Escritor por Miguel Gonzales
![César Vallejo, El Periodista – Diario UNO](https://diariouno.pe/wp-content/uploads/2018/04/397.jpg)
1. CÉSAR VALLEJO,
TROTAMUNDO DE LENGUAJE SENTIDO
El vate que nació en Santiago de Chuco, una
especie de comarca donde lo avasalló la pobreza y nació el deseo de observar un
mundo doloroso que lo marcaría toda la vida. Así iba entendiendo la razón del
existencialismo que el ser humano no estaba hecho para afrontar tanta impiedad,
rodeado por infortunios terribles en un océano llamado sociedad. Vallejo fue
alguien que sostuvo que la identidad humana no provenía de lo divino, sino de
lo esencialmente crudo que las relaciones sociales provocan en sus infinitas
vicisitudes. Por esta razón sus poemas no tienen límite de expresión verbal,
pues sus versos, su narrativa, teatro y ensayos tenían para seguir produciendo
la evolución humana que él percibía, pero la muerte lo cogió en la madurez de su
vida. Si hubiera seguido vivo y haber
muerto a una edad avanzada, en su Perú respirando su aire, como lo dijo
Pablo Neruda, hubiéramos heredado más un pensamiento amplio del mundo que
convivía. En Perú muchos no lo querían desde el punto de vista literario, peor aun cando publicó
«Trilce». Sabía muy bien que la convivencia aparatosa de la humanidad nacía en
la política, que desde aquí se regía todas las desdichas que el hombre puede
hacer y crear (eso lo vemos a diario con la evolución social y tecnológica
hasta este siglo XXI), por esa causa quería buscar una salida, una respuesta a
las desdichas miserables que sufría y afrontaba la gente, lo que le orillaba a
plasmarlo en sus poemas y narraciones (recordemos Paco Yunque, El vencedor,
Tungs teno). Sabía que lo que guiaba a la política era el epicentro de la
desgracia humana. Toda su obra literaria, por lo general, gira en torno a este
punto. Lo comprendió mejor cuando estuvo
por Europa. No dejaba de sentir consternación por él mismo y la gente indefensa
que no podía hacer nada contra los gobiernos, cuyas políticas egoístas velaban
por ascender más a un poder inútil. Lo comprendió cuando personalmente viajó
por Rusia, Alemania, Italia, y España. Esa marea de usufructo mercantil contra
el proletariado indefenso y pobre, sin poder, lo justificó desde sus inicios
poéticos cuando publicó «Los heraldos Negros». Por ser un joven que se dio
cuenta de esa maraña politiquera fue que estuvo en prisión a raíz de los
artículos que publicó en Trujillo en el diario «La industria» en 1920. Desde esa nobel época supo que si no
hubiera política que aspire al poder, el ser humano sería más feliz, viviría en
un paraíso que Dios le arrebató al ser humano. De allí parte su incomprensión a
la deidad porque los políticos, al margen de sus ideales, eran ferviente
creyentes de un Dios que conocían y no comprendía porque de esto, si en la
tierra, con todo el poder que adquirían, hacían más daño… ¿acaso Dios toleraba
eso? Era una incongruencia que no podía tener lógica. De allí que muchos de los
poema de «Los heraldos negros» haya esa crítica a un Dios que tolera esa
injusticia de aceptar al poderoso que abusa del débil.
Vallejo,
como todo escritor, se siente impotente e inconforme con esa realidad que la
política moldeó para crear una mundo social donde todos los poderosos con sus
fauces sedientas absorben la debilidad de gente que no tenía culpa de nada; el,
sabía que pertenecía a esa sociedad que lo hizo pobre, mísero y que lo hundió
en esa pauperrimidad en la que vivió, en aquella sociedad limeña de poderosos
que lo expulsó socialmente y que terminó en París, de modo igual. Solo conservó
a los buenos amigos que lo apreciaron hasta su muerte y una esposa que lo
valoró desde el fondo de su ser por la persona que fue.
Entonces,
la obra literaria de Vallejo, en especial, su poesía, no son más que la muestra
del itinerario que supo marcar bien, pero que la muerte truncó antes. De lo
contrario, hubiéramos tenido a un Vallejo en toda su producción y capacidad de
crear con su lenguaje duro, armonioso y preciso lo más elemental de su
apostolado que nos habría enseñado a conocer mucho más al ser humano. Aun así,
la ausencia fisca del vate huamachucano está en la presencia de sus obras
mundialmente conocidas, apreciadas y estudiadas por la crítica, lo cual ya es
un reconocimiento a esa labor inconforme de alguien que supo enclavar la razón
del existencialismo humano en una incompleta obra literaria… ¡en su poesía!
2. (ANTI)RELIGIOSIDAD EN «LOS
HERLADOS NEGROS»
Aunque ya es sabido la mezcla e incidencias
de las alusiones de Dios, Cristo, los clavos de la crucifixión, la fe, las
Marías que se van, y otros elementos de carácter bíblico, hemos reparado en
seis poemas que son vitales y que dan cuanta de la vitalidad deifica que se lee
en varias poesías, a los largo de sus seis partes, sin dejar de lado el poema
liminar que da nombre al poemario: Plafones ágiles, Buzos, De la tierra,
Nostalgias imperiales, Truenos, Canciones del hogar. Los poemas a los que
hacemos referencia son: Los Heraldos negros, El pan nuestro, Impía (De la
tierra), Amor prohibido, Los dados eternos, Amor y Dios (estos últimos
pertenecientes a Truenos). En ellos, sobre todo, hay un desarrollo donde se
mezclan imágenes y referencias de elementos religiosos-cristianos, se entrecruzan
versos de caracteres retóricos y coloquiales, es decir, el poeta utiliza
elementos estilísticos y formas tan comunes como clichés que se emplean
recurrentemente en la sociedad. Decir, por ejemplo, “Serán tal vez los bárbaros
de potros atilas;/ o los heraldos negros que nos mandan la muerte”; en
oposición a “…crepitaciones/ de algún pan que en la puerta del horno se nos
quema.”, notamos la antítesis de versificación y el cliché del pan que se quema
en el horno. Esto es una muestra de algunos elementos que se registran en los
seis poemas antes mencionados, de los cuales hemos seleccionado dos para su
análisis.
