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Por Miguel Gonzales Corrales
Escritor
Cuando llegó a mis manos, hace poco, el libro de César
Ángeles Caballero, «Japón en la literatura peruana», me llamó mucho la atención
pues, pensé, en un primer momento, que se trataba de un compendio de autores
japoneses, cuyas obras ignoraba en relación con otros tantos de Perú de los que
sí conozco. Sin embrago, cuando empecé a leer, desde el Prólogo, fui
entendiendo el propósito del texto. Su repercusión e influencia de poetas
japoneses en algunos poetas peruanos, una mezcla de la cultura del Sol Naciente
a favor de los hijos del Sol. Entonces, dicho prólogo mencionaba que desde hace
tiempo hubo escritores peruanos, desde nuestros clásicos, que han tomado
elementos orientales para sus obras literarias. Pero lo que realmente abre este
fastuoso mundo peruano-japonés es la Introducción del mismo Ángeles Caballero
cuando explica el porqué de la recopilación de los textos que están allí y abre
un panorama de lo que irá explicando en cada uno de las seis partes de la que
consta el libro, explorando los siguiente terrenos del saber humano entre Japón
y Perú, a saber: Ensayo, Crónica, Poesía, Teatro, Narrativa y Lingüística.
Además, lo más interesante de este
trabajo literario es que los ensayos que
agrupan su riquísimo material exploratorio de aprendizaje cultural, están en lo
diferentes trabajos realizados por importantísimas figuras de la literatura
peruana, escritores que viajaron por Japón y trajeron un valiosísimo aporte a
este lado del mundo. Los avezados conocedores de este trajo que recopila
Ángeles Caballero son: Estuardo Núñez, Javier Sologuren, Elsa Berisso, Alfonso
Cisneros Cox, Sebastián Salazar Bondy, Aurelio Miró Quesada Sosa, Alberto
Tauro, Emilia Barrantes, Manuel Jesús Orbegoso, José María Eguren, José
Watanabe y Ernesto Lierer ( quien se ocupa del caso de Introducción a la Lengua
japonesa). Por ende, dicho trabajo literario es un aporte documental de varios
temas que se exploran en torno a la idiosincrasia japonesa y sobre todo a su
arte, como es el de la Literatura.
Cuando se ingresa a ese mundo
fastuoso de los temas que he mencionado uno se topa con el trabajo extenso de
Estuardo Núñez, quien explora al Japón y escribe una especie de impresiones de
lo que le cautivó de esa sociedad, tan distante a nosotros, todavía en aquellos
años de 1989, época por donde viajó. Núñez elabora una especie de mapeo donde
resalta el valor de sus colegas literatos como Luis Loayza y Francisco Miró
Quesada que viajaron al Japón para traer las novedades que engalanaron los
diarios y estamentos culturales de la Lima de 1959-60. Claro está que esto solo es referencia, pero
lo más destacado es cuando elabora esas características propias de un perspicaz
viajero que no quiere dejar nada al aire. Así nos refiere algo de historia
sobre el viajero Marco Polo quien llegó al Japón hacía muchos siglos atrás,
allá por el Renacimiento Italiano. Nos señala y analiza cómo los simbolistas
franceses también se inspiraron en el pasado literario japonés. Nos señala, además, que la primera forma
literaria que se conoce del Japón en Perú
se da allá por 1630, cuando el padre Juan de Ayllón saca a la luz el
texto: «La fiesta de canonización de 23 mártires japoneses» quienes sucumbieron
en un naufragio frente a las costas de Acapulco.
