Una gran aventura
Cuento escrito por Margory Gianella De La Cruz Conorana
Estela salió temprano contando sus pasos, tal como lo había
aprendido esa mañana, enajenada levantaba sus manos junto al viento tratando de
alcanzar las nubes. La gente la notaba pasar, como se ve venir a una tormenta a
la espera de la calma. Una señora que la miraba no pudo evitar comentarle a su
marido la preocupación que le generaría perder de esa manera a su niña, la
soledad que conlleva vivir de esa manera.
La desaparición de su hija la tomó con una calma cansada.
Fueron muchas las ocasiones en las que tuvo que recorrer las calles de la
ciudad buscándola, preguntando a los vecinos por el paradero de Estela. La
familia ya agotada de las constantes dificultades que atravesaban con la
crianza de la pequeña la había abandonado hace muchos años, sin su padre, quien
tampoco contribuyó en su formación.
Sus salidas de exploración formuladas por su mente despierta
e hiperactiva la llevaban a numerosas aventuras. Un día estaba luchando junto a
los valientes soldados de una conocida guerra civil y otro jugaba a ser la
primera persona en pisar la luna. Su imaginación no tenía límites y le permitía
escapar de una realidad de la que solo su madre era testigo. Un día decidió
llevar a cabo su más grande aventura, conocer cuál es el río más largo de la
ciudad. Ver el libro que encontró un día caminando por la iglesia de su casa,
le permitió ver que la naturaleza era hermosa e imprevista así como ella, por
eso necesitaba verla. Descubrir su comportamiento, su forma de desarrollarse.
A medida que las horas pasaban, empezaba a preocuparse cada
vez más. El lugar donde frecuentemente encontraba a la niña estaba vacío. Por
más que preguntaba a la gente si la había visto nadie le daba razón de su
paradero. Llego la noche y no supo que más hacer, ni la policía pudo
encontrarla. El sonido de su nombre llamado a gritos enturbió las celebraciones
de ese día. Las festividades de la ciudad no atenuaron la pérdida de una de las
personas más querida por todos.
El cuerpo de la niña fue encontrado la mañana siguiente. Parecía
dormida, desprovista de todo dolor que debió sentir al momento de su muerte. La
madre lloraba sin cesar, recordando que ya nadie más le hablará de sus
aventuras ni contará sus pasos. La ciudad no fue ajena a tal desgracia y le
rindió un sentido homenaje que no pudo acallar el dolor de la madre.
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