Sin embargo, antes de ir por el sondeo de la
interpretación poética de los poemas elegidos, se tiene que entender por qué la
alusión de los temas cristianos en la poesía melancólica que obedece a la vida
real de Vallejo que entrelaza una divinidad cristiana que engrandece su
literatura por sus elementos, a veces, disimiles en cuanto a los significados
Realidad oposición Divino. Entendemos que la vida de Vallejo fue marcada por
carencias en su pueblo natal Santiago de Chuco, y que su infancia, junto con
sus hermanos fueron dedicadas al campo. Quizá esa primera forma de conocer la
vida, seguramente las precariedades económicas fueron un inconveniente ante los
numerosos hermanos que tuvo le hizo entender una concepción especial de la
realidad que le tocó afrontar y que no escogió. Adicionalmente, el aspecto
religiosos en el que se formó creyendo en un Dios bueno que perdona los
pecados. Entonces, la pregunta es, como lo anota Carlos Caballero Alayo en su
trabajo «El tema de la vida de Los heraldos negros», cuando se pegunta ¿Si
creía en la existencia de un ser Supremo o no? (1). Él mismo se responde cuando
explica: «Nacido en una comunidad en la que la religión
ocupa un lugar en casi todas sus actividades y de abuelos sacerdotes, es de
esperar que la fe en la divinidad sea algo natural en él». Pero dice que tiene un una visión más amplia para explicar
la existencia de Dios porque le da una interpretación más personal a la Biblia.
Nuestro parecer es que realmente Vallejo sí creían en el catolicismo que se
profesa en el Perú; pero lo que hace en sus poemas es constatar cómo el dolor
humano, ese sufrimiento del mismo hombre tan duro para el trabajo, para la
pobreza, para la política, los abusos, el genocidio, las masacres de los
indígenas y que el Dios que tantos creen bondadoso, pues rezarle Padres
nuestros, no los ayude y se apiade de
nosotros, no era lo que el vate huamachucano creía que podía ser realidad, pues
la creencia del ser Divino es tan abstracto que lo abstracto no se toca ni
siente y mucho menos existe aun cuando se sabe que esa divinidad intangible no
pudiera hacer algo por alguien. Por esa razón Vallejo explora ese subjetivismo
en su poesía aludiendo con metáforas, antítesis y parafraseos algunos versos
con la inexistencia de ese Dios que nuca hará nada por su creación, como lo
menciona en «Los dados eternos». Este enlace entre lo divino y real de las penurias
que tiene el hombre lo hacen escribir esos textos que lo vinculan a un Dios
inmaterial que solo está en el significante de la expresión, pero que no se
materializa como ente real, pero sí con un significado de lo que Dios significa
en la Biblia, a través del sacrificio de su hijo en la cruz. Una vez más no
encontramos con esos elementos claves que figuran en varios de los versos que
escribe y los vuelve realidad para oponer: Dios (arriba) y humano (abajo). Una
especie de superioridad que abusa de su poder divino con los humanos que sufren
el día a día de los sucesos buenos y desastrosos que les ocasiona la existencia
diaria, hasta el fin de los tiempos, si es que llega ese fin del mundo, tan
mencionado en el Apocalipsis.
Toda esta formas de expresión que hemos
venido diciendo lo notamos en verso como: “Golpes como el odio de Dios, como si
ante ellos,/la resaca de todo lo sufrido/ se empozara en el alma…” (Los
heraldos negros), “Amada, esta noche tú te has crucificado/sobre los dos
maderos de mi beso” (El poeta su amada),
“…/tuve a mis ojos de Magdalena, toda/ la distancia de Dios… y te fui dulce”
(septiembre), “Señor, estaba tras los cristales/humano y triste de atardecer;/y
cual lloraba tus funerales esa mujer” (Impía), “Perdóname, Señor: qué poco he
muerto!” (Ágape), “¡El pan nuestro de cada día dánoslo, Señor!” (El pan
nuestro), “Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;…/Dios mío, si tú hubieras
sido hombre, /hoy supieras ser Dios” (Los dados eternos), “…y que yo, a manera
de Dios, sea/ el hombre que ama…” (Amor), “Oh, Dios mío recién a ti llego,”
(Dios), “Yo nací un día en que Dios estuvo enfermo.” (Espergesia). Como se
aprecia todas estas variantes son formas entre lo real y ficticio, entre lo
material e inmaterial, pero que manejan una mezcla de fusión en los versos que
lo funden en una sola entidad: que Dios está en la vida del hombre, en la misma
tierra y que ambos deben sufrir lo mismo. Al menos esa es la finalidad en los
poemas, sobre todo aquellos que se refieren a Dios y los extractos de versos
antes mencionados lo confirma, pues le dan intensidad, tanto en la eufonía como
el manejo del léxico cuando alude al estilo del modernismo influenciado por
Rubén Darío.
Estos versos que sufren una alteración de lo
cotidiano también sufren una alteración en la forma de la expresión poética.
Eso quiere decir que los versos manejan una interpretación personal, pues si
están dentro de un contexto que desde el
inicio al final se nota el sufrimiento, la nostalgia del pasado heredado por lo
familiar, estos extractos de versos reflejan la honda humanidad que el
Yo-poético anuncia y es tanto el desgarro humano que se percibe el sufrimiento
inmisericorde, pues si en la Biblia se percibe las dadivas de un Dos
misericordioso, Vallejo alude que no todo es así, puesto que los mismos versos
de raigambre religioso, en la literatura (poesía) cobran un valor nuevo: lo humano se mezcla con lo religiosos / lo
real (el hombre que sufre) con lo mitológico (la ficción literaria de la historia
bíblicas). Toda esta compleja gama de elementos versados son la raíz y la
fuente de la capacidad intrínseca de la concepción de Vallejo de lo que para él
representa la vida por un lado y la religión, por otro. Esta génesis es lo que
será después la inserción de los neologismos de «Trilce», una experimentación
en los Heraldos negros (2).
Si nos percatamos que cada verso de distinta
índole, en cualquiera de los poemas que escribe Vallejo, tienen siempre su
relación bíblica, una serie de ideas que nos da a conocer, de distinta manera,
lo mismo cuando dice, por ejemplo: “Yo nací un día/que Dos estuvo enfermo”
(Espergesia); y si lo cotejamos con el siguiente: “Amor, ven sin carne, de un
icor que asombre;/ y que yo a manera de Dios, sea hombre,/ que aman y engendra
sin sensual placer”. (Amor); así vemos otro de similar temple como el que
sigue: “Dios mío, estoy llorando el ser que vivo.” (Los dados eternos); otro
que sigue la concatenada expresión: “Quédate en la hostia/ ciega e
impalpable/como existe Dios”, (Para el alma imposible de mi amada); otros
versos: “¡Porque se habrá vestido de suertero/la voluntad de Dios” ( Las de a
mil). “Señor! Estabas tras los cristales/humano y triste de atardecer;…”
(Impía). Así notamos que los versos tienen una relación esparcida en poemas
distantes de tres, cuatro, o cinco en relación de unos con otros, pero se nota
que el leiv motiv de toda esta zaga
no es otra que su fundamental relación de Dios partiendo del sufrimiento
humano, no como un ser Divino que goza de mucha ampulosidad, sino de algo
entristecido que se somete a lo que tiene de sufrimiento el ser humano, eso
quiere decir que Dios es tomado como un personaje de aquí abajo como lo pudiera ser Juan,
Antonio, Miguel, Alberto o cualquier sustantivo propio en nuestro vivir
cotidiano. Cada caso anotado anteriormente es la muestra palpable, definitiva,
que Dios no es el ser Divino que creemos, sino que es un ente sobreviviente a
la mente humana y aquí entramos a tallar un poco en Materialismo Dialéctico
donde Dios no es todo divino, sino un ser de lo cotidiano, de nuestra vida
mundana. Vallejo lo entendió así y de allí su relación tan desgarradora con
nosotros mismos. Bien pudiera decirse un Yo-poético como muchos otros aluden en
sus emociones subjetivas. En cambio, Vallejo, no. Él crea un Yo-poético sui generis relacionado a su unión con
Dios como si Dios fuera alguien cercano a él y lo mira y palpita de cerca todo
el sufrimiento de su ser, algo así como decir: Juan yo sufro por mi desgracia
familiar; pero en lugar de Juan aludo al nombre propio de Dios, Señor, Cristo,
por ejemplo cuando dice: “Son las caídas hondas de los Cristos del alma”, (Los
heraldos negros), o “Yo te consagro Dios porque amas tanto” (Dios).
Entonces, podemos decir: “Hemos caído
junto los Gálvez en una gran desgracia” o “Yo te perdono porque eres bueno con
nosotros”, respectivamente. Sin embargo, la poetización de Vallejo, unido al
sustantivo propio de Dios, le une retoricismo tan especial y bien encuadrado
que tanto la eufonía como la métrica dada en sus distintos poemas, lo toman
como un recurso polimétrico en distintos verso al que hemos aludido porque Dios
cumple una función desdoblada, cualquiera sea la funcionalidad del significado
connotativo o estilístico. De cualquier modo, va encuadrar donde se lo equipara
dentro de la idea que se plasma en el poemario (3).
Nosotros
entendemos que la obra de «Los heraldos negros» es muy nutrida en la
versatilidad del parafraseo que se convierte, estéticamente, perfecto al
momento de versificarlos, incluyendo la idea de Dios como hemos anotado. Pero
hay un detalle elemental, intrínseco, en la redacción de este poemario
vanguardista. Se trata de un tipo de oralidad que se percibe en las poesías
donde el Yo-poético cuenta las hazañas de la gente pobre como si Vallejo
estuviera en todos los seres que menciona de un modo tácito y que involucra a
muchas formas de dramatismo-lírico-poético. El detalle es qua a través del
lenguaje que vimos anteriormente donde se funde lo coloquial y lo estilístico,
lo épico que se puede entender en los poemas de vallejo, no al estilo medieval,
sino al popular, radica en lo hondo de los versos donde cualquier persona que
él pueda representar en todos los parafraseos que quiera, muestra ese profundo
devenir de sufrimiento humano que lo puede padecer cualquier persona y como
todo peruano que se sumerge en sus frases tan cotidianas alentados por la
divinidad, Vallejo lo supo entrever perfectamente en los versos que supo darles
melodías en la terminación de versos asonantes y consonantes. Así como lo anota
Pablo Guevara: «Busca una Poesía que sea capaz de contener las encontradas
emociones de una conciencia al mismo tiempo
que su condición social (sus reales condiciones de existencia peruana/provinciana serrana o
lo que fuera) frente al oscurantismo y ambigüedad de lo criollo que trabaja el
lenguaje con máscaras» («11 Ensayos valllejianos», 1993, pp. 59,60), entonces,
Vallejo ve la Poesía como un ser vivo para que exprese sus ideas a través de
varios Yo-poéticos en distintas circunstancias, incluyendo aquellas que son
propias y más cercanas a su intimidad familiar, pues la miseria que cuenta en
cada uno de sus pomas que llegan hasta «Trilce» son las heroicidades de la
gente pobre que, como él, ha sufrido y
avanza con mucho valor para enfrentar a los monstruos que son pobreza, abuso social
frente del más poderoso, la injusticia que conoció y la severidad de una
sociedad que nunca entendió y fue
infausta con él. Y todo lo cuenta con esa oralidad que conmueve cando un abuelo
te narra una historia propia de sus experiencias ancestrales. Allí radica la
belleza de la poesía vallejiana, en esa forma tan natural y honda de un
contador de desdichas que lo embellece con unos versos llevados a una métrica
tan exacta a través de muchas imágenes comunes y literarias que hacen de estos
poemas especiales en cuanto cada palabra dentro de sus versos. Esa
funcionalidad es exacta, pues cada