Así, de igual modo, habla de que nuestros poetas Románticos
como Althaus y Nicolás Corpancho se inspiraron en la poesía japonesa para crear
sus obras románticas en el siglo XIX. Y
en el modernismo, incluso, un poema del célebre de Manuel González Prada que
incluye en «Exóticas», que se intitula «La incertidumbre Kuanh Tseo. Lo más
resaltante es que nuestro gran simbolista, Eguren, fue un admirador de la
poesía japonés, la cual conocía muy bien, es decir, sus artificios literarios,
que en parte, adopta su influencia. Sin embargo, aprendemos que las primeras
formas de poesía que aparecieron en Japón son el HAI KAI, ya que la
característica de la poesía japonesa es la de ser muy breve, sin tanta amalgama
de retoricismo ni abundante formulas intelectuales. Esta forma poética, según
los rastreos que hacer Núñez, datan del siglo XVI con lo mejor de los poetas
japoneses que insertan su lírica sentimental como es el caso de Morikate, Sokan
y el famoso poeta Bosho, quien da forma definitiva a la poesía japonesa y de la
cual después vendrá el muy afamado HAIKU
(1). Por ello, los aportes que,
finalmente, dan Luis Loayza y Miró Quesada son similares, ya que ellos
revaloran la importancia temática, el valor versificador, la elegancia y el
tono sobrio y sencillo de aquellas perlas literarias de la poesía.
En cuanto lo que aborda Javier
Sologuren en sus variados textos que aparecen en esta recopilación de Ángeles
Caballero se percibe el compromiso con la cultura japonesa, ya que como poeta,
investiga y ahonda desde el origen de la cultura japonesa. Describe cómo es el
ensayo y la maravilla que descubre en ensayistas importantes como es el caso de
Tanizaki quien tiene una sensibilidad para rastrear lo que la naturaleza nos
ofrece, a los sentidos y a la impresionante maravilla que, en algunos casos, es
difícil de percibir por personas comunes. Nos muestra lo que representa el SABI
en el Japón, que no son más que las cosas que adoptamos en un mundo donde un
color tiene muchos maíces y variaciones. Esto es escrito por Tanizaki como un
don de estética y simpleza, que hasta en lo más común se encuentra siempre algo
trascendental. Otro ensayista a quien reconoce también es al novelista Yasunari
Kawata, quien con un ensayo muy sensible, cuyo título muy sui generis, «Japón y su belleza», retrata el intimismo de narrador
nipón. Él interpreta la belleza natural del alma impregnada en su vida la cual
no amainará jamás hasta su muerte, incluso este texto de unas 20 páginas fue
leído en Estocolmo cuando se le otorgó el Premio Nobel de Literatura en
1968. La naturaleza de la que habla está
cargada de un lirismo hondo y penetrante como si las palabras fueran una saeta
que nuestro entendimiento las va asimilando de a poco. Además nos hace un
recuento de algunas de sus novelas más importante, cuya narrativa, se asemeja a
la poesía por su imperante sensibilidad psicológica en sus personajes, de los
cuales no podemos escapar a sus desdichas y necesidades que nos hacen
participes de sus intrigas y anhelos. Así hace un breve recorrido por su novela
más importante: «País de Nieve». En cambio, cuando se refiere al ensayo
propiamente dicho, realiza un recorrido desde sus orígenes que aparece en el
siglo XI al XIV, rescatando a dos ensayistas importan tantísimos: Sei Shanagon,
con su texto, «Libro de cabecera» y a Urabe Kenko con «El libro del ocio».
Además, rescata la primera novela escrita en Japón por una mujer, Murakami Shikibu, titulada «Gengi Monogatari» (siglo
X), cuya faceta documental de historia y política japonesa en la figura de
Gengi, una mujer quien comienza a descubrir muchos aspectos que no sabía y que
siempre le habían ocultado. Así uno se entera de algunas poesías desde el siglo
VII como son los casos de la poesía llamada TANKA o WAKA, «Poema clásico por
excelencia» (Japón en la literatura peruana, p. 74), en palabras de Sologuren.
