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viernes, 30 de abril de 2010

CÉSAR VALLEJO, EL POETA METAFÍSICO



CÉSAR VALLEJO, EL POETA METAFÍSICO

Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar;
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.

César Vallejo
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EL TÓPICO METAFÍSICO EN LA POESÍA DE VALLEJO

Por Henry Rivas


El 15 de abril de 1938, fallecía, en París, el poeta peruano César Vallejo. Dejaba, quizás sin estar convencido, una de las obras más originales en la poesía del siglo XX. 

Para entender la temática ejercida por Vallejo, habría que entender, también, algunos conceptos básicos referidos al orden metafísico[1] de su poesía[2]. La estética planteada por Vallejo no obedece a la consecución del canon de su época ni a los moldes celebratorios de la poesía modernista, sino a la superación de este modelo y la búsqueda insidiosa de una poética propia. Esa lucha transformaría la forma de concebir la poesía y la propuesta de asumir el compromiso del intelectual no solo con su obra sino con toda su realidad.

  Denominamos "Metafísica"  a toda construcción sistemática doctrinal, a toda idea, &c., que, partiendo, sin duda, de un fundamento empírico lo transforma en una dirección, preferentemente sustancialista, tal que la unidad abstracta (es decir, «no-dramatizada», como ocurre en el caso de las construcciones mitológicas) así obtenida queda situada en lugares que están más allá de toda posibilidad de retorno racional al mundo de los fenómenos (ejemplos de ideas metafísicas, en este sentido, son los siguientes conceptos: Alma, Dios, Mundo como realidad total, Materia en el sentido del monismo, Espíritu Absoluto, Entendimiento Agente, Nada, &c.)[3]

El término de “metafísica” (1980: 403)[4] surgió en el siglo a. n. e. para designar una parte de la herencia filosófica de Aristóteles y significa literalmente, “lo que sigue después de la física”. El propio Aristóteles había denominado a esta parte de su doctrina filosófica— en opinión suya, la más importante—“filosofía primera”, que investigaba los principios superiores de todo lo existente, a juicio de Aristóteles inaccesibles a los órganos de los sentidos, comprensibles tan solo intelectivamente y necesarios para todas las ciencias. En ese sentido, el término de “metafísica” se utilizó en la filosofía subsiguiente. En la filosofía medieval, la metafísica se subordinó a la teología. Aproximadamente, desde el siglo XVI, junto al término de “metafísica” se aplicó con el mismo significado el de “ontología”. En Descartes, Leibniz, Spinoza y otros filósofos del siglo XVII, la metafísica aún aparecía en íntima conexión con los conocimientos de las ciencias naturales y humanísticas. En el siglo XVIII, este nexo se perdió, sobre todo en la ontología de Christian Wolff. En la filosofía burguesa actual el término “metafísica” se usa muy a menudo precisamente en este sentido.
2. La idea de la metafísica como modo antidialéctico de pensar, como resultado de la unilateralidad, y del subjetivismo en el conocimiento, como manera de ver las cosas y los fenómenos considerados acabados e invariables, independientes unos de otros, negando las contradicciones internas en calidad de fuente de desarrollo en la naturaleza y en la sociedad, surge en la   Época Contemporánea. Ello estaba condicionado históricamente por el hecho de que el conocimiento científico y filosófico —que en la Antigüedad y el Renacimiento concebía la naturaleza formando muna totalidad y en movimiento, que llevaba al desarrollo—, al profundizarse y diferenciarse el saber científico, descompuso la naturaleza en varias esferas aisladas, vistas fuera de toda conexión entre ellas. Hegel fue el primero en emplear el término “metafísica” en el sentido de antidialéctica, pero no lo investigó ni lo fundamentó en la debida forma. Esto fue obra de Marx y Engels, quienes generalizando los datos de las ciencias y del desarrollo social pusieron de manifiesto la inconsistencia científica del pensamiento metafísico  y le contrapusieron el método de la dialéctica materialista. Lenin demostró que el carácter metafísico conduce a la absolutización de varias facetas y momentos del proceso del conocimiento.  

Por otro lado, Francia Andrade nos propone algunas preguntas típicas de orden metafísico:

La Metafísica estudia lo inmaterial en oposición al marxismo que lo niega. Aquí entonces, es donde cabe preguntarse si realmente existe un mundo inmaterial, donde también sean posibles las cosas, tal y como se realizan en el mundo material e histórico? La metafísica entonces, plantea las preguntas que nos hacemos todos los seres humanos acerca del mundo que nos circunda y al que no le hallamos explicación como por ejemplo: ¿Por qué es el ser y no más bien la nada?  ¿Existe Dios? ¿Cómo es Dios? ¿Cuál es la diferencia entre materia y espíritu? ¿Existen cosas invariables a pesar de los cambios?[5] 
   

César Vallejo, a diferencia de otros poetas nuestros y extraños, no confiere a su verbo una sola causa, sino muchas, y cada una de ellas ligadas a una filosofía metafísica, sobre todo a la relación del hombre con Dios;  y al mundo como realidad total. Cada libro es un intento y consecución nuevos en el orden de establecer la búsqueda de una poética que satisfaga algunos elementos de su experiencia vital.  El primero, por ejemplo, “Los heraldos negros” trae a la luz la herencia del modernismo, pero, apartada del elemento estetizante y purista, aborda también el pensamiento metafísico en  la condición del hombre. Los versos de “Los dados eternos” o de “El pan nuestro” resuenan en nuestros sentidos por la profundidad y dramatismo de su planteamiento. Su Dios, el Dios idealizado por Vallejo, muestra todas las caras de su humanidad y su ambivalencia: es poderoso y cruel,  emblemático y prodigioso,  injusto y triste. Al final, será el dolor el que redima la orientación del hombre y lo convoque a ser su propio Dios.
Los heraldos negros (1919)

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! 
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, 
la resaca de todo lo sufrido 
se empozara en el alma... ¡Yo no sé! 

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras 
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. 
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas; 
o los heraldos negros que nos manda la Muerte. 

Son las caídas hondas de los Cristos del alma 
de alguna fe adorable que el Destino blasfema. 
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones 
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema. 

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como 
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; 
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido 
se empoza, como charco de culpa, en la mirada. 

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!



Los dados eternos (1919)


Para Manuel González Prada esta
emoción bravía y selecta, una de
las que, con más entusiasmo me
ha aplaudido el gran maestro.

Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
tú no tienes Marías que se van!

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado...
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.

Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura
,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.

Espergesia[6]

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hermano, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.

Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que mastico... Y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
Todos saben... Y no saben
que la luz es tísica,
y la Sombra gorda...
Y no saben que el Misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.


Otro de los tópicos vallejianos es la muerte. Es el poeta que más le canta a este y sus subtemas, al dolor, al hastío, al fracaso; sin embargo, los supera todos en torno a la esperanza, al amor, a la solidaridad y su  humanismo:



La aparición de “Trilce” constituirá para América la concretización de un proceso vanguardista que no estaba solo ligado a Europa, sino, también, al espacio americano, más precisamente peruano. Para Vallejo, los vanguardistas que experimentaban en las formas de acuerdo a sus maestros europeos, copiando modelos, arquetipos y abstracciones, no constituían un vanguardismo en sí, sino, por el contrario, un reflejo de la postura estridentista y marcadamente enajenada. Por esta razón, Vallejo constituía en su discurso poético frases hilvanadas de su contexto serrano, temas universales con aderezos localistas:

Trilce I

QUIÉN HACE TANTA bulla y ni deja
Testar las islas que van quedando.

poco más de consideración
en cuanto será tarde, temprano,
y se aquilatará mejor
el guano, la simple calabrina tesórea
que brinda sin querer,
en el insular corazón,
salobre alcatraz, a cada hialóidea
grupada.


España aparta de mí este cáliz

La ideología política en Vallejo lo llevó a participar intelectualmente en la Guerra civil española. Apoyó decididamente al Ejército Republicano. Sus cantos de solidaridad son considerados, junto a los versos de Neruda de “España en el corazón”, como los más grandes escritos hacia el pueblo español. “España, aparta de mí este cáliz” constituye, sin duda, la perfecta armonía entre la poesía comprometida y el concepto estético. El tema de la solidaridad está presente no como un mero objeto de contenido e ideología, sino, además, como el carácter vital de un humanismo frente al poder totalitario y criminal. Es el amor al hombre, a todos los hombres, cantado desde un libro de poesía el que busque una respuesta y una propuesta a la guerra fratricida de una nación que Vallejo quería tanto como a la suya.

Masa (1939)
Al fin de la batalla, 
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre 
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!» 
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. 

Se le acercaron dos y repitiéronle: 
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!» 
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. 

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil, 
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!» 
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. 

Le rodearon millones de individuos, 
con un ruego común: «¡Quédate hermano!» 
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. 

Entonces todos los hombres de la tierra 
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; 
incorporóse lentamente, 
abrazó al primer hombre; echóse a andar...



Poemas humanos

La muerte de nuestro vate estuvo bajo la sombra de la miseria y la enfermedad. Su compañera Georgette Philippart y su amigo Raúl Porras Barrenechea publicaron los póstumos “Poemas humanos”.  No es un título que Vallejo construyó, pero sí puede mostrar un todo orgánico en los poemas en verso y los compuestos en forma de prosa. Además, se puede analizar casi todas las etapas artísticas de su poesía en poemas tan disímiles como Piedra negra sobre una piedra blanca.  El mejor homenaje que podemos hacerle los peruanos es disfrutar de sus versos y reflexionar sobre sus ideas. 


Piedra negra sobre una piedra blanca (1939)

Me moriré en París con aguacero, 
un día del cual tengo ya el recuerdo. 
Me moriré en París y no me corro 
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño. 

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso 
estos versos, los húmeros me he puesto 
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto, 
con todo mi camino, a verme solo. 

César Vallejo ha muerto, le pegaban 
todos sin que él les haga nada; 
le daban duro con un palo y duro 

también con una soga; son testigos 
los días jueves y los huesos húmeros, 
la soledad, la lluvia, los caminos...






[1]     Poeta metafísico (J. Carlos Mariátegui, Orrego, Juan Larrea)
[2] Según Gustavo Flores, esta nueva interpretación es la siguiente. Quienquiera se aproxime a Vallejo se dará con la convicción central que el tema básico del poeta peruano es la situación límite de la condición humana. En otras palabras, si Vallejo es un poeta metafísico, cristiano y existencial no es por su interés en la metafísica, en la teología o en la existencia, sino porque es un poeta de la situación límite de la condición humana.  [http://www.librosperuanos.com/autores/articulo/00000002106/Cesar-Vallejo-Poeta-de-la-situacion-limite-de-la-condicion-humana]
[3](definición adaptada del Diccionario filosófico de Pelayo García Sierra, http://filosofia.org/filomat)

[4] Definición adaptada del Diccionario filosófico , bajo la dirección de M.M. Rosental, Editora Humbolt, Lima, 1980
[5] Francia Andrade UNIVERSIDAD SIMON BOLÍVAR CONHISREMI, Revista Universitaria Arbitrada de Investigación y Diálogo Académico, Vol. 6, No.2, 2010
[6]  Para comenzar, es bueno aclarar que Espergesia es la combinación de dos palabras: esperma y génesis, las dos vinculadas con el concepto de vida. Lo primero que se observa en este poema son los significantes que remiten al origen de un ser humano y los que remiten a la muerte, que en el caso del poema se refiere a la propia voz poética.