palabra cumple, con su significado, un armado preciso, pues si faltara una, el
poema carecería de estética. Así pondremos unos ejemplos: “Vengo a verte pasar
todos los días/vaporcito encantado siempre lejos…” (Bordas de hielo), como se
observa en ambos versos los verbos “verte” y “pasar” tiene una concatenación
con “vaporcito encantado”. Se entiende que la fluidez de ternura brota cuando a
un abuelo cuenta una anécdota que lo va
a entretener. Otro caso: “Roja corona de un Jesús que piensa/trágicamente dulce
de esmeraldas” (Deshojacion sagrada), lo intenso de esta descripción está en
roja corona Jesús y en lo trágicamente
dulce aquí lo cruel de la sangre se ve endulzado con calma al mencionar que esa
tragedia es necesaria para clamar a Jesús, es una antítesis que colma de
sosiego a ese dolor inmenso, lo que un niño entendería tranquilidad para no
entender lo brutal de la situación. Un último caso de los muchos que encontraos
en Los heraldos Negros: «Amada, esta noche tú te has crucificado/sobre dos
maderos curvado de mi beso» (El poeta a su amada), en estos versos entendemos
que “Amada” y “crucificado”, un término es sublime y el otro aterrador por lo
que significa la crucifixión y “curvado” y “beso”, también se comprende cómo lo
dulce reemplaza a las palabras terribles que pueden ser insensibles. Todo esto
lo disfraza, una vez más, para cubrir el dolor por lo bello y todo nos parezca
encantador cuando en el fondo hay mucho dolor que hay que cubrirlo de algún
modo. Esas palabras son claves en toda la poética de Vallejo para suprimir esa
aflicción para que sea algo digno de contar; es allí donde radica la oralidad,
nos cuenta cómo por cada poema hay candilejas que muestran el bien y el mal
unidos en la vida humana que nos lleva a un punto: la mácula religiosa en todos
sus ámbitos.
Por todo lo que
apuntamos en esta parte del estudio de «Los Heraldos negros», comprendemos que
la religiosidad en la poesía es una
fusión única que radica en la eufonía y la métrica con la que cada verso de los
67 poemas son uno solo y que Vallejo supo ordenarlos de acuerdo a la intensidad
de cada momento. Por ende, ese valor estético es el resultado de un hermoso
poemario que nos seduce por las palabras precisas y una sintaxis que armoniza
con los versos en una macroestructura de ideas sobre el verdadero propósito de
Dios en la tierra: Un ser que convive con los seres humanos para constatar «que sientes nada por su creación» (Los dados
eternos). A todo esto, Vallejo le da un perfil humano porque, al final de todo,
Dios es invención humana y no divina, aunque la religión como credo es ciencia,
pero el vate liberteño nos explica lo contrario en muchas de sus poesías. Por
eso, Camilo Rubén Fernández-Cozman explica, a través de Ángel Rama, que no haya
nada de modernismo en la poesía de Vallejo: «El modernismo hispanoamericano de
Rubén Darío es una de las muestras del estilo separativo porque, según Rama
implica la especialización del trabajo porque aísla el lenguaje de la poesía
en relación con el léxico coloquial y cotidiano, hecho que se observa, sobre
todo, en «Prosas profanas» (Fernández
Cozman, 2018, pp. 22,23) (4). Por esta razón, el vanguardismo de Vallejo nunca
fue entendido por los críticos de la época (1918-19) y su valorización
literaria haya sido reconocida
tardíamente. Pues esa temática innovadora para esos años de inicios del siglo
XX: verso libre, tendencia a romper con lo clásico, ir en contra de lo
establecido por la poesía y que la gente creía como modelo único, desvirtuar el
lenguaje para crear una nueva forma de expresión, más real, alejada de los
simbolismos románticos y oníricos, pensamiento más arraigados a la condición
humana, entre otros aspectos, fue icono predominante en este vanguardismo
latinoamericano que rompió con cualquier canon sublime que se heredó por mucho
tiempo, siguiendo modelos europeos. Ese es valor genuino de la poesía de
Vallejo.
3. DOS POEMAS DECISIVOS EN LA (ANTI)RELIGOSIDAD DE LOS HERALDOS NEGROS
Hasta ahora hemos entendido una
interpretación cercana del porque la poesía de Vallejo tiene esa mezcla de
Dios/Hombre. Ese apego intrínseco/extrínseco cuyo factor semántico nos muestra
sintácticamente las palabras idóneas en la métrica que desencadena en un ritmo
elocuente en cada uno de sus versos. Ahora, hemos tomado dos poema claves que
insertan la idea de Dios como un ser más humano que divino. Dentro del
conglomerado de poemas, en sus seis partes, hemos seleccionado dos que son
fundamentales en el concepto de Dios para Vallejo, pues cada verso no se
desliga del otro hasta comprender que ambos poemas son una pequeña Biblia, no
de la Deidad, sino del Hombre: «Los dados eternos» y «Dios». Ambos poemas
pertenecen a «Truenos». Aunque hay otros que pertenecen a esta sección y que,
de igual modo, presentan la clave para dar con este punto neurálgico de la
visión de un Dos no celestial, como «Pan Nuestro» y «Amor Prohibido», así como
el poema que da título al libro, «Los heraldos negros», los cuales ya se
mencionó.
Entonces,
iniciaremos el análisis con el primer poemario.
LOS DADOS ETERNOS
Dios mío, estoy llorando el
ser que vivo;
me pesa haber tomándote tu
pan;
pero este pobre barro
pensativo
no es costra fermentada de
tu costado;
tú no tienes marías que se
van.
Dios mío, si tu hubieras
sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que siempre
estuviste bien,
no sientes nada de tu
creación.
Y el hombre sí te sufre: el
Dios es él.
Hoy que en mis ojos brujos
hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas
tus velas,
y jugaremos con el viejo
dado…
Tal vez, ¡Oh jugador! al
dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la
Muerte,
como dos haces fúnebres de
todo.