También está el BONZO DOGEN del siglo XIII. En medio de estas primeras formas
poéticas que evocan la naturaleza y la sensibilidad del mundo, aparecerá el
HAIKU, de forma más breve, concisa y estética, alrededor del siglo XIV. Aquí
rescata a los poetas clásicos y que no han dejado de ser olvidados por nadie
del Japón, cuando se refieran al HAIKU, me refiero a Matsuo Basho y Zeami Motokiyo. Este último, además fue quien
instauró en el Japón el llamado teatro de NOH, una especie de teatro refinado
para gente más preparada o culta, cuyas representaciones se solía hacer en un
teatro muy famoso que se construyó para ese fin, entretener. Dicho recinto se
llamó El teatro KABUKI, en Kioto, antigua capital de la cultura japonesa. Y hace una larga lista de autores que se
dedican al género dramático: Kobo Abe, Junju Kinoshita, Tsuneari Fukuda, entre
otros. También se presenta un sondeo de cierta poesía religiosa del siglo XVI
al XIX, entre las que sobresalen el sacerdote Zen y aquellas que se escribieron
en las Dinastías de Tugokawa y la Hein, épocas altamente artísticas, pues no
solo se nutrieron de teatro y poesía, sino además de pinturas y acuarelas que
retratan un Japón místico, paisajista sobrenatural y surrealista.
Sin embrago, lo que me atrajo más
dentro del esbozo literario que hace Sologuren, en relación con el Japón, es la
comparación narrativa que hace del escritor
Akutagawa con nuestro José María Arguedas. Ambos escritores retratan la
sociedad oriunda de sus respectivos países. Akutagawa «Hace una imagen de la
crisis intelectual de la sociedad japonesa» (Sologuren, p. 85), pues la
modernidad invade al país, lo que hace que su gente se sienta explotada y
mancillada porque el choque de una cultura moderna no encaja en la sociedad
simple y atrasada de campesinos y pescadores como siempre lo fue el Japón,
fuera de Kioto y Tokio. Incluso, esta última, también mostró cierto retraso
socio-político como lo retrata en un cuento, «El pañuelo», donde describe ese
enfrentamiento que confunde a los japoneses y que la avaricia de Occidente
quiere, a como diera lugar, conquistar.
Esto es dolido por la gente nipona porque ellos respetan y admiran su
tradición histórica y que, de pronto, llegue algo que trate de borrar y
subordinar toda su historia, no es aceptado por ellos. En el caso de Arguedas,
como se sabe, aborda el mundo indígena y cómo estos, en sus pueblos pobres y
atrasados, aparece la avaricia de los limeños que quieren apoderarse de sus
tierras y cometen abusos con su gente. Para qué halar más de Arguedas si su
obra es bien estudiada en nuestro Perú, pero que quede muestra de lo que
Akutagawa quiso plasmar en su obra, respecto a su patria, Japón.
OTROS AUTORES IMPORTANTES
MURASAKI SHIKIBU.
Esta escritora que apareció en la época de Heain 794-1192 (Sologuren, p.
231) escribió la primera novela que se conoce con nombre propio y con una
originalidad exquisita para la época en la que vivió. La obra a la que me refiero es «El cuento de Jengi»
que muestra un «lirismo sutil y
oportuno», realizados con la forma de la poesía Tanka. Este texto que apreció
alrededor de 1008 es una hermosa descripción de la naturaleza, llena de
aventuras y emociones amorosas, aunque su popularidad no fue muy sobresaliente
por el inicio de este tipo de lirismo en Japón. Es una historia muy marcada y
precisa para conocer el origen de lo que después será su narrativa. Es
considerada en la Literatura Japonesa como un clásico, como en España lo es
«Mío Cid» o, aquí en Perú, «Ollantay». Se sabe que Shikibu fue miembro de la
Corte, pero ello, ante la autenticidad de su lírica y cultura literaria, no
exenta que su obra haya sido conservada y que a lo largo de los siglos su
temática y funciones socioculturales se hayan conservado. Por tal razón, hoy se
resalta el valor literario de esta obra del siglo X
MATSUO BASHO. El maestro, por
excelencia de la poesía Haiku quien vivió entre los años 1644 – 1694. Tuvo una
preparación religiosa y por su aprendizaje educacional encontró una forma de
expresar al mundo, su sentir sobre la vida y su interior, aun cando fue
reconocido a los cuarenta años como un poeta singular y muy apreciado por
quienes lo leían, pues el desarrollo del Haiku que logró fue preciso, coloquial
y profundo en sus emociones. Quizá la vida de vagabundo y abandono que tuvo por
varios años hizo que se humanizara y cuando a los 38 años decidió asentarse en
una cabaña, cerca de un bosque de
bananas, en Furukawa (Alfonso Cisneros Cox, p. 107) es donde inicio a
crear todo esa gama de poesía que lo hicieron conocido en la poesía de la
literatura japonesa y que, posteriormente, sirvió de modelo e influencia para
escritores de tiempos ulteriores. Ante la desgracia de un incendio que acabó
con su cabaña y paz, continuó escribiendo y cuando logra reunir una cantidad de
verso, saca a la luz un libro titulado «Sendas de Oku», donde poesía y
narrativa se funden para volar por la imaginación sobresaliente de la
naturaleza. Estos poemas son el resultado de un largo peregrinaje que logró
plasmar sabiamente en los versos de ese libro, en la que podemos argüir que
siempre estuvo consagrado a la poesía y a la naturaleza, a la cual se rinde.
