“…Y todo esto
sin soltar su querida bandera, paseándola triunfal por entre la lluvia del
plomo enemigo, asombrando a éste y exaltando a la ciudad, que veía en ese
hombre y en esa bandera la resurrección de sus esperanzas”
“EL HOMBRE DE
LA BANDERA”
Enrique López Albújar
Leer a Enrique López Albújar es leer al
representante del indigenismo peruano. En su obra se plasma el nacionalismo
de los indígenas que lo desconocían como tal y que solo en su mente existía la
idea de que nación era la tierra que los albergaba y les daba de comer. Antes
de hablar de nacionalismo es necesario dar a conocer
que se entiende por nación y se puede definir como el vínculo - nexo que une a
un pueblo a partir de un pasado común y que se proyecta en la construcción de
un futuro también común y que en su conjunto (ordenado) da lugar a un Estado.
El cuento “El
Hombre de la bandera” de López Albújar nos presenta un panorama muy paradójico
que fue en pleno proceso del conflicto de Perú y Chile (1879-1883), pues nos ubica en el distrito de Chupán, Provincia de 2 de Mayo (Huánuco), donde Aparicio Pomares enseña a los indígenas de
su zona y pueblos cercanos lo que es el Perú o la tierra que los cobija evocando
el nacionalismo, en el que deben estar unidos los indígenas y los mistis (hombre
blanco) y que si hay que afrontar la guerra debe hacerse por amor y no por
cumplir.
El problema más importante que hubo fue la
resistencia del indio a querer este Perú, lo que muchos reclamaron y que no fue
cultivado por muchos factores ya sean políticos, económicos, culturales,
sociales, etc. La cual menciona González Prada en su Discurso en el Politeama(1888):
“
Hablo, señores, de la libertad para todos, i principalmente para los más
desvalidos. No forman el verdadero Perú las agrupaciones de criollos i
estranjeros que habitan la faja de tierra situada entre el Pacífico i los
Andes; la nación está formada por las muchedumbres de indios diseminados en la
banda orienta de la cordillera. Trescientos años há que el indio rastrea en las
capas inferiores de la civilización, siendo un híbrido con los vicios del
bárbaro i sin las virtudes del europeo; enseñadle siquiera a leer i escribir, i
veréis si en un cuarto de siglo se levanta o no a la dignidad del hombre. A
vosotros, maestros d´escuela, toca galvanizar una raza que se adormece bajo la
tiranía del juez de paz, del gobernador i del cura, esta trinidad embrutecedora
del indio”.
López hace hincapié en esta guerra que
remeció el territorio peruano, moldeando los discursos sobre la "identidad
nacional", más que la propia Independencia. Esta guerra oprimió, destruyó,
a la costa y sierra afectando la agricultura donde el Indígena era la mano de
obra barata y resultaba ser la riqueza de la oligarquía que predominaba desde la
época colonial y coludido por gobernantes que los apoyaron (Echenique, Gamarra,
etc.). Tal vez, por un azar es que la conciencia nacionalista que surge en el
Perú después de la derrota ante Chile haya sido fomentada por esas mismas
clases altas que la padecieron por el hecho de querer recuperar lo perdido
(haciendas, cultivos, comercio).
En este papel importante de nacionalismo está
presente Cáceres ya que López Albújar presenta una fecha de agosto de 1883 ,
casi un mes después de realizada la batalla de Huamachuco (10 julio 1883) en la
sierra de La Libertad, donde participa
con ayuda de sus montoneros que
resultaron ser los indígenas que en su
actitud de sometimiento y con la firme intención de desligarse de esa opresión buscaban a un Inca que creían que llegaría , ¿Sería
ese Inkarri que vendría a salvarlos?,
por lo tanto, encontraron en Cáceres esa figura de amor a su tierra y que
ciertamente esta idea es presente en Pomares como un discurso de unión y
fortalecimiento nacional que años posteriores se presentaría en el Brujo de los Andes, como lo señala la
señora Antonia Moreno (esposa de Cáceres) en sus
memorias y recopilado por Wilfredo Kapsoli:
"Para los indios Cáceres era de reencarnación Inca, por eso se
postraban delante de él. Ellos creían que Cáceres era el continuador de sus
antiguos señores los Incas y, siempre que lo veían le querían rendir homenaje,
mezcla de cariño y gratitud. Le llamaban Tayta (padre, señor), con tanto cariño
que conmovía. Por eso en Pucará, pueblo de la sierra central, lo recibieron a
la usanza del antiguo imperio del Sol. Lindas comparsas de indios, lujosamente
vestidos, bailaban a su alrededor cantando y arrojando mixtura de fragantes
pétalos sobre nuestras cabezas y sobre el suelo que pisábamos".
Algunos estaban disfrazados, enmascarados daban fuetazos en el aire y se movían
alegre y lujosamente".
Por otro lado la
versión de los chilenos apuntando su artillería
de desprecio a los indígenas nos mencionan:
"... impórtales nada que gobierne el Perú Sancho, Pedro o Juan, pues,
siempre ellos, conservando instintivamente las tradiciones de sus mayores, se
creen los humildes súbditos de algún poderoso Inca".
La postura de Cáceres en la guerra con Chile fue heroica y
reluciente pero posteriormente a ella en su gobierno fue decayendo por
decisiones muy controversiales (Contrato Grace) en donde el nacionalismo se fue
perdiendo poco a poco para dar parte integrante de una dependencia externa
(Inglaterra) que soslayó la imagen de toda liberación, como lo presenta
Basadre.
“Solo
le faltó una cosa a Cáceres para su consagración que hubiese sido apoteósica:
morir en Huamachuco. Al ser salvada su vida hubo en ella una trasmutación, el
guerrero se volvió caudillo”
Ser nacionalista no excluye un profundo amor
a la humanidad entera. Lo lamentable y que López lo da a conocer con sus obras
es el racismo como parte de este pseudo- nacionalismo que se presenta, lo que
argumenta Cecilia Méndez en su artículo “De
indio a serrano: nociones de raza y geografía en el Perú (siglos XVIII-XXI)”
(2006) .¿Cuándo el término «serrano» empezó a ser sinónimo de «indio» en el
Perú? Es decir, ¿desde qué momento una concepción racial se hizo indesligable
de una geografía? ¿Cuándo, a su vez, «serrano» se convirtió en un insulto?; y
¿cuándo, por último, el adjetivo «serrano» se convierte en sustantivo?.