Dios mío, esta noche sorda,
oscura,
y no podrás jugar, porque
la Tierra
es un dado roído y ya
redondo,
a fuerza de rodar a la aventura
que no puede parar sino en
hueco,
en el hueco de inmensa
sepultura.
En primer lugar, en el poema se ve la
aclamación a un Dios que mira como un hombre a su amigo, sufre por las
desdichas que le sucede. En este sentido parte del cliché coloquial Dios mío,
que es una reminiscencia del lamento humano, más popular todavía cuando se sabe
que la gente peruana invoca estas palabras cuando sufre asombro o desgracia alguna;
esto se une al desgarro humano por la súplica desfalleciente cuando dice: Estoy
llorando el ser que vivo. Esto quiere decir que el Yo-poético (Vallejo) se
siente tan mal por lo que la vida le ofrece en su vivir cotidiano que no logra
entender por qué desgracia alguna lo atormenta solo a él y finaliza con la
forma deíctica de “el ser que vivo”. En este primer verso la concatenación es
perfecta e intensa con solo leer cada palabra, por tal razón la metonimia es
ingeniosa, pues Dios mío (formula coloquial) es la causa de “lloro el ser que
vivo” (forma estética) que es el efecto. Desde el primer momento esto funciona
en el significante del lector y lo impulsa maquiavélicamente a seguir porque
ese Dos no es bueno. Este primer impacto se une a los tres siguiente versos (2,
3,4) que simplifica y terminan de impactar por su connotaciones semánticas: “Me
pesa haber tomándote tu pan”, aquí los verbos forma un pluscuamperfecto
compuesto que hace inferir los siguiente: el infinitivo “haber” nos pone en un
presente, y nos traslada al mismo tiempo
a un futuro con el siguiente verso “tomándote” que se intuye llegará
progresivamente con: “Haber tomándote”. Toda esta parte finaliza con la
personificación penetrante: “barro pensativo”; pues el hombre nació del barro;
y la hipérbole: “costra fermentada de tu costado”, alusión a la costilla de Adán donde, según la
mitología hebrea, nació Eva. Estas imágenes bíblicas son la idea para entender
que el hombre es humano y Dios también porque el barro y las castillas son
elementos que son de la tierra y no de ningún limbo celestial donde no hay Dios
alguno. Y la reacción final donde la primera estrofa termina de un modo
trepidante cuando le dice a Dios: “Tú no tienes Marías que se van”, pues esta
paradoja, aparente en esa contradicción, pero fundamental, le increpa a Dos que
no tiene Marías que se van, pues nunca se supo de dónde apareció Dios, solo
para hacer la creación, es decir, no se sabe cómo vino al mundo porque es una
idea abstracta, en consecuencia, Dios no existe, pues no tuvo una madre que se
le conozca, así como Jesús-hombre, tuvo una madre llamada María. Aquí radica
una antítesis perfecta en el significado de este verso final de la primera
estrofa: Jesús (hijo)-María (Madre)/ Dios (hijo)- X (Madre). Por eso Dios, en nuestra
vida, es una alusión para invocar la ayuda de cualquier otra persona, como
explicamos anteriormente.
Cuando
nos referimos a los versos 6, 7, perteneciente a la segunda estrofa, la idea de
Dios se desmorona, pues el Yo-poético da una alusión de modo indefinible y
tremendo a no dudar: “Dios mío, si hoy hubieras sido hombre,/ hoy supieras ser
Dios”. Nuevamente nos encontramos con la anáfora “Dios mío”, que también se
repiten en la cuarta y última estrofa. Las conjugaciones verbales son
fundamentales en ambos versos, “hubieras” y “hoy”. Primero alude a un pretérito
pluscuamperfecto para alejarlo de una realidad y sumergirnos en un pasado
ignoto y al verbo infinitivo “hoy” que es un presente cercano, actual. En estas
reminiscencias temporales, semánticamente se nota una antítesis connotativa:
Dios (Jesús) vivo en el pasado y el hombre sigue viviendo hasta ahora, pero la
intensidad de la expresión hace notar que el hombre (Jesús) fue pasado y que
Dios vive en la actualidad. Ahí radica la fuerza y el desdoblamiento de los
versos que indican a un Dios que no es más que el hombre, pasado y presente,
son lo mismo, pues el hombre existía en tiempo de Jesús y la Idea de Dios aún
persiste en el presente, por eso la idea que nunca hubo distancia ni de tiempo,
espacio y menos humanidad, pues Dios es humano porque lo inventó el mismo
humano. Los versos 8, 9 se unen en una sola expresión al manifestar que Dios
nunca tuvo dolor, pues no puede tener dolor lo que no existe. Aquí, los
adverbios “nada” y “siempre” son fundamentales, ya que la magnitud de la
expresión de no existencia (nada) hace referencia que todo sigue igual
(siempre) porque son fundamentales cuando se unen a los verbos “estuviste” y
“sientes”, el primero desencadenará en que Dio siempre vivió bien y nunca
sufrió; en cambio “sientes”, se entiende por dolor y agobio, por eso nunca
entendió como son los sufrimientos del ser humano en una sociedad cruenta que
no se apiada del abandonado (pobre) el cual una vez Jesús (hijo de Dios) ayudó.
Esta metonimia bien profunda en su significado tiene la causa de que Dios vive
sin problemas y el efecto que su creación, los seres humanos, sufren sin piedad
las adversidades de sus existencias. Y el verso 10 trepidante como certero
golpe en el talón de Aquiles, fulmina explicando que Dios realmente no existe,
pues como lo veníamos diciendo, la segunda estrofa finaliza: “Y el hombre si te
sufre: el Dos es él”. Aquí notamos la explicación porque Vallejo sí era
creyente, pero tenía una fe interna, es decir, todos lo infortunios del hombre
son terrenales y no divinos. El ser humano podía ser bondadoso pero con el
prójimo como lo menciona en todos sus poemas que de alguna manera son
humanitarios, incluso en «España aparta de mí este cáliz» y «Poemas humanos»
(sugerente este título según lo que estamos hablando). Por ende, el Dios es el
hombre que vive para ayudar a los demás y hacer entender que no debería sufrir
por las maldades de otros u otras causas que hay que enfrentar. Esta es la base
de la primera parte del poemario.
