Por Henry Rivas Sucari
Existes en las profundidades cavernosas de mis recuerdos
las telarañas caprichosas que corroen mis actos
existes
en cada voz
cada silbido que amordaza mi contemplación
y la herida azulada en mi corazón de gitano.
¡Oh mujer!, este mundo es arrogante, hosco e infernal
tiende tus párpados para no ver
cierra el ombligo a la caverna y al hospicio
hunde tus manos en la suavidad de las luces de tu cuerpo
mujer, traviesa escondida, luminosa estrella
cómo he de protegerte entre el invierno liberno
de las cruxificciones de los amantes y los destellos,
las luces, las sombras entre el amanecer de la muerte.
Yo te amo y tú me amas
me lo has dicho en las cargadas oscuridades de nuestros cuerpos
los mefistofélicos desgarros que provoca mi pasión compulsa
mi pasión enfermiza
abandonada sin remedio a tus senos.
Pequeña luciérnaga
voz entredicha
pasión convulsa
no detengas tu camino por los albores de mi penas
las telarañas caliopes
mi memoria sin raíz
mi silencio tenebroso
mi vacío en la nada.
Abre con una daga mi corazón de difunto
estrújalo en tu rostro
y atrápalo para siempre en tu memoria
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