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miércoles, 5 de diciembre de 2007

La última carta de amor de Lord Henry

Henry Rivas
henryrivas2001@yahoo.es

La última carta de amor de Lord Henry





Te estoy esperando en los momentos taciturnos que ha despedido mi insomnio, en esta noche de luna llena.
Te estoy mirando con las velas de la eternidad de la luna, en que tu rostro dibujado hace catorce años, me sonríe con esa expresión de niña traviesa, de deliciosa coqueta, de aquel presentimiento de muerte, que inició esta etapa de locura.
A veces, apostado, en noches como esta, en mi cama; pienso que tú no has muerto. Que las velas iluminarán el pasillo de madera, de este castillo encantado; y que volverás a nuestro tibio lecho, como si aquel domingo aciago no te hubieses ahogado al caerte de ese bote, en que paseabas anhelante de encontrarme a las doce del medio día, mi cita fatal, tenebrosa y vacía.

A veces, mirando las formas de la pintura, me pregunto si yo también he muerto; entonces me vuelco sobre la almohada y lloro con gemidos de mujer. Imitando quizás tus gemidos, cuando yo demoraba en una cacería y llegaba tarde a nuestro lecho para hundirnos al amor.

No, no creo que hayas muerto, porque tu fantasma no me ha visitado aún y los claveles rojos siguen floreciendo y recordándome cada gota de sangre perdida después de mi primer intento de suicidio. Soy un cobarde para los poetas, por no perseguirte a los albores de la muerte. Pero no es así, a veces pienso, que la muerte es la nada, entonces sufro de verdad porque presiento que te he perdido. Y sólo la vida puede prodigarme recuerdos, besos, gestos, caricias, y alcanzarme la sensación perdida de que vuelvas a mi lecho. ¡Oh, Leonor!, ¿por qué te fuiste?, ¿por qué estoy aquí cargando las velas para guiarte a mi lecho y llorar sobre tus hombros?, ¿por qué nadie me visita y me llaman loco, cuando no comprenden que un hombre rico, también puede ser desgraciado?, ¿por qué tu retrato sigue produciendo en mí tanta melancolía y sollozos y desvelos durante tantos años?, ¿por qué?.
Ya está amaneciendo, las velas casi se han acabado, es hora, de pasear por nuestros rincones en la hacienda, y cuidar las flores, que tanto te gustan mi amor... por Dios, te he prometido no llorar, de día es nuestra promesa, tengo que arrancar el clavel y arrojarlo al lago, mi amor, yo voy a arrojarlo al lago como símbolo de esencia encantada y que perdurará en mi alma.









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