En
segundo lugar, ya adentrándonos en las dos ultima estrofas, empezaremos
diciendo que la tercera comienza con los versos 11, 12, 13, 14 en donde se
funde una expresión más mesurada, de una explicación consecutiva que nos da un
orbe más alejado a la divinidad, pero fundamental para entender la explicación
de las dos primeras estrofas. Es así: “Hoy que mis ojos brujos hay candela, /
como en un condenado,/ Dios mío, prenderás todas mis velas,/ y jugaremos con el
viejo dado…”, aquí partimos de otros elementos malvados dentro en la mitología
hebrea. Según esta creencia, Dios es el bien; sin embrago, aparece la otra
parte de la historia: el mal. Aquí nos detenemos en los sustantivos “ojos
brujos”, “condenado”, “Dios” y “dado”, estos elementos son calves para entender
que el Dos que es terrenal y humano igual que el hombre; nos encontramos con su
ponente, el Diablo o Lucifer, entroncado en el término Condenado. Según la
mitología, este ser perverso que quiso seducir a Jesús, habita un mundo plagado
de llamas al que se denomina Infierno. Así como Dios es terrenal, este ser
también lo es, por eso juega los dados de la suerte de la vida iluminado por
una vela encendida cuya llama connota el Infierno. El Yo-poético ahora quiere
ser el Demonio o condenado que de igual manera habita la tierra con la
finalidad de echar la suerte de la humanidad a lo que venga, objeto de ello son
los puntos suspensivos que connotan incertidumbre, y el dado es tan viejo que
se colige que esa antigüedad tiene muchos siglos. Estos cuatro versos son una
secuencia de Anáfora y toda la metonimia de esta expresión nos señala solo un
tema: la maldad que hay en el mundo y que el Dios Terrenal tiene que luchar con
el fuego (las velas) e intentar hacer algo por salvarnos, he de ahí el “Dios
mío”, otra vez, la súplica que está en todo el poema. Y la culminación de este
acto finaliza con: “Tal vez, ¡oh jugador! al dar la suerte del universo
todo,/surgirá las orejas de la Muerte,/con dos ases fúnebres de lodo.», es así
que “jugador”, “universo” y “muerte”, como sustantivos, determinan que todo
ello representa la Muerte (con mayúscula la M) lo que nos hace referencia que
Muerte es sinónimo de Lucifer y que todo el universo, el mundo está plagado de
lodo, inmundicia y maldad que nadie puede acabar y menos destruir porque está
de un modo ubicuo en todos lados hasta la muerte y nada cambiara, de allí que
haya la expresión “con ases fúnebres de lodo”, es decir, fúnebre que es la
muerte de todos, del lodo (el hombre salido de la costilla fermentada) como es
nuestro final definitivo. También el demonio está inmiscuido en la supuesta
creación de Dios. Entonces, se deduce: ¿todo es este mundo bíblico existe? La
duda queda, pero Vallejo lo supo interpretar según las referencias de los
libros sagrados.
El
cuarto y último párrafo es una expresión desde el inicio hasta el final, una
reflexión que nos conduce a pensar que nuestra suerte en el mundo es incierta
hasta llegar definitivamente a la muerte: “Dios mío, esta noche sorda, oscura,/
ya no podrás jugar, porque la tierra/es un dado roído y ya redondo/ a fuerza de
rodar a la aventura,/que no puede parar sino en un hueco,/en el hueco de
inmensa sepultura”, en esta antítesis nos percatamos que Dios (quien vive en un
reino celestial, de luz) ahora se encuentra en un modo oscuro que es la tierra
y que como todo ser humano tampoco tiene un destino determinado porque no es
omnipresente ni omnipotente, sino un ser humano como todos que tenga que vivir
con la vida que le toque y morir y ser sepultado como cualquier otro hombre.
Las imágenes perfectas de “noche oscura”, “rodar a la aventura” “que no puede
parar sino en un hueco” (después de rodar el dado) e “inmensa sepultura” son
fundamentales. La primera, “noche oscura” la vive cualquier humano, no hay
creación hecha por Dios. La segunda, como todo hombre vive las desdichas y
alegrías del ser humano. Y la tercera, todos vamos a una tumba con o sin
lápida, pero al decir “inmensa”, puede ser cualquier parte del mundo.
Esta
visión antidivina de «Los dados eternos», muestra como Dios no es más que la
imagen de cualquier ser humano en un mundo donde conviven el Bien y el Mal y
que la idea de Dios es solo una visión de lo que se quiere creer. Ahora bien,
el otro poema a ver, es más directo al descubrimiento de lo que es Dios, sobre
todo por la visión terrenal de su vida.
DIOS
Siento a Dios que camina
Tan en m, con la tarde y
con el mar.
Con él nos vamos juntos.
Anochece.
Con él anochecemos.
Orfandad…
Pero yo siento a Dios. Y
hasta parece
Me dicta no sé qué buen
color.
Como bue hospitalario, es
bueno y triste;
Musita un dulce desdén de
enamorado;
Debe darle mucho corazón.
Oh, Dios mío, recién a ti
me llego,
Hoy que amo tanto en esta
tarde; hoy
Que enla falsa balanza de
uso senos,
Mido y lloro un frágil
Creación.
Y tú cuál llorarás… tú,
enamorado
De tanto enorme seno
girador…
Yo te consagro Dios, porque
amas tanto;
porque jamás sonríes;
porque siempre
debe dolerte mucho el
corazón.
