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viernes, 18 de mayo de 2012

El conflicto con el poder y las utopías: una lectura a la novelística de Mario Vargas Llosa









Henry Rivas Sucari

En el presente artículo, se brindará un panorama literario de dos de las novelas más representativas de Mario Vargas Llosa: La ciudad y los perros y Conversación en La Catedral con el objetivo de explicar el merecimiento que la Academia Sueca otorgó a su trayectoria literaria: «Por su cartografía de estructuras de poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, sublevación y derrota». Es decir, se intentará una aproximación interpretativa a la nominación que la Academia concedió a la obra vargallosiana mediante la discusión de conceptos como cartografía, poder, sublevación, etc.



El Premio Nobel de Literatura



El Premio Nobel de Literatura ha sido objeto, a lo largo de muchos años, de controversias importantes. Muchos escritores extraordinarios no lo recibieron: Kafka, Joyce, Borges, entre otros. En los últimos años, los elegidos con esta distinción estaban, en su mayoría, comprendidos dentro de las distintas ideologías de izquierda. Para muchos, este galardón estaba politizado.

Once de los autores galardonados con el Premio corresponden a la lengua castellana: los españoles José Echegaray (1904), Jacinto Benavente (1922), Juan Ramón Jiménez (1956), Vicente Aleixandre (1977) y Camilo José Cela (1989); los chilenos Gabriela Mistral (1945) y Pablo Neruda (1971); el guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1967); el colombiano Gabriel García Márquez (1982); el mexicano Octavio Paz (1990) y el peruano Mario Vargas Llosa (2010).

La premiación a nuestro escritor ha sido explicada por la Academia Sueca de la siguiente manera: «Por su cartografía de estructuras de poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, sublevación y derrota del individuo». A continuación, se intentará explicar esta distinción. Por supuesto, esta es una propuesta personal.

Comenzaremos con la pregunta: ¿qué se entiende por cartografía? Y, además, por cartografía referida a la literatura. La cartografía es la ciencia que trata de la representación del planeta Tierra sobre un plano al cual se llama mapa. Cartografía, según la RAE, es el arte de trazar mapas geográficos, la ciencia que los estudia. En la literatura, se utiliza este término de distintas formas, como para ofrecer un panorama de la producción de una determinada época o de un determinado lugar. Por extensión, además, se denomina cartografía a un conjunto de documentos territoriales referidos a un ámbito concreto de estudio. También para una posible exploración geográfica, como en el trabajo «Literatura y cartografía: una posibilidad de exploración para la geografía histórica» de Oscar Buitrago Bermúdez, con referencia a la novela María de Jorge Isaacs .

En el caso de la adjudicación del premio a Vargas Llosa, la cartografía está referida a las estructuras del poder. Uno de los ejes transversales en la obra narrativa de Vargas Llosa es el abuso del poder. Una primera pregunta que plantearía al lector es ¿puede la Literatura luchar contra el abuso del poder?

Para ello, definamos esta noción. Según el Diccionario de Sociología de Hugo de los Campos .

(…) en tanto mecanismo, toda definición de una situación en virtud de la cual un individuo o grupo puede imponerse a otro individuo o grupo. En tanto relación, toda forma de interacción en la que del total de sus participantes unos pueden imponerse a los otros más de lo que los otros pueden imponerse a los unos. El ejercicio del poder (o de la cuota relacional de poder) descansa no sólo en la naturaleza de su ejecutor sino también, y en buena medida, en cierta disposición de parte de su objeto. Se ha sostenido así que el amor y el temor operan positivamente a la ocurrencia del poder. Pero tales estados del espíritu resultan en todo caso condición suficiente, pero no necesaria, ya que el poder puede, en última instancia, prescindir de esos sentimientos.


Desde tiempos inmemoriales, los filósofos se han preguntado sobre la justicia de las distintas formas de poder, y sobre la relación que tal carácter guarda con los estilos de su ejecución. En 1976, en su libro Hay que defender la sociedad, el historiador francés Michel Foucault echaba por tierra siglos de especulación filosófica sobre el tema al sentenciar: «El poder es injusto, no tanto porque ha decaído respecto de sus más elevados ejemplos, sino porque no nos pertenece».

