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viernes, 18 de enero de 2013

ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LA NARRATIVA: EL CUENTO HISPANOAMERICANO


Por: Miguel Gonzales Corrales.


ollantayaqp@hotmail.com



1. ANTECEDENTES

Sería muy extenso detallar la evolución de la narrativa hispanoamericana, hasta nuestros días. Para esto, tendríamos que remontarnos a estudiar la idiosincrasia de las grandes civilizaciones americanas, precolombinas, hasta la legada de los conquistadores españoles y sus crónicas. Pero la literatura propiamente americana surge con la independencia y la aparición de la República, en varios países del nuevo mundo. Por ello la literatura (en especial la narrativa) sólo podía ser de carácter político.

Sin embargo, la mejor literatura por convicción política, social y cultural, surge a raíz de la independencia de los diferentes pueblos hispanos. Los mismos hombres que hacían la patria, hacían literatura. En estas circunstancias, surge un Andrés Bello que junto al ecuatoriano José Joaquín Olmedo con su poema de 1825: “A la victoria de Junín”, además del cubano José María de Heredia, cuyas poesías se publicaron en Nueva York a partir también de 1825, inauguran lo que se podría llamar la verdadera literatura hispanoamericana. Posterior a esto, recién aparecería el Romanticismo, que llegó a cargo del argentino Estevan Echevarría con su poema largo “Elvira o la novia del Plata”. En estos parámetros, poco después surge la novela sentimental con el colombiano Jorge Isaacs. Así, la lista sería muy larga de enumerar porque tendríamos que pasar por la novela Histórica, la Épica, la Política, la literatura gauchesca y en especial, la literatura mexicana. Luego aparecería el Modernismo con el nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento (Rubén Darío) quien en 1888, con su libro “Azul”, inaugura esta corriente literaria. A éste, no haya que olvidar a figuras trascendentales como a los mexicanos Salvador Díaz Mirón y Manuel Gutiérrez Nájera; los cubanos José Martí y Julián del Casal y el Colombiano José asunción Silva, a lado del peruano José Santos Chocano. Luego aparecería, como un ícono desbordante, el uruguayo José Enrique Rodó con su libro “Ariel” de 1900, en el que desarrollo el ensayo narrativo. En esta misma líneas también se encuentran el mexicano Enrique González Martínez y el argentino Manuel Ugarte. Pero quien sobresalió mucho más fue Rodó por su filosofía moralista, incluso muchos de su sus admiradores y seguidores decidieron hacerse llamar “Arielistas”.

Con estas generalidades de la literatura hispanoamericana del siglo XIX, se tiene una visión de lo que se pretendía y los autores que más destrocaron. Cuando llega el siglo XX, el cuento hispanoamericano, no tuvo gran evolución. Algunos autores se ven envueltos por corrientes vanguardistas de un modo muy vago. Pero si se quiere encontrar autores que empieza a desarrollar el cuento con su especial dote literario, tenemos que citar al guatemalteco Javier Arévalo Martínez (1884-1975) y al uruguayo Horacio Quiroga (1878-1937).

En general, la narrativa hispanoamericana tiene una doble intencionalidad: El Vanguardismo y Realismo, que surge a raíz de los cambios sociales, las nuevas tendencias filosóficas y científicas anteriores a la Primera Guerra Mundial, formas que expresaron lo subjetivo, lo absurdo y expresiones que figuran en el Cubismo, el Dadaísmo, el Surrealismo y el Ultraísmo. Aquí, la narrativa, en especial el cuento, expresan una intuición poética de la realidad, no sólo a través del estilo, sino también a través de la estructura del relato, con unos personajes que se distancian en una individualidad concreta que revelan símbolos. Algunos de los escritores que manifiestan esta forma, son: el salvadoreño Salvador Salazar Arrué, quien reúne sus “Cuentos de Barro” (1933). En México, aparecen, Bernardo Ortiz de Montellano, con sus cuentos de inspiración onírica, titulados “El nacimiento de Venus”. A parte, cabe mencionar a tres escritores trascendentales, también mexicanos: José Martínez Sotomayor, Efrén Hernández y Agustín Yáñez, este último vinculado más a la novela. De estos tres escritores, quien tiene mayor trabajo en el cuento es Efrén Hernández porque en su antología “Cuentos” de 1941, la anécdota se subordina a los demás elementos textuales porque se desplazan hacia la periferia de las ciudades y lo estilístico es el verdadero organizador del relato. De Hernández, tienen influencia los dos cuentistas más originales de la siguiente generación: los mexicanos Juan Rulfo y Juan José Arreola. Otra figura importante en la elaboración del cuento es el uruguayo Filisberto Hernández, cuyo primer libro data de 1925 titulado “Fulano de tal” y una edición póstuma de sus obras completas que se inició en 1966 al que se tituló “Las hortensias y otros relatos”. De esta etapa, también aparecen escritores como: el panameño Bernardo Domínguez Alba, autor de “Todo un conflicto de sangre” (1946), “La boina roja” y “Cinco cuentos” (1954); el cubano Enrique Labrador Ruíz con el conjunto de relatos “Cuentos Gaseiformes”.

En el caso del Realismo, tenemos como los mejores escritores, por sus retratos de la sociedad a la que pertenecieron, al bonaerense Manuel Rojas, cuya trayectoria literaria la realizó en Chile, con libros de cuentos como “Hombres del sur” (1926) y “El delincuente”. En México aparece la figura de Francisco Rojas González, cuyo primer libro de relatos apareció en 1931 titulado “Y otros cuentos”. El dominicano Juan Bosch autor de “Camino real” (1933), “Indios” (1935), “Ocho cuentos” (1947) y “Más cuentos escritos en el desierto” (1964). El peruano José Diez Canseco, autor de algunos cuentos como “Jijuna”, “Gaina” y “El velorio”. El uruguayo Enrique Amorín escribió los siguientes libros de cuentos: “Horizontes y bocacalles”, “Historias de amor”. En cambio, a quienes podríamos llamar hijos de la revolución mexicana, son Juan Rulfo y José Revueltas, junto a ellos, aparece Rafael Muñoz, cuyas pobras sobresalen por su afán revolucionario, típico del México de esa época, en libros como: “El feroz Cabecilla” (1929) y “El hombre malo” (1930), sobre todo, su cuento “Un disparo al vacío”.

Unan variante del Realismo, es la corriente del Indigenismo, cuyo máximo representante es el peruano José María Arguedas porque los personajes que describe en su obra son auténticos. Además, de ser novelista, muestra cuentos de carácter sensible, respecto a los indios, tales como: “Agua” (1935), el cuento largo “Diamantes y pedernales” o los que pertenecen a “Amor mundo y todos los cuentos” (1967) y los magistrales relatos “El sueño del pongo” y “La agonía del Rasu Ñiti”. En México, Ramón Rubín presenta “Cuentos del medio rural mexicano” (1942) y “Cuentos de indios” (1954). En Guatemala aparece Mario Monteforte con libros como “Cuentos de tierras de indios” (1949). En Cuba aparece Lidya con “Cuentos negros de Cuba” (1940). Finalmente, se llega hasta a Venezuela con Guillermo Meneses autor de “Tres cuentos venezolanos” (1938) y “La mano junto al muro” (1951).

Y aparte, como referencia, de la línea temática del realismo, le dan un fuerte impulso al cuento, con mayor expresividad literaria y recursos socio intelectuales, los argentinos Leónidas Peralta con libros como “Cuentos realistas” 1925), “La vida” (1933); Roberto Mariani cuyos libros son “Cuentos de oficina” (1925), “El amor agresivo” (1926), “En la penumbra” (1932); y Roberto Arlt que dejó gran impresión en sus libros cuentos como “El jorobadito” (1933) y “Aguas fuertes porteñas”.



2. CARÁCTER DE LA NARRATIVA HISPANOAMERICANA CONTEMPORÁNEA

Indudablemente, el carácter en la narrativa hispanoamericana, siempre fue de innovación, ya que siempre se teorizó sobre las formas, estructuras y composición de un relato para encontrar la perfección artística. Esta teorización del relato, se fundó bajo la base de tres personalidades literarias, las sobresalientes, de la primera mitad del siglo XX, quienes fueron Alfonso Reyes, Jorge Luis Borges y Alejo Carpentier. Éstos marcaron el hito de la literatura contemporánea en Hispanoamérica, de una forma comprometida con su sociedad, su realidad y su política, que en lo posterior fueron temas que de desarrollaron en la literatura del Nuevo Mundo, sea cual fuera la época que se escribiera una novela o cuento. Desde Andrés Bello, hasta, por ejemplo, Jaime Bayly, la realidad es cruda y para poder subsistir en ella, en cualquier ciudad de Hispanoamérica que es toda Hispanoamérica, hay sacrificio, muy diferente a una realidad europea, y quien mejor que nuestros narradores para decirlo, a través de sus obras.

Sin lugar a duda, lo que ha marcado el auge de la literatura hispanoamericana, a parte de la temática que han explotado, es el factor del “Boom” latinoamericano que cobró una importancia intercontinental, es decir, aparecieron obras que muchos lectores, en todo el mundo, comenzaron a apreciar, lo que García Márquez alguna vez dijo, se trataba de un Boom de lectores, cuando conversó con Vargas Llosa en la Universidad Nacional de Ingeniería de Lima en 1967. Escritores como Alejo Carpentier, Juan Rulfo, Agustín Yáñez, Juan Carlos Onetti, Jorge Luis Borges, Augusto Roa Bastos, José Lezama Lima, José Donoso, entre otros, se vieron beneficiados por la aparición de este Boom (conformado por cuatro, escritores según, la critica: García Márquez, Cortázar, Fuentes, Vargas Llosa) que alimentó la gran creación que ya se venía escribiendo desde 1935. Todos estos escritores hispanoamericanos encontraron la manera de escribir de un modo muy diferente a lo que se venía escribiendo porque se empezó un proceso de transformación y renovación de técnicas literarias y recursos narrativos que se ajustaban a la nueva temática, hasta terminar en el fenómeno conocido como “La nueva novela” que quiere decir una gran madurez alcanzada por lo narradores latinoamericanos del siglo XX.

Y no sólo escritores pertenecientes a este Boom y La nueva novela de la literatura hispanoamericana, hubieron que escribieron contra ideas dictatoriales y con técnicas literarias que revolucionaron la literatura, sino que después de ellos, aparecieron más narradores de igual valía que los anteriores, en lo que el crítico Donald W. Shaw llamó el “Boom junior”, en los que se encontraban autores como el cubano Severo Sarduy, los argentinos Manuel Puig, Thomás Eloy Martínez, Manuel Mujica Laínez, los peruanos Alfredo Bryce Echenique, Manuel Scorza, Alonso Cueto, Miguel Gutiérrez, el uruguayo Jorge Galeano, el chileno Jorge Edwards, los mexicanos Fernando del Paso, Salvador Eliozondo y Gustavo Saínz, los venezolanos Salvador Garmendia y Adriano Gonzales León, entre los más destacados, que hacen que nuestra literatura se conocida en otros continentes.

No cabe duda, que el proceso de evolución en la literatura hispanoamericana seguirá mejorando aún más, tratando nuevos temas que la crítica enfocara con mayor interés, sin importar, quizá el academicismo que se ve en una obra, como alguna vez lo demostró Cortázar con “Rayuela”. La literatura es un arte y cono tal, en este caso la hispanoamericana, seguirá reflejando nuestras sociedades que se parecen. Como alguna vez lo dijo Carpentier, está en nuestros artistas poder lograr unificar nuestras letras.