Lo primero que se observa en este poema es la
Sinestesia en la que la idea de Dios tiene un sentido vivo y humano, una
compañía que el Yo-poético siente, vive, se complace y toca (sabemos que Dios
es un creencia abstracta). Esa primera intensión nos enseña que la divinidad es
muy humana, pues las preposiciones “tan”
y “con” en el segundo verso, nos muestra esa intensidad que la existencia está
dentro de uno y en compañía de uno. Esas dos preposiciones son básicas para
adentrarnos y decir que la idea de Dios es muy terrenal cuando se enfrenta a lo
cotidiano y vive como todo humano en la
“tarde” y el “mar”. Con esta indicación notamos que el Dios celestial no es más
que el dios viviente del mundo que habitamos. Es decir, las escrituras Bíblicas
nos enseñan a pensar que Dios (Yahvé) fue un creador del mundo; pero uno se
pregunta y ¿quién creó a Dios?, la respuesta es obvia, el hombre como símbolo
de paz y poder. Es por eso que estos versos iniciales inciden que Dios es tan
humano porque nació de la mente humana. La idea se completa con los versos 3 y
4 cuando “Con él nos vamos juntos. Anochece. / Con él anochecemos. Orfandad.”,
entendemos que la expresión cabal, de ser singular a plural, muestra a la
deidad, no solo como parte del Yo-Poético, si no ahora formando parte de una
multitud indefinida (se infiere que de todo el mundo, pues Dios es ubicuo y
para todos), la que indica comparten la vida cuando ese Dios, como todo ser
viviente, camina por cualquier parte del mundo donde puede pernoctar en el
sitio que le coja la noche: y en esa soledad de la noche cuando se está
recostado en la cama se sietes solo y piensa en todos, por eso el adjetivo
“orfandad”, como en el caso anterior de «Los dados eternos», Dios está solo,
pues no tiene familia ni padres que lo acompañen o velen su sueño.
En la segunda estrofa, los versos iniciales,
5 y 6, vuelve al plano del singular, donde el Yo-poético accede: “Yo siento a
Dios”. El verbo infinitivo de un presente actual nos da la idea que Dios vive
con uno y ese sentir significa que lo palpa, lo mira, lo presiente, emociones que
una persona común tiene en relación por la cercanía o familiaridad con otras.
Una vez más nos encontramos con una Sinestesia. Pero esto continúa con un
encabalgamiento “… Y hasta parece/ que él me ha dicho no sé qué buen color.” El
encabalgamiento empieza con el verbo copulativo “parece” que indica que se
refiere a un ser vivo y continua con la expresión comentado algún tema que está
representado por el sustantivo “color”. Realmente todas estas expresiones
mencionan a un Dios vivo y cuán fácil sería
opinar que Vallejo con estas ideas tan
sui generis nos involucre en
una especie de testimonio de vivir con un Dios que creímos celestial. Por tal
razón, cuando expresa con intensidad “que él me ha dicho…” no hay más que
aludir a un ser humano que habla con el Yo-poético, es decir, con Vallejo, un
hombre simple que convive con Dos. Los versos 7,8 y 9 solo muestran una idea:
la humanidad de Dios cuando está triste y alegre, ya que ante cualquier
circunstancia, siempre palpita el corazón por lo bueno o malo y se ve
refrendado por el desprecio del amor, porque Dios también puede amar (se
entiende que a una mujer) cuando se expresa del siguiente modo: “musita un
dulce desdén de enamorado”, un enamorado muestra el susurro que le da a su
enamorada porque lo hace con ternura (dulce) y desdén ( a veces con pleitos de
enamorados). Toda esta connotación de sentimientos en estos tres versos finales
de la segunda estrofa son precisos para mostrarnos a ese Dios muy aferrado a la
angustia que toda persona tiene, que toda persona sufre y que toda persona se
apasiona.
Se inicia la tercera estrofa con el cliché
harto conocido por la gente, al menos peruana, cuando expresa: “Oh, Dios mío”
aludiendo a un infortunio que le va a suceder y le cuenta a su amigo llamado
Dios cuando expresa: “recién a ti me llego”, esta última es un retruécano
porque le da una expresión ingeniosa al decir definitivamente que recién ve a
su amigo y acude donde él para decirle algo. En los versos 11 y 12: “hoy que
ando tanto en esta tarde; hoy/que en la falsa balanza de unos senos” notamos
como el Yo-poético cuenta a su amigo Dios, en una tarde cualquiera, que está
enamorado de alguna mujer que, poco a poco, iremos descubriendo y que en el
trajinar de la vida solo se queda sumergido en la indecisión de uno senos que
no sabe si lo quieren. Todas esa metáforas: Balanza= indecisión; senos=mujer
que no sabe si dan amor, están perfiladas por el adverbio “hoy”, es decir de un
tiempo actual, ya que todo el poema indica un presente sin saber exactamente
cuál es el tiempo, puesto que Dios pertenece a todos los tiempos. Por eso
finaliza esta estrofa con una contundente Metonimia, sin lugar a duda, que
Dios, como humano, se equivoca: “mido y lloro una frágil Creación”, es decir,
que el Yo-poético se queja a su amigo Dios que llora y conoce una mujer (que le
llama Creación, como sustantivo propio, por ejemplo), cualquier mujer no
definida que está identificada por el articulo indefinido “una” (no se sabe).
En consecuencia, el Yo-poético y su amigo Dios, confidente de sus infortunios
es el compañero ideal que debe conocer los sentimientos humanos porque ese
amigo, definitivamente, es un hombre común.
Finalmente, la cuarta estrofa nos muestra en
el verso inicial, el 14, una personificación innegable que completa toda esta
idea del Dios humano como si habláramos de otra Biblia, la de Vallejo: “Y tú,
cuál llorarás…tú, enamorado”. Desde el inicio notamos que tanto El Yo-poético
(Vallejo) y su amigo Dios sufren por el amor de sus enamoradas, son confidentes
y ambos, como mejores amigos, confiesan sus sentimientos quebrantados por el
dolor del amor que sienten y nadie parece comprenderlos, además de conocer a su
doncella en la intimidad, porque aluden los senos que tocan: “… en la falsa
balanza de unos senos” (Yo poético) / “de tanto enorme seno girador…” (Dios).