Así se nota en este verso:
Recogiendo hacia el mar
Las lluvias de mayor, corre fresco
El río Nogami. (2)
YASUNARI KAWABATA. En cuanto a este
narrador Nipón, el más difundido en todo el mundo a raíz de la concesión de
Premio Nobel de Literatura en 1968, Ricardo Silva Santisteban, en su ensayo
dentro de este libro, «El trasfondo poético en la narrativa de Kawabata»,
(Santisteban, pp. 115-132) realiza un sondeo por toda la producción literarias
de sus novelas, desde «La Danzarina de Izu», 1926, hasta «El maestro de Go». En
todo el recorrido literarios, Santisteban analiza las formas de cómo los
personajes de cada novela se mueven en torno a situaciones extrañas y a cada
paso que dan hay encrucijadas que ponen al descubierto su cargado afán
Psicológico donde se ingresa a un mundo interior de diversas formas que
permiten conocer las ideas que el autor quiere mostrar en torno, subrepticia u
objetivamente, la naturaleza y las descripciones que son ampliadas de lo que
fue su ensayo sobre la naturaleza que leyó en la Academia Sueca cuando le
entregaron el Premio Nobel (3). Todas sus novelas, al margen de describir
impresionantes parajes, detallando sus formas, al mismo tiempo, son una
evocación del pasado del autor, su formación de autodidacto que le permitió
conocer muchas formas de vida, ya sea en la gran Tokio o en lugares más
paisajistas como Kioto y lugares de alrededor. Pero hay que reparar en un aspecto importante, en el manejo de su
lenguaje, muy lírico, que sabe armonizar con precisión, aunque Santisteban,
menciona que el engranaje temático de algunas novela de Kawabata no son un
secuencia lógica, ya que, al parecer el autor retoma, de cuando en cuando, sus
textos, que le faltaba hilar las secuencias de sus escenas, en la trama y
fábula de sus personajes. No obstante, esto no mella el valor literario y
humano de las novelas de este escritor japonés. Incluso, las voces de los
narradores son tan firmes y decididas que no hay duda que la prosa de cada
novela es bien lograda para expresar lo necesario y redundar en expresiones que
oscurecerían sus textos.
KEZAMBURO OÉ (ENTREVISTA). Otro de
los escritores más sobresaliente que tiene Japón, galardonado con el premio
Nobel de Literatura en 1994. Esta pequeña reseña que se la hace a este autor de
novelas más sociales y de crítica política, así como Yukio Mishima y Kobo Abe,
nos presenta a un autor con una carga de novelas simples, pero con un
manejo recargado de ideas y formas
literarias que permiten ahondar en los estratos sociales tal como el autor los
percibe. Incluso, una breve entrevista que le hace al autor de quien hablo
(Sologuren p. 243). Lo más interesante de ello es que Oé resalta la labor de
los escritores Latinoamericanos a quienes admira y lee, en sus varias
traducciones. Sobre valora y reconoce la influencia que él tiene o pretende
tener de García Márquez. Todo ello es una mirada panorámica de la concepción
que tiene de la vida y el mudo social que quiere resaltar en sus novelas.