3. REPRESENTANTES Y UBICACIÓN EN EL PROCESO NARRATIVO CONTEMPORÁNEO. UN ESCRITOR IMPORTAMNTE: JUAN JOSÉ ARREOLA

Al finalizar la primera parte, me había detenido en Roberto Arlt. En consecuencia, diré que entre 1944 y 1954 aparecieron las mejores obras de cuentos escritos, en lo que se refiere a innovación, que serviría de influencia para escritores posteriores. A partir de 1944 apareció “Ficciones”, de Jorge Luis Borges (argentina); “Dios en la tierra” (1944), de José Revueltas (México), “Varia Invención” (1949), de Juan José Arreola (México); “Bestiario” (1951) Julio Cortázar (Argentina); “El llano en llamas” (1953), de Juan Rulfo (México). Así, los polos norte y sur recorrieron una honda cuentística que involucró a toda América.

ARREOLA, en la mayor parte de su narrativa, muestra una flexibilidad y variedad, en todas las formas del cuento (excepto por la única novela que escribió: “La feria”). El estilo que muestra en su narraciones breves es de una cosmovisión amplia y la nota intelectual que lo singulariza, en relación a otros escritores de cuentos, porque realiza una transgresión del género. Diversos niveles de configuración como consecuencia de una serie de escalonamientos a través de hipérboles que miran lo superficial, como la alusión a los ferrocarriles. Sus cuentos tienen ese inesperado final de sorpresa o final abierto. Sin embrago, estas fórmulas que empela Arreola, son sutiles porque apela a la excesiva brevedad, a la inexistencia de elementos no reales, a la repetición obsesiva en el contenido del discurso literario. Este aspecto sutil del que hace alusión Arreola, es de menor o mayor grado porque lo que busca es un equilibrio entre narración y lector. Además de algunas notas y frases metaforizadas en las que predomina la sátira.

Sorprende, en sus cuentos, la riqueza de lecturas, que apoyan a que sus textos narrativos sean muy breves, hasta llegar a escribir apólogos, fragmentos de diarios, parábolas, epigramas, fábula, estampa, comentarios humorísticos que a veces van alejados de la literatura, más cercanos a la mas media. Que se une a una reflexión textual. Esto es un planteamiento de juegos que lo realiza en complicidad con el lector.

La clave de la propia obra del autor, está en la cláusula que él mismo dice: “Toda belleza es formal”. Es así, que la obra de este autor mexicano, se apoya en un escaso repertorio de figuras literarias rescatadas de la monotonía cotidiana, en lugar de la originalidad del léxico. El lenguaje anticonvencional y sustantivos de transmitir ágilmente una idea o un cosmos porque la selección y el engranaje resultan perfectos. Por lo que, la escritura resulta artesanal, alquímica, lanzada hacia lo fantástico, para mostrar una inquietud por lo real, por lo concreto.

En cuanto al aspecto temático, Arreola afirma que los temas de sus cuentos son la soledad, la convivencia, la imposibilidad del amor, ya que toda alma está destinada al aislamiento. La relación entre hombre y mujer está destinada al combate, la ambigüedad y la frustración. No sólo en esto se encasilla, sino que también adopta temas estéticos y filosóficos tratados de un modo elocuente y suave, como los que se refiere al drama del ser individual, la soledad, la nada, temas que tienen como fundamento las ideas de Sartre, Kierkegard. Heidegger. La brillante capacidad de síntesis, le permiten tener una intensidad en sus cuentos, valiéndole el mérito de ser uno de los cuentistas más importantes de Hispanoamérica.



4. CONCLUSIÓN

Por ende, la narrativa Hispanoamericana, siempre dará qué hablar en sus diferente géneros literarios, sobre todo, en poesía y narrativa. Es seguro, que hoy, pasada la primera década del siglo XXI, están apareciendo escritores que paulatinamente renuevan nuestras letras, mucho más allá de los que hoy, que son ancianos, han dejado. Por lo que tengo una gran fe en los narradores que dará Hispanoamérica. Así tengo noticia de muchos jóvenes que están produciendo buenas obras, promovidos por editoriales intercontinentales como son Alfaguara y Planeta (españolas).

Así también, aquí, en mi natal Arequipa, están sobresaliendo escritores muy interesantes, aunque de un modo regional, pero se ve el avance literario. Sólo me cabe esperar qué obras literarias hispanoamericanas desbordaran, con su conocimiento, el mundo.