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miércoles, 6 de marzo de 2019

A PROPÓSITO DE «JAPÓN EN LA LITERATURA PERUANA»



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Por Miguel Gonzales Corrales

        Escritor 


Cuando llegó a mis manos, hace poco, el libro de César Ángeles Caballero, «Japón en la literatura peruana», me llamó mucho la atención pues, pensé, en un primer momento, que se trataba de un compendio de autores japoneses, cuyas obras ignoraba en relación con otros tantos de Perú de los que sí conozco. Sin embrago, cuando empecé a leer, desde el Prólogo, fui entendiendo el propósito del texto. Su repercusión e influencia de poetas japoneses en algunos poetas peruanos, una mezcla de la cultura del Sol Naciente a favor de los hijos del Sol. Entonces, dicho prólogo mencionaba que desde hace tiempo hubo escritores peruanos, desde nuestros clásicos, que han tomado elementos orientales para sus obras literarias. Pero lo que realmente abre este fastuoso mundo peruano-japonés es la Introducción del mismo Ángeles Caballero cuando explica el porqué de la recopilación de los textos que están allí y abre un panorama de lo que irá explicando en cada uno de las seis partes de la que consta el libro, explorando los siguiente terrenos del saber humano entre Japón y Perú, a saber: Ensayo, Crónica, Poesía, Teatro, Narrativa y Lingüística.

Además, lo más interesante de este trabajo literario es que  los ensayos que agrupan su riquísimo material exploratorio de aprendizaje cultural, están en lo diferentes trabajos realizados por importantísimas figuras de la literatura peruana, escritores que viajaron por Japón y trajeron un valiosísimo aporte a este lado del mundo. Los avezados conocedores de este trajo que recopila Ángeles Caballero son: Estuardo Núñez, Javier Sologuren, Elsa Berisso, Alfonso Cisneros Cox, Sebastián Salazar Bondy, Aurelio Miró Quesada Sosa, Alberto Tauro, Emilia Barrantes, Manuel Jesús Orbegoso, José María Eguren, José Watanabe y Ernesto Lierer ( quien se ocupa del caso de Introducción a la Lengua japonesa). Por ende, dicho trabajo literario es un aporte documental de varios temas que se exploran en torno a la idiosincrasia japonesa y sobre todo a su arte, como es el de la Literatura.
Cuando se ingresa a ese mundo fastuoso de los temas que he mencionado uno se topa con el trabajo extenso de Estuardo Núñez, quien explora al Japón y escribe una especie de impresiones de lo que le cautivó de esa sociedad, tan distante a nosotros, todavía en aquellos años de 1989, época por donde viajó. Núñez elabora una especie de mapeo donde resalta el valor de sus colegas literatos como Luis Loayza y Francisco Miró Quesada que viajaron al Japón para traer las novedades que engalanaron los diarios y estamentos culturales de la Lima de 1959-60.  Claro está que esto solo es referencia, pero lo más destacado es cuando elabora esas características propias de un perspicaz viajero que no quiere dejar nada al aire. Así nos refiere algo de historia sobre el viajero Marco Polo quien llegó al Japón hacía muchos siglos atrás, allá por el Renacimiento Italiano. Nos señala y analiza cómo los simbolistas franceses también se inspiraron en el pasado literario japonés.  Nos señala, además, que la primera forma literaria que se conoce del Japón en Perú  se da allá por 1630, cuando el padre Juan de Ayllón saca a la luz el texto: «La fiesta de canonización de 23 mártires japoneses» quienes sucumbieron en un naufragio frente a las costas de Acapulco. 

Así, de igual  modo, habla de que nuestros poetas Románticos como Althaus y Nicolás Corpancho se inspiraron en la poesía japonesa para crear sus obras románticas en el siglo XIX.  Y en el modernismo, incluso, un poema del célebre de Manuel González Prada que incluye en «Exóticas», que se intitula «La incertidumbre Kuanh Tseo. Lo más resaltante es que nuestro gran simbolista, Eguren, fue un admirador de la poesía japonés, la cual conocía muy bien, es decir, sus artificios literarios, que en parte, adopta su influencia. Sin embargo, aprendemos que las primeras formas de poesía que aparecieron en Japón son el HAI KAI, ya que la característica de la poesía japonesa es la de ser muy breve, sin tanta amalgama de retoricismo ni abundante formulas intelectuales. Esta forma poética, según los rastreos que hacer Núñez, datan del siglo XVI con lo mejor de los poetas japoneses que insertan su lírica sentimental como es el caso de Morikate, Sokan y el famoso poeta Bosho, quien da forma definitiva a la poesía japonesa y de la cual después  vendrá el muy afamado HAIKU (1).  Por ello, los aportes que, finalmente, dan Luis Loayza y Miró Quesada son similares, ya que ellos revaloran la importancia temática, el valor versificador, la elegancia y el tono sobrio y sencillo de aquellas perlas literarias de la poesía.

En cuanto lo que aborda Javier Sologuren en sus variados textos que aparecen en esta recopilación de Ángeles Caballero se percibe el compromiso con la cultura japonesa, ya que como poeta, investiga y ahonda desde el origen de la cultura japonesa. Describe cómo es el ensayo y la maravilla que descubre en ensayistas importantes como es el caso de Tanizaki quien tiene una sensibilidad para rastrear lo que la naturaleza nos ofrece, a los sentidos y a la impresionante maravilla que, en algunos casos, es difícil de percibir por personas comunes. Nos muestra lo que representa el SABI en el Japón, que no son más que las cosas que adoptamos en un mundo donde un color tiene muchos maíces y variaciones. Esto es escrito por Tanizaki como un don de estética y simpleza, que hasta en lo más común se encuentra siempre algo trascendental. Otro ensayista a quien reconoce también es al novelista Yasunari Kawata, quien con un ensayo muy sensible, cuyo título muy sui generis, «Japón y su belleza», retrata el intimismo de narrador nipón. Él interpreta la belleza natural del alma impregnada en su vida la cual no amainará jamás hasta su muerte, incluso este texto de unas 20 páginas fue leído en Estocolmo cuando se le otorgó el Premio Nobel de Literatura en 1968.  La naturaleza de la que habla está cargada de un lirismo hondo y penetrante como si las palabras fueran una saeta que nuestro entendimiento las va asimilando de a poco. Además nos hace un recuento de algunas de sus novelas más importante, cuya narrativa, se asemeja a la poesía por su imperante sensibilidad psicológica en sus personajes, de los cuales no podemos escapar a sus desdichas y necesidades que nos hacen participes de sus intrigas y anhelos. Así hace un breve recorrido por su novela más importante: «País de Nieve». En cambio, cuando se refiere al ensayo propiamente dicho, realiza un recorrido desde sus orígenes que aparece en el siglo XI al XIV, rescatando a dos ensayistas importan tantísimos: Sei Shanagon, con su texto, «Libro de cabecera» y a Urabe Kenko con «El libro del ocio». Además, rescata la primera novela escrita en Japón por una mujer, Murakami  Shikibu, titulada «Gengi Monogatari» (siglo X), cuya faceta documental de historia y política japonesa en la figura de Gengi, una mujer quien comienza a descubrir muchos aspectos que no sabía y que siempre le habían ocultado. Así uno se entera de algunas poesías desde el siglo VII como son los casos de la poesía llamada TANKA o WAKA, «Poema clásico por excelencia» (Japón en la literatura peruana, p. 74), en palabras de Sologuren. También está el BONZO DOGEN del siglo XIII. En medio de estas primeras formas poéticas que evocan la naturaleza y la sensibilidad del mundo, aparecerá el HAIKU, de forma más breve, concisa y estética, alrededor del siglo XIV. Aquí rescata a los poetas clásicos y que no han dejado de ser olvidados por nadie del Japón, cuando se refieran al HAIKU, me refiero a Matsuo Basho y Zeami  Motokiyo. Este último, además fue quien instauró en el Japón el llamado teatro de NOH, una especie de teatro refinado para gente más preparada o culta, cuyas representaciones se solía hacer en un teatro muy famoso que se construyó para ese fin, entretener. Dicho recinto se llamó El teatro KABUKI, en Kioto, antigua capital de la cultura japonesa.  Y hace una larga lista de autores que se dedican al género dramático: Kobo Abe, Junju Kinoshita, Tsuneari Fukuda, entre otros. También se presenta un sondeo de cierta poesía religiosa del siglo XVI al XIX, entre las que sobresalen el sacerdote Zen y aquellas que se escribieron en las Dinastías de Tugokawa y la Hein, épocas altamente artísticas, pues no solo se nutrieron de teatro y poesía, sino además de pinturas y acuarelas que retratan un Japón místico, paisajista sobrenatural y surrealista.

Sin embrago, lo que me atrajo más dentro del esbozo literario que hace Sologuren, en relación con el Japón, es la comparación narrativa que hace del escritor  Akutagawa con nuestro José María Arguedas. Ambos escritores retratan la sociedad oriunda de sus respectivos países. Akutagawa «Hace una imagen de la crisis intelectual de la sociedad japonesa» (Sologuren, p. 85), pues la modernidad invade al país, lo que hace que su gente se sienta explotada y mancillada porque el choque de una cultura moderna no encaja en la sociedad simple y atrasada de campesinos y pescadores como siempre lo fue el Japón, fuera de Kioto y Tokio. Incluso, esta última, también mostró cierto retraso socio-político como lo retrata en un cuento, «El pañuelo», donde describe ese enfrentamiento que confunde a los japoneses y que la avaricia de Occidente quiere, a como diera lugar, conquistar.  Esto es dolido por la gente nipona porque ellos respetan y admiran su tradición histórica y que, de pronto, llegue algo que trate de borrar y subordinar toda su historia, no es aceptado por ellos. En el caso de Arguedas, como se sabe, aborda el mundo indígena y cómo estos, en sus pueblos pobres y atrasados, aparece la avaricia de los limeños que quieren apoderarse de sus tierras y cometen abusos con su gente. Para qué halar más de Arguedas si su obra es bien estudiada en nuestro Perú, pero que quede muestra de lo que Akutagawa quiso plasmar en su obra, respecto a su patria, Japón.

OTROS AUTORES IMPORTANTES

MURASAKI SHIKIBU.  Esta escritora que apareció en la época de Heain 794-1192 (Sologuren, p. 231) escribió la primera novela que se conoce con nombre propio y con una originalidad exquisita para la época en la que vivió. La obra  a la que me refiero es «El cuento de Jengi» que muestra un «lirismo sutil  y oportuno», realizados con la forma de la poesía Tanka. Este texto que apreció alrