Poema escrito por Henry Rivas
“Toda dificultad eludida se
convertirá más tarde
en un fantasma que perturbará nuestro reposo”.
Frédéric Chopin
Desde mis noches ahogadas
invoco tu nombre
Solange, refugio en el medio
día
Voz hiriente y tersa
Laguna azul, viento violeta.
Solange, en las voces de la
noche
En la comprensión de mi
débil figura
Estás ahí
Solange,
Nombre suave y etéreo
Tus cabellos rubios rozan mis mejillas
Juegas a la luz dormida
A los inquietantes desgarros
En mi corazón de difunto
Solange,
No te vayas de mi cuerpo
No desaparezcas con el
abominable frío
Escucharemos música, y
llorarás hiriente
Con el corazón deshecho,
Pero feliz como solo yo lo
he sido.
Nocturno, en los inviernos
de Marbella
En las lluvias que ahogan mi
garganta
Cómo he querido tu silueta
Solange
Acompasada entre la ventana
y la muerte
Nocturno entre las teclas
del infinito
De lo oscuro y lo funesto
De la revolución sangrienta
Y el amor perdurable
Del amor inocente y la
pasión explosiva
Solange,
Nocturno
Frío
Muerte
Amor,
No te apartes jamás de mi
cuerpo
No te desvanezcas entre los compases
del viento
Nuestras lágrimas están
empapadas de música
De tiempo
Y la cruel enfermedad
Y agonía
Solange
Dulce niña
Nocturno
Piano
Dios
Y el infinito que no se
conmueve
Con esta melodía dedicada
A un gran amor
Y la apostura estridente del
invierno y el frío
A la apostura siniestra con
que te espera la muerte.
[1] En su
lecho de muerte, Chopin no recibió a George Sand, solo a Solange, quien le
acompañó en los últimos momentos de febril agonía.
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