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martes, 26 de abril de 2016

La derecha nunca duerme, solo tiene pesadillas




Por Henry Rivas Sucari
henryrivas2001@yahoo.es


Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado.
Los dados eternos, César Vallejo



Las elecciones acabaron. Debatir, ociosamente,  si debemos elegir entre PPK y Keiko es una pérdida de tiempo. Ambos defienden el sistema económico neoliberal y, por supuesto, son defensores de la Constitución impuesta por la dictadura de Fujimori. Es el premio al trabajo consensuado entre sus organizaciones económicas y la prensa que defiende sus intereses como una prolongación de sus servicios, ya que la derecha nunca duerme, solo tiene pesadillas. Recordémoslo siempre. Por eso, destrozaron la imagen de Villarán, y estropearon la imagen de Ollanta y la de Nadine, sin tregua alguna( a pesar de ser sus mayordomos), sin respiros ni contemplaciones. La derecha nunca duerme y esta vez han cosechado el doble honor de una victoria casi (léase “casi” con un aliento esperanzador) absoluta. No obstante, a pesar de que la derecha radical ha logrado el control de Congreso y  del ejecutivo, podemos atrevernos a esbozar algunas consideraciones.


Primero, la izquierda, representada por el Frente Amplio, a pesar de los vaticinios pesimistas de la prensa dirigida por la dictadura empresarial, ha triunfado. Y no es un triunfo pírrico. Después de casi 20 años, volverá a tener una presencia importante en el Congreso.  Uno se podría preguntar, cómo ha sido esto posible, después de la campaña infame que se desató en contra del Frente Amplio. Las variables son varias y, algunas de ellas, bastante positivas.
Las elecciones pasadas del 2006 y 2011 marcaron un escenario que la derecha peruana nunca llegó a considerar: las necesidades irresueltas de un sector amplio de la población, al que el denominado crecimiento económico no incluye: obreros, empleados, campesinos, artesanos, estudiantes, etc., es decir, a los que se denomina “los de abajo”. Los periodistas de la capital intentan explicar este fenómeno como el “voto de la izquierda”, especialmente al que consideran como el “sur radical”. Obviamente, el aproximarse a un fenómeno como el peruano, limita su observación con la misma dinámica con que resuelven los problemas de Siria, Irán o Tanzania. Esos son los lentes ideológicos con que resumen su estereotipo racista.
Por ello, no son capaces de entender que las personas más que creer en la quinta tesis de Marx están pensando por qué, en nombre del progreso, los asesinan a balazos por el simple de hecho de vivir por el camino de un proyecto minero, o por qué el periodismo que tanto endemonia a Venezuela por no tener papel higiénico, se calla la boca porque su modelo mantiene a casi diez millones de personas en nuestro país sin agua ni desagüe. O en qué se basan los sicarios de información de la capital para proferir los delitos de una Cuba (con la mejor educación y estándares de salud de la región, según la Unesco), si por estos lares tenemos,  la peor educación del mundo y el índice de tuberculosos más grande de Latinoamérica. Claro está, esto último no los escandaliza.
Acudimos, entonces, a criticar a  esta prensa dócil y obediente con su amo que solo es utilizada para ecualizar el eco de una voz que no les pertenece. Para ello, etiqueta a esos “otros”  con los adjetivos de “terruco”, “radical”, “antiminero”, “serrano”, “bruto”, entre otros apelativos. Esta es la forma con la que quiere “modernizar” la idea de la explotación y la servidumbre.
Esa es la razón por la que en sus titulares resaltan el resultado de las elecciones como beneficiosas y tranquilizadoras de los “mercados” (claro, no se refieren al mercadito a donde la gente común espera poder comprar,  sino a “sus mercados”), de la bolsa, de las finanzas y los banqueros. No reflexionan, en lo absoluto, por ese sentimiento tranquilizador que seguramente debería poseer el   que votó en contra.
La segunda consideración a tomar es que la dinámica social peruana ha echado del panorama político a dos servidores del actual modelo y que eran considerados como los más exitosos: El Apra y Perú Posible. Y si no defenestraron a otros fue porque se retiraron a tiempo. Los ganadores y su banda periodística no han reflexionado que el pueblo por el que pretender pensar ya erradicó a varios de sus operadores. No se han detenido para cavilar lo que le espera a sus actuales ganadores. Podemos inferir, entonces, que el pueblo, la gran mayoría, también, ha votado en contra del actual modelo, a través de la eliminación de sus principales operadores. (Ojo, si el Apra sigue vivo no es por la voluntad popular, sino por una triquiñuela del JNE al reducir la valla electoral).

La verdadera batalla  empezará el 28 de julio. La derecha ha ganado, pero no será fácil, como ellos pretenden, imponer su voluntad sin la oposición declarada de un Frente Amplio que se constituye como el único grupo que defiende los derechos individuales, la ecología, la diversificación productiva y la lucha contra la corrupción. Una vez más se inicia la dinámica social cíclica, como los dados eternos con que juega, descaradamente, el Dios de César Vallejo.    

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