir, Lima, Perú, 1999.
JAUSS, Hans Robert, «Por una Etiqueta de la recepción», Edit. Gallimard, París, 1978.
LOS PREMIOS NOBEL, Fasc. 20, Ediciones Orbis, Madrid – España, 1982.


viernes, 8 de febrero de 2019

El gran dios salvaje de César Farah





Por Miguel Gonzales Corrales
Escritor

Acabo de cerrar la última página de la novela «El gran Dios salvaje» (Edit. Planeta chilena, 2009), del escritor chileno César Farah, una historia donde la literatura real se mezcla con las ficciones de la misma historia, donde se entrecruzan varios elementos narrativos, en un discurso literario bien elaborado y encajonado dentro la fatalidad que le acaece su protagonista, Diego Gonzales. Es una historia bien elucubrada desde el principio hasta el final incierto, donde no se sabe si Diego está realmente loco y todo lo que vivo lo inventó.

 Esta Literatura dentro de la misma literatura, que el autor menciona a través de hechos literarios, nos describe la forma de inmiscuirse en personajes de la «Ilíada»; incluso cuando conoce a un tal Homero, además ciego, quien le hace creer que es el autor de la «Ilíada» y ha sobrevivido durante siglos y saberse que todo podría ser una coincidencia que le sucede al protagonista en el devenir de la existencia del hombre.

 Por tal razón, la novela tiene capítulos alternos que se llaman El libro de los inmortales, alusión que el tiempo corre pero no se detiene en la vida de unos personajes que han existido desde su creación literaria como el ciego ya mencionado que conoce en un asilo de ancianos y que, y quien recita de memoria los cantos 6, 7,8 de la «Odisea». La historia se vuelve más intensa cando este Homero entra en confianza con Diego González, quien fue un profesor de Literatura Clásica en una Universidad de Santiago de Chile, le cuenta que pertenece a un círculo de seres inmortales que vienen del pasado y aún más, cuando le comenta –el ciego- que él conoció de cerca la batalla de Ilión y que lo puede comprobar visitando a Aquiles en un bar, quien no es más que un parroquiano asiduo a un bar. Casi al final de la historia lo llega a conocer y después de cierta discusión, termina golpeado (Digo González), pero lo que le sorprende es el parecido del Aquiles, el de los pies ligeros, de la obra homérica, con ese sujeto que encuentra en uno de los suburbios santiaguinos.
     Esta novela que se entrecruza con un asilo de ancianos, con la desgracia que sufre Diego al perder en un accidente de auto a su hijo Dante y su esposa Manuela, con el romance que tiene con una enfermera que lo atendió mientras estaba grave, Estefanía, y las diversas historias que se cuenta del pasado, que no son más  cuentos y novelas que el protagonista Diego Gonzales, supuestamente, escribió y nunca publicó. Esa conjugación de escena y tiempo en el tiempo se ven enriquecida por el manejo del lenguaje, sencillo, certero y raudo en el devenir de cada secuencia en el discurso que maneja con audacia, puesto que, cada detalle que narra es una idea existencial, filosófica y hasta de carácter literario en sentido de su exploración del sentimiento y pensamiento humano en una vida donde no se sabe si quiere o no continuar.

«El gran Dios Salvaje» es una simbología de lo que la literatura dentro de la literatura se puede entender y escribir, una simbología del pensamiento humano y el sentimiento desgarrador de una ciudad done el protagonista desdeña y sufre al vilipendiarla de la peor forma cuando dice: «En esta ciudad hay una profundidad monstruosa, que aterra. Su aparente uniformidad, su aparente gris, su orden y calma,  son apenas de la máscara de la animalidad salvaje y brutal… justo igual como somos los chilenos, todos con la preteneción de ser oficinistas, todos ben peinados, hombres medios  grises y normales, todos permanecemos ajustados. Pero en las noches las luces se apagan y la ciudad se llena de Calibanes», expresiones que no son más que el reflejo del sentimiento infernal de un autor disconforme con su sociedad a la que no tolera, ya que esa gente disfraza sus ideas reales en la persona de Diego González. A ello, se debe sus innumerables metáforas, como dice en algún pasaje de la novela, en la que anuncia que prefiere disfrazar su realidad chilena con historias como  «Por el camino de Swan», «Odisea», «Ilíada», «El Quijote», «Drácula», «El Aleph», «Hamlet», «Orlando Furioso» y realidades Medievales.

Además, este autor chileno, maneja el sentido de la intriga o el elemento policial cuando un detective que investiga su misteriosa desaparición del hospital donde se recupera Diego del accidente automovilístico donde pierde a su familia. Ese detective que indaga desde el inicio de la novela y que desaparece paulatinamente del escenario narrativo, es un signo de aparición media entre el pasado de Diego Gonzales y su secuencia inmediata con la relación que tiene más íntimamente con el ciego Homero y su círculo de  inmortales. Esa forma de vasos comunicantes que maneja esta novela contemporánea es curiosa y específica dentro del marco de la literatura chilena, algo así como José Donoso lo inició en los años de1970 con «El obsceno pájaro de la noche».

Además esa técnica de vasos comunicantes, a través de muchos episodios donde se tiene que ir armando como un rompecabezas, es lo último a lo que apelan los escritores de estos últimos años, una novedad estilística para que los lectores puedan entender, intelectualmente, mejor la secuencia de una forma narrativa distinta a las que se ha venido dando antes del año 2000. Eso quiere decir, que los recursos literarios y técnicas son inagotables en la creación del artista literario. En consecuencia, «El gran Dios Salvaje» de este escrito chileno de 42 años es una muestra de lo que se viene publicando en Chile, a través de la Editorial Planeta de ese país que realiza una labor encomiable por difundir la literatura de sur del continente, así como  «Música Marciana» de Álvaro Bisama.

Cuando un lector cierra las últimas páginas de una novela lo hace entender el problema del mundo que lo rodea porque te contaron una buena historia, uno se siente satisfecho porque entiende que el papel del lector como receptor de la información que recibe, no solo es leer, sino analizar e interpretar las diferentes formas de conocimiento que el mundo, en su complicación, le ofrece y disfruta porque se sabe que la humanidad es tan compleja y misteriosa que solo la literatura sabe desentrañar lo mejor posible a través del lenguaje que explica el pensamiento más hondo de lo que, generalmente, las personas comunes no saben. Esta es la secuencia exacta que tiene la literatura, que ni la Piscología o la Medicina General no pueden lograr. Por lo tanto, como anota Hans Robert Jauss en «Una Etiqueta de la Recepción»: «El nuevo texto evoca para el lector (u oyente) el horizonte de expectativa y de reglas de juego que lo han familiarizado textos anteriores; este horizonte es en seguida, a medida que se desarrolla la lectura, rectificando, modificando o simplemente reproduciendo», por eso cuando se lee «El gran Dios Salvaje», el lector entra en un juego de episodios, de tiempos, de lecturas, dentro de la Literatura y el lector comienza a desentrañar la historia como un rompecabezas.

Entonces, el libro de César Farah es una intromisión a un juego cómplice entre lector y narrador para que el primero esté atento y no se distraiga del planteamiento que sugiere el autor dentro de su discurso literario y su estructura textual. Es una novela que pretende ir más allá de una simple fusión de elementos lingüísticos, pues es un esmero que nos muestra, una vez más, la novela actual.


Arequipa, 2017