Es evidente que ambas Metáforas indican la intimidad que ambos personajes han
tenido y que sucumben ante la duda que el amor les provoca. Y los versos 15,16,
y 17 acaban por decirnos que nuestro amigo Dios, una persona como otra, queda
aplastado por los sinsabores que la vida y que el amor ofrece: “Yo te consagro,
Dios, porque amas tanto;/porque jamás sonríes; porque siempre/debe dolerte
mucho el corazón.”,
vemos a Dios que sufre, llora y se desconsuela marcado por los tiempos
verbales “consagro”, “amas”, “sonríes”, “debe dolerte”, ya que todos ellos se
muestran en presente porque Dios vive en un presente y, como tal, algún día
tendrá que morir como todos; pero siente, ama, quiere, sufre, se congratula y
se emociona con todo lo que ve, por eso le duele el corazón porque tiene vida,
sangre y cuerpo que, una vez más, lo hace ser vivo. Todos estos pesares lo
siente Dios como su amigo Vallejo que presenció en su vida, en muchas de sus
inclemencias de las distintas circunstancias que lo marcaron como hombre y
poeta, desde las afrentas de su niñez por la pobreza, sus encarcelamientos
cuando fue joven, los vapuleos que sufrió por la publicación de «Los heraldos
negros» y «Trilce», sus viajes por Europa y de las barbaries de las que fue
testigo por la guerras que mataron a muchos. Esa idea hace que vea Vallejo a
Dio como humano, pues como él, el poeta hace de la divinidad una presencia que
también debe vivir como humano como lo hemos vivido todos en esta vida real (no
imaginara como la bíblica). Eso es Dios para Vallejo en sus distintos poemas,
cual si su Biblia personal lo escribiera, como un profeta de sus pensamientos.
4. CONCLUSIONES
En «Los heraldos negros» notamos que hay
muchos poemas que incluyen alusiones e imágenes referidas a la cristiandad
cuyos versos muestran una sintaxis envuelta con varias figuras estéticas,
muestra de ello los dos poemas que hemos analizado. Esa forma de entender la
métrica de la versificación vallejiana y su peculiaridad domestica hacen de
estos poemas una belleza en su contexto y nos dan a entender que la idea de
Dios, no solo es abstracta, divina y celestial; sino, también que Dios puede
ser un ser humano como todos y que siente, llora, ríe y sufre. Este es el
origen de Dios para Vallejo y cómo él lo concibe dentro de los sentimientos
humanos. Esa imagen engloba el macrotexto de la poesía de Vallejo que adopta
una forma estética diferente; y si a eso sumamos la eufonía de la que se
desprende cada verso en su lectura notamos que los poemas son aún más bellos en
su cadencia, sin rima y utilizando el verso libre cuyas silabas finales
sonantes y asonantes encajan a la perfección por el uso adecuado de sus
lexemas y precisión morfológica por lo
que no pierden su tonalidad. Esa amalgama de conjunciones eslabonadas una tras
otra, mantienen una peculiaridad en sí mismo y cuando se comienza a leer desde
el poema inicial, «Los heraldos negros», uno no se detiene hasta el último,
«Espergesia». Por eso la magia literaria de este poemario radica en el manejo
del leguaje como fuente principal de su léxico para la armonía del macrotexto
que lo hacen uno de los más bellos, desde nuestra perspectiva, de la literatura
mundial, dentro del género Lírico.
NOTAS
1. Carlos Caballero Alayo, «El tema de la
vida en los heraldos negros», artículo publicado por la revista Espergesia,
Universidad César Vallejo, en 2018.
2. Si aludimos a «La teología de la Libración» (1984) de Gustavo
Gutiérrez, anotado en la Tesis de Maestría
de Estudios Filológicos Superiores de Erick Sayes Zevallos, «Resemantización
del cristianismo en Los heraldos negros», entenderemos que la teología como
gente de saber religioso es como die: “los científicos sociales
latinoamericanos están empeñados en estudiar la cuestión partiendo de los
países dominados, lo que permitirá discutir y ahondar la teoría de la
dependencia”.
3. Pablo Guevara, «Constates en Vallejo»,
ensayo recopilado en el libro «11 ensayos vallejianos», publicado por la Universidad
Nacional de San Agustín, 1993.
4. Artículo, «Los estilos de pensamiento en Los heraldos negros, de César
Vallejo», Camilo Rubén
Fernández-Cozman, Universidad de
Lima, Lima, Perú, Bakhtiniana, São Paulo, 13 (1):
19-32, Ene./Abril 2018.
BIBLIOGRAFÍA
ARRIOLA GRANDE, Maurilio (1996), Diccionario
literario del Perú T. II, Editorial Brasa S.A. Lima – Perú.
AUTORES, varios (1993), «11
ensayos vallejianos», Centro de Ediciones Universidad Nacional de San Agustín,
Arequipa.
CABALLERO ALAYO, Carlos
(2018), «El tema de la vida en Los heraldos negros», Revista Espergesia, Vol. 5
Núm. 1 (2018): enero-julio, Universidad César Vallejo.
CÁCERES CUADROS, Tito
(2005), «Análisis e textos literarios», publicaciones Universidad Nacional de
San Agustín.
FERNÁNDEZ-COZMAN, Camilo
Rubén (2018), «Los estilos de pensamiento en Los heraldos negros», de César
Vallejo», artículo publicado en Bakhtiniana, São Paulo, 13 (1): 19-32,
Ene./Abril.
REVISTA COBRE (1993), «César Vallejo:
Homenaje en el centenario de su nacimiento», suplemento especial, Editorial
gráfica Pacífico Press, Lima.
SAYES ZEVALLOS, Erik Giancarlo (2015),
«Resemantización del cristianismo en los heraldos negros de César Vallejo», Universidad de Valladolid. Facultad de
filosofía y letras, España.
VALLEJO, César (1993), Homenaje a Vallejo,
VALLEJO, César (1987),
«Obra poética», Editorial La oveja negra, Colombia.