AUTORES PERUANOS QUE ESCRIBIERON
BAJO LA INFLUENCIA DEL HAIKU JAPONÉS
Yo conocí que uno de los autores perrunos que escribió
en HAIKU, fue el fallecido José Watanabe (
) y con él entendí por primera vez lo que era un Haiku como poesía
porque vi un reportaje que le hicieron allá por 1999, donde él explicaba cómo
era la escritura de un HAIKU, pues decía que le interesaba esa poesía breve y
como descendiente de japoneses le gustó imitar ese tipo de escritura. Ahora,
que leí el libro «Japón en la literatura peruana», José Luis mejía, el autor
que escribe sobre este tema, menciona e indaga a varios escritores peruanos
que, de alguna manera, le dedican,
aunque sea un poema, al HAIKU. En el
libro que trato, el artículo de Carlos
Zúñiga Segura, «Cerezos en Flor. Haiku japonés» (pp. 183 – 196), muestra una
recopilación de autores con extractos de algunas de sus poesías, realmente, lo
cual ignoraba y me complació leer y saber de la calidad de poetas peruanos que
escribieron al respecto, a parte de Watanabe, de quien ya hablé. Carlos Zúñiga
menciona y trascribe los poemas de Alberto Guillén, Pedro Llullen, Washington
Delgado, Ricardo Silva Santisteban, Javier Sologuren, Alfonso Cisneros Cox, Max
Destre, César Toro Montalvo, Cromwell Jara, Francisco Bendezú, Rafael Yamasato,
Carolina Ocampo, Carlos Zúñiga Segura, Nicolás Matayoshi.
En cambio el artículo «Muestra del
Haiku peruano» (pp. 199 – 206), de José Luis Mejía similar al ya citado de Carlos Zúñiga, habla
desde su punto de vista, de la poesía del Haiku y reafirma lo que expresaba
Sologuren al respecto, sin embrago, Mejía rastrea que hubo influencia de esta
poesía oriental desde comienzos del siglo XX, incluso, Manuel González Prada
escribió una, conocedor del Haiku. También Mejía hace su recopilación con los
siguientes autores y unos extractos de sus poesías, que complementan la lista
anterior de Carlos Zúñiga. Entre los que destaca, son: Alberto Guillén, Arturo
Corcuera, Ricardo Silva Santisteban, Javier Sologuren, Alfonso Cisneros Cox,
Inés Cook, Yolanda Wesphalen, Rosella di Paolo, Mauricio Piscoya, José Luis
Mejía, Santiago Risso Bendezú, José Beltrán Peña, Manuel Olivares Garibladi.
ALGUNOS DATOS MÁS
Para completar este compendio de la historia de la
Literatura japonesa, encontramos al final, algunas narraciones, extractos del
pensamiento nipón, acerca de su fantasía popular, su pensamiento ético a los
jóvenes y su filosofía acerca de la fusión del hombre con la naturaleza. Esta
compilación de breves textos lo hace Javier Soluguren y Jorge Salazar, quienes,
dentro de su selección, nos dan una idea cómo es la forma de narrar de los escritores japoneses en su manera más
simple y amanea. Así encontramos cuentos como: «Cuento del cortador de
bambúes», «Extraña conducta de uno de
los detenido por terrible crimen», «Tiempo de susurros» y «Mensaje a los jóvenes japoneses» (4).
El otro lado, aunque muy breve, es acerca del manejo y
aprendizaje del código japonés. Esta perspectiva, hecha por Ernesto Lierer.
Él nos muestra la forma básica cómo
entender el idioma oriental. Nos acerca a dos formas de pronunciar el idioma:
una el llamado KATA y el otro, el HIRA GANA. La primera forma se trata de una
escritura más sencilla y la otra es más corrida. En este esbozo, Lierer,
solamente manifiesta que para el aprendizaje del idioma japonés «requiere un
aprendizaje intensivo de varios años» (5). Finalmente, la forma hablada de esta
lengua tiene una pronunciación intensa como el castellano, pero con un
acercamiento a las letras romanas.
CONCLUSIÓN
«Japón en la literatura peruana», es un libro muy
interesante para quien se interesa por la historia, la literatura y el aporte
cultural de Japón. Todos los textos que se incluyen de los autores que escriben
sobre este tema, nos muestra, pienso yo, un rigurosos aprendizaje que por estos
lados del mundo se desconocen y, además, es una manera muy cómoda de aprender
lo que quisiéramos saber sobre el Japón y entender mejor esa cultura que, a
veces, es como incomprendida porque se ignoran muchos aspectos de ella. Sin
embargo, todo lo que se habla en este libro no puede dejar de ser mencionado en
las aulas Universitarias o Académicas, pues el conocimiento que tiene cada una
de sus páginas es ilustrativo a lo largo de muchos siglos atrás y aprender cómo
los japoneses desde siempre han querido la naturaleza y a prender de su
belleza; lo que en nuestro entorno, de haber tenido una cultura ancestral rica,
hoy se ha convertido en un sitio contaminado por el descuido de nuestra gente
peruana. Por ello, de alguna manera, los japoneses, aún, mantienen ese apego
por la belleza natural y en las páginas de sus libros se perciben, lo que
amerita el quehacer de sus intelectuales por mantener ese ambiente que los hace
sensibles y unidos.
Por ende, como
siempre lo he manifestado, incluso a los alumnos que enseño, no hay nada más
educado y atento que aprender a través de la lectura porque así conocemos lo
que en otros sitios sucede e ignoramos. De igual modo, por aprender, también
escribí un cuento sobre el origen de Tokio (6). Solo con el interés de aprender
más valoraremos la hermandad que nos une con otros pueblos, ya sean de llamado
primer mundo como del tercer. Ya cuando nosotros, los peruanos, leamos mucho
más, nuestra sociedad y avance será el mejor. Resultado de ello, es sumergirse
en las páginas de los textos que Ángeles Caballero juntó y publicó, un aporte
más al valioso humanismo de Perú.
NOTAS
1. EL HAIKU es una combinación de las palabras HOKKU y HAYKAI (p. 112). El poeta Shiki (1867- 1902), también se desempeñó
como crítico y restaura el HAIKU, que andaba cayendo en desuso.
2. El Haiku: breve expresión de lo sutil. Texto: II
Maestros del Haiku, (Ob. Cit. p.106).
3. «El Japón, su belleza y yo», Yasunari Kawabata,
ensayo leído en el Discurso de concesión del Premio Noble de Literatura,
Estocolmo, el día 12 – 12- 1968, «Por su arte narrativo que expresa una
delicada sensibilidad del alma japonesa en su realidad más caracterizada.»
(Academia Sueca).
4. una especie de manifiesto donde se exhorta la
manera cómo deben pensar, actuar y convivir la siguiente generaciones de
núbiles japonés para que engrandezcan más la nación que deben amar y respetar
como siempre lo hicieron sus ancestros. Son una serie de explicaciones y comentarios conductuales
sobre moral y pensamiento de lucha por sus creencias.
5. Ob. cit. Lingüística, Introducción a la lengua
japonesa hablada.
6. «Cuentos de realidad y premonición», Población de
antaño, 2013, Miguel Gonzales Corrales. Cuento que se refiere de la llegada a
Iesayasu Tugokawa a las costas de Japón cuando la actual Tokio era una aldea de
pescadores llamada Edo y cómo luego a lo largo de unos siglos llegan los
norteamericanos a imponer su tecnología. Así aparece el periodo de Tugokawa que
dará origen a los famosos Shogun.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
ÁNGELES CABALLERO, César, «Japón en la Literatura
peruana», Auspiciado por Popular y Porvenir, Lima, Perú, 1999.
JAUSS, Hans Robert, «Por una Etiqueta de la
recepción», Edit. Gallimard, París, 1978.
LOS PREMIOS NOBEL, Fasc. 20, Ediciones Orbis, Madrid –
España, 1982.
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