En el año 1977, en la lectura inaugural de la Cátedra de Semiología Lingüística del College de France, Roland Barthes arremete contra el lenguaje, mostrándolo como un sistema que está al servicio del poder. «En la lengua, pues el servilismo y poder se confunden ineluctablemente. Si se llama libertad no sólo a la capacidad de sustraerse al poder, sino también y sobre todo a la de no someter a nadie, entonces no puede haber libertad sino fuera del lenguaje». (Barthes, 2007).

La libertad de concentrarse contra el poder del lenguaje se sitúa para Barthes en otro sistema: la literatura se encuentra fuera del poder porque se está obrando en él un trabajo de desplazamiento de la lengua. Como la literatura es una suma de saberes, no existe un tema general que pueda fijar o fetichizar a ninguno. Cada saber tiene un lugar indirecto que hace posible un diálogo con su tiempo.

En su libro Vigilar y castigar (2002), Michel Foucault trata las distintas formas de castigo, en relación al ejercicio del poder en cada época. El castigo moderno: la reforma del alma. Con la llegada de la modernidad, el castigo deja de aplicarse sobre el cuerpo y su acción se da sobre el alma. El objetivo es modificar el alma del individuo, reformar la mente para que sea útil a la sociedad. Este cambio en la forma de castigo se relaciona con una modificación en las estructuras de poder. Superado el absolutismo medieval, este nuevo poder es más ambiguo, deja la figura del rey y pasa a ser estatal, incorpóreo, variable y menos identificable. Del mismo modo, el castigo se modifica y pasa a ser oculto, tras los muros de cárceles y reformatorios.





El ejercicio del abuso del poder: La ciudad y los perros



En la novela La ciudad y los perros, publicada en 1963 y ganadora de muchos premios internacionales, Vargas Llosa ejecuta un cuestionamiento al poder imperante representada por las instituciones del Estado y de la sociedad en el colegio militar Leoncio Prado. Esa, por supuesto, es una lectura que buena parte de la crítica resolvió de inmediato. Si bien entendemos que la literatura no representa la realidad por su carácter ficcional, sí podemos encontrar sentidos y huellas de la ideología de esta última y algunas de sus manifestaciones culturales, presentadas, sobre todo, por un seguidor de la tradición realista europea. La intención consciente o inconsciente del autor es la de una violentación de este régimen autoritario de manera crítica desde la literatura.

Una cartografía, para usar el término conceptualizándolo como aglutinador de la sociedad peruana, aparece en el colegio. En este espejo paralelo ficcional, se muestra las caras de todo el país, de todas las razas y estratos sociales que conforman al Perú. Jóvenes recién llegados de la sierra, de barrios tan distintos como Miraflores y el Callao, entre otros, muestran a la manera cartográfica el conflicto tensional de la sociedad peruana.

Mario Vargas Llosa ha narrado su experiencia militar en el colegio Leoncio Prado en su libro de memorias El pez en el agua (1993), donde describe, por ejemplo, que descubrió el Perú a partir de compartir las aulas con jóvenes tan distintos a él en muchos sentidos, pero que, sin embargo, se daban encuentro en ese pequeño espacio, donde fluían todos los resentimientos aprendidos de sus hogares. El conflicto de una raza, estatus social o cultura contra el otro. Esta tensión provocaba un efecto trágico: la violencia.

Por otro lado, la crítica hacia el ejercicio abusivo y castrador del poder y de la doble moral de la sociedad y de las instituciones se ve reflejada en la forma cómo se actúa en la novela ante el posible asesinato de un cadete. La tensión máxima explota con la denuncia que compromete al Jaguar y la solución por la que apuestan las autoridades del colegio. El encubrimiento motivado por el temor al escándalo se corresponde con el sistema. El militarismo de esa época ocultaba la crisis y la perversión hipócrita de una sociedad conservadora.

La muerte del «esclavo» develará para Gamboa, uno de los protagonistas de la historia, el profundo caos en que está sumido el colegio: venta de licor, comercio de revistas prohibidas, robos, etc. Gamboa representa al militar creyente en el funcionamiento y eficacia de las reglas. Su pequeña y terca lucha por el develamiento de la verdad y la justicia le costará un traslado vejatorio, además de la posible frustración en el ascenso de su carrera. Gamboa vive la utopía de la justicia, del reglamento, de la solidez de las instituciones castrenses y se estrella contra la realidad. Su hazaña será aplastada por el poder militar y la convicción de este de defender a la institución.

Es curioso el caso de Gamboa; su personaje representa la convicción por el deber y la ética, a pesar de ser un producto del sometimiento voluntario al militarismo.



El cuestionamiento sobre el ejercicio del poder en una sociedad en conflicto: Conversación en La Catedral


Otra de las novelas donde la crítica al abuso del poder está claramente diseñada, ejemplarizada y criticada es en la novela Conversación en La Catedral (1969). Aquí se fabula con un gobierno del general Manuel Apolinario Odría y su mano derecha, Cayo Bermúdez (inspirado en Esparza Zañartu), donde se nos muestra la enorme maquinaria que es capaz de montar un gobierno dictatorial a través de los medios de censura, persecución y sabotaje contra todo vestigio de oposición que surge para combatir el totalitarismo.

La cartografía que se muestra en la novela involucra también varios espacios territoriales y sociales de nuestro país. El trabajo de Vargas Llosa en la novela realista, ejemplifica su devoción por «la novela total». Esta no es sino una suma de distintas concepciones de realidades superpuestas, conflictivas y tensas entre sí. Para ello, el autor utiliza, como en gran parte de sus novelas, todo un artificio de técnicas narrativas aprendidas de sus maestros europeos y norteamericanos. De los realistas franceses como Balzac y sobre todo Flaubert, aprende la arquitectura meticulosa y esa búsqueda por la prosa y la armonía de la ejecución de la novela que nos ofrece un ideal de perfección. Joyce y Faulkner le brindarán las posibilidades de una técnica múltiple, efectiva, vital, que sepa catalizar muchos puntos de vista y perspectivas, así como el efecto de un coro de voces, el flashback y el monólogo interior. Vargas Llosa utiliza con suma maestría estas herramientas. Además, afirma que…



El mundo de la literatura, el mundo del arte, es el mundo de la perfección. Es el mundo donde la belleza, que es lo que en última instancia le da su independencia, su verdad, su autenticidad, nos enfrenta a lo acabado, a lo absolutamente abarcable con el conocimiento, con la conciencia además con una visión esférica que jamás llegamos a tener. Entonces, cuando nosotros regresamos de una gran novela, de ese mundo de ilusión, de ese espejismo, deslumbrante que es el de una ficción lograda que se nos impone como una verdad irresistible a este mundo nuestro, ¿cuál es la reacción natural? El cotejo es inevitable. Y la conclusión de ese cotejo es el de que qué pequeño es este mundo comparado con ese mundo tan grande, tan rico del que acabamos de salir. Y que feo, mediocre y sórdido es este mundo comparado con ese mundo donde todo se aprecia tan bello, incluso los peores aspectos de la condición humana, las manifestaciones más sombrías, tétricas, crueles de lo que es el hombre, tenía un encanto que el escritor, creador había conseguido impregnarle, que a nosotros nos lo hacía aceptable, incluso emocionante y por lo tanto bello .



En la novela Conversación en La Catedral, se ha diseñado perfectamente los arquetipos de los personajes: aprovechados, víctimas y seguidores de quien detenta el poder. Ellos son mostrados perfectamente desde una focalización que se nos brinda con una sutileza mayor, la descripción del régimen y el calificativo que se acomoda hacia el monstruo es una prueba de ello: Cayo Mierda.

La literatura, entonces, quiere transgredir la etapa estética hacia la social y desarrollar, con ello, un poder crítico mayor. Aquí planteo la segunda pregunta para el público lector: ¿debe tener la literatura una intención social? El intelectual comprometido no solo asume una condición con su objeto de estudio o estético, sino, además, con toda su realidad. Curiosa apostura para el intelectual fabulador, creador de mitos y ficciones. Este es un dilema que enfrenta durante siglos a buena parte de los creadores, críticos y regímenes totalitarios.

Se puede resaltar, a partir de estas reflexiones primeras sobre dos novelas de Vargas Llosa, el rol de la crítica. En los años sesenta y setenta, si la obra representa y denuncia los problemas de su sociedad y el escritor asume una postura política de izquierda, afín con el de la crítica, entonces se calificará su obra de positiva y en algunos casos de extraordinaria.

Esa misma crítica denostará al escritor cuando mude de concepción ideológica y política. El viraje ideológico que experimentó Vargas Llosa es un claro ejemplo de cómo actúa una determinada crítica, primero enalteciéndole y luego denigrándole.

Se puede destacar dos ideas de Vargas Llosa sobre el escritor comprometido: el intelectual tiene el derecho de criticar los excesos de los sistemas y el escritor tiene el derecho de elegir libremente sus temas literarios. Estas dos novelas: La ciudad y los perros y Conversación en La Catedral presentan temas éticos y morales, conflictos y tensiones sobre la degradación del individuo en una sociedad gobernada desde el autoritarismo, aunque no despierte en sus personajes una conciencia de acción. Su resistencia es insinuada, pequeña, banal. Esa, quizás, sea la reflexión del país imposible del que hablaba Vargas Llosa en muchas entrevistas y debates.



Conclusión



Mario Vargas Llosa ha intentado, a lo largo de su obra, ofrecer al lector no sólo su propia concepción del arte de la novela, sino también la de su ideología política, marcada muchas veces por su particular crítica. Esta, casi siempre, ha estado referida al abuso del poder en las sociedades de distintas épocas y países. La novela como mecanismo de sentido sobre un referente inmediato dirige su canibalización a la discusión sobre las estructuras de poder que se rigen en ellas. La novelística de Vargas Llosa es prendaria de esta estrategia. No solo canaliza su propósito hacia la crítica del abuso del poder por quienes lo regentan desde las clases gobernantes, sino también desde todo estrato social que mantenga un mínimo de posibilidad de discriminación, abuso y rebeldía.

En la novela La ciudad y los perros, Vargas Llosa propone una crítica al abuso del poder a partir de una institución que representa un espejo del sistema. Las estructuras sociales nos sirven para aceptar la tesis de Foucault: no nos preguntaremos cómo combatir al poder, sino dónde está el poder. En este caso, el abuso está en todas partes, en todas las estructuras de una sociedad violenta, racista, clasista y conservadora. Asimismo, se practica una formidable cartografía de la ejecución de este poder. La manía realista, heredada de los maestros franceses, logra este fresco maniático de los años 50 limeños.

En Conversación en La Catedral se repite también la misma consideración sobre el poder que La ciudad y los perros, pero posee, también, una ambición mayor: el poder de la literatura. Este está referido a un nivel crítico mayor, una transgresión de su función estética hacia una de compromiso, de rebeldía, de cuestionamiento social y propuesta ideológica. Conversación en La Catedral, como muchos escritos de Vargas Llosa, no es una novela, sino muchas novelas, que dispuestas entre vasos comunicantes intentan ofrecernos la idea de una novela total. Entonces, este orden preestablecido puede ajustarse a lo que propone la Academia Sueca: «Cartografía de las estructuras del poder y mordaces imágenes de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo».

Se podría colegir la idea de la derrota del individuo, a partir de la actitud de Santiago Zavala, su visión frustrante del país enfocada en la contemplación triste de una calle en Lima: en qué momento se jodió el Perú. Su rebelión será el entrar en conflicto con el destino ofrecido por su clase social, su matrimonio con una «huachafita» y el trabajo mediocre de periodista en un diario de Lima. «En qué momento se jodió el Perú». Esta frase se convertirá, más adelante, en una muletilla tóxica recitada y repetida por múltiples críticos, periodistas y escritores sobre el destino inquietante que asoma nuestro país. El intelectual comprometido, entonces, habrá triunfado, ya que su reflexión crítica a través de la novela servirá para el cuestionamiento sobre el ejercicio del poder en una sociedad conflictiva.

Por otro lado, muchas de las ideas propuestas por Vargas Llosa pueden ser polémicas y debatibles, pero lo que no lo está es su soberbia maestría para construir ficciones verosímiles y desentrañar en sus lectores el goce por la lectura y la buena literatura. Gracias, Mario.



Referencias bibliográficas

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2007 El placer del texto Lección inaugural. Madrid. Editorial SIGLO XXI.


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2002 Vigilar y castigar. Buenos Aires: Siglo XXI.

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2003 Hay que defender la sociedad. Madrid. Ediciones Akal.

RESTREPO, D. (Compilador)


2007 Memorias para el primer Simposio Internacional Jorge Isaac El creador en todas sus facetas. Cali. Editorial: Universidad del Valle.

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1963 La ciudad y los perros. Barcelona: Seix Barral.

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1967 Conversación en La Catedral. Seix Barral.

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1993 El pez en el agua. Barcelona: Seix Barral.

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2005 Conferencia: «Literatura y política: dos visiones del mundo». [En línea] Consulta: 11 de mayo de 2000. < http://sololiteratura.com/var/vargasconferencia.htm>

























































































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