Por: Miguel Gonzales Corrales.
ollantayaqp@hotmail.com
Uno de los autores venezolanos, quien dentro del marco de
la literatura hispanoamericana, ha escrito sobre la figura de Simón Bolívar y
también sobre descubrimientos históricos que envolvieron a América en el
pasado, fue Arturo Uslar Pietri (Caracas 1900 – 2001). Todo este panorama se
muestra en obras como Las Lanzas
coloradas, El camino del El Dorado,
Estación de máscaras, Oficio de difuntos, La isla de Robinson, La
visita en el tiempo y su trilogía Laberinto
de fortuna. Toda esta producción novelesca ha hecho que la obra de Uslar
Pietri sea importante, y a la vez trascedente, para comprender los intrincados
históricos que tuvo Sudamérica en determinados momentos de su evolución. Sin
embargo, el tema que más sobresale en la literatura de este autor venezolano es
la mistificación y redescubrimiento de Simón Bolívar a través de historias
biografiadas para saber quién fue realmente el Libertador. Así, en personajes
del siglo XIX, se descubre por cometarios e identificaciones, cómo era realmente
Simón Bolívar, cómo la gente lo quería y respetaba por lo que fue, sobre todo,
en su novela Las lanzas coloradas.
Pero, mi interés se centra en otra obra, La
isla de Robinson, ya que, cuando la leí, me causó profundo entusiasmo
porque iba enterándome de detalles y hechos sobre la vida de Simón Rodríguez,
maestro de Bolívar, así cómo su sensibilidad de profesor que lo hizo mejor
persona para entender una sociedad de comienzos siglo XIX que andaba perdida en
ideales confusos y desorientados.
La isla de
Robinson (1981)
cuanta la vida de Simón Rodríguez de un
modo ingenioso e intenso en el discurrir de su trama porque tiene el
apoyo de elementos históricos y, a la vez, una detallada biografía, que
muestra, paso a paso, en su años de vida, hechos seguramente hasta desconocidos
en donde la ficción y la realidad se entremezclan perfectamente. Esta es la
historia de un maestro que anda sumido en sus conocimientos de autodidacto en
materias como Matemática, Historia y Cultura General de acuerdo a lo que se
conocía en la época de alrededor de 1800, como se deduce en líneas como esta: “El señor Don Carlos IV,
Rey de España, allá en Madrid o en Aranjuez…” como se sabe, Carlos IV gobernó
de 1788 a 1808. Se descubre, además, que Rodríguez es un ser aislado en su
casa, conocido como maestro, en consecuencia, una de las primeras escenas de la novela narra como un muchacho de ocho
años, de una familia muy acomodada, de nombre Simón Bolívar y Palacios, llega a
él haciendo sus berrinches ya que no quería tener maestro ni mostraba interés
por estudiar. Era un niño huérfano y engreído que estaba al cuidado de una tía
y albacea que quería educarlo lo mejor posible de acuerdo a su estatus
económico y social.
Todo ese conglomerado de escenas y otras más rodean la figura
de Simón Rodríguez quien, dentro de su mundo didáctico, pensaba que estaba en
su Isla de Robinson, así como el personaje de Daniel Defoe, y a quien le
llamaban el Sócrates de Caracas que tan bien Uslar Pietri ha sabido dar vida.
Uno se entera, leyendo esas páginas, como Rodríguez soñaba con establecer una
escuela propia donde pudiera enseñar a niños e inculcarles ideas propias y
culturales como lo hizo con Bolívar a quien encontrará después en Europa. Pero
la carencia de dinero no le permitía realizar ese deseo que lo frustra porque
sabe que nunca cumplirá ese sueño ya que nadie apostaba por la educación del
siglo XIX, aun peor, cuando los comienzos de esa época, América estaba
gobernada por los españoles, los cuales, no hubieran permitido que instale su
magisterio. Esta fue la razón por la que abandonó Caracas y se trasladó a
Europa.
Llegó primero a España creyendo que podía educar y formar
una escuela lo cual le fue negado. Luego se trasladó a Londres y de allí a
París alrededor de 1812. En esos años se encuentra con su alumno Bolívar con
quien comparte ciertos momentos de
alegría y bohemia. En París, Rodríguez conoce a muchas personas
hispanoamericanas a quienes habla de sus ideas para implantar una educación tal
como él creía debía ser. En una de tantas tertulias, Rodríguez lleva a un
Bolívar de 21 años a donde una familia peruana, la del general Mariano Tristán,
quien tenía a una parisina como su mujer de nombre Teresa Laisnay, aun siendo
él casado en Perú, con quien tuvo una bebita de nombre Flora, quien sería
después la autora de Peregrinaciones de
una Paria. En esta parte de la historia, el General Mariano, cuenta cómo
era la vida en Perú y Arequipa ante el dominio total de los españoles. Es en
estos momentos que Bolívar toma en serio la libertad de América, cuando en un
primer momento, se lo negó a su maestro Rodríguez.
Esta novela biográfica es un compendio del valor y el deseo
del aprendizaje sensato que el ser humano debe aprender para mejorar como
persona lo cual deja como moraleja la buena enseñanza y dedicación de Simón
Rodríguez en el aspecto educativo (no solo académico sino moralizante) para
forjar hombres de buen corazón como lo hizo con Bolívar, así como reza el
epígrafe de la novela, en palabras del mismo Rodríguez: «Ha llegado el tiempo
de enseñar a las gentes a vivir». Por esto, pienso que la funcionalidad de
la novela radica en la detallada
información, investigación histórica que el autor dedicó para la creación de
esta obra literaria y poner en ella la gran vida que tuvo y vivió Rodríguez
como personaje importante para la liberación de América, aunque esto sea
ignorado por muchos.
La idiosincrasia y las convicciones de Rodríguez se ven
entorpecidas hasta el final de la trama ya que le comenta a Bolívar el deseo de
crear una escuela en Caracas a lo que el Liberador le propone que hará su sueño
realidad en alguna localidad de la América liberada. Es así, que se inicia el
periplo de Rodríguez, acompañando a Bolívar, por los lugares de Perú, que
gozaban de su libertad. Salieron de Lima, llegaron a Arequipa, Cuzco, Tacna y
Potosí (en aquella época a los lugares de Bolivia se le llamaban Alto Perú).
Después de tan extenso recorrido por el Sur, Rodríguez incita al Libertador a
que cumpla con su palabra, la cual, al final, Bolívar accede, dejándolo en
Potosí. Le compra una casa para que la ambiente como escuela y continúe con sus
proyectos de maestro. Rodríguez le confiesa que hubiera preferido otro lugar
y no este sitio, después de habérselo
pedido en otras ciudades por donde anduvieron.
Al final, acepta y despide a Bolívar. Después de todo, se
da cuenta que todo lo que había soñado le llegó tarde y en el lugar equivocado
y todo lo que había soñado en su mundo al que llamaba Isla de Robinson, lo vio
otra vez frustrado porque se dio cuanta que había perdido mucho tiempo
siguiendo a Bolívar, además, de que ya estaba viejo. Entonces, prefirió
regresar a Caracas. Se había quedado en Potosí dos años y después de dejar todo
en orden, volvió a su casa, la misma que se lee al comienzo de la novela. Su
vejez transcurre tranquila, sumergido en sus ideas y lecturas. En ese lugar
recibe la noticia de la muerte de
Bolívar en Colombia y se conforma con su vida hasta su fallecimiento como lo
resalta la última línea de la historia: “Robinson había dejado la isla”.
CONCLUSIÓN
La narración resalta ese ímpetu de un discurso literario histórico como es la
característica de la obra de Uslar Pietri. Pero lo fundamental es la conciencia
honesta, la importancia y la dedicación por la enseñanza en personas como Rodríguez,
quien como él, hay pocas. Así, nos hace entender que la enseñanza debe ser
dedicación exclusiva de quienes tienen ese verdadero fervor y no de aquellos
que la usufructúan, ven en la educación
algo lucrativo o pretenden ser algo mucho más en la enseñanza con supuestas
capacitaciones y papeleos burocráticos como para decir: «Sí cumplimos», cuando
en el fondo no les interesa, como sucede con el Ministerio de Educación
Peruano.
A mi parecer, La isla
de Robinson, es una novela que muestra el verdadero sentido de ilustración
hacia los lectores en la vida de una persona, que quizá, haya sido el origen de
lo que después iba a ser la libertad
Sudamericana del dominio español.
Finalmente, fuera de la simbiosis de lo real con lo
ficticio para dar una obra tan verídica, esta novela muestra que vale mucho por
su lectura cuyo eslabón está en mostrar, no solo la identidad de Venezuela como
patria chica, sino de Hispanoamérica, como las demás novelas de este autor,
quien pasa desapercibido dentro de los grandes de «La nueva novela
Latinoamérica», y que a mi entender, tiene una literatura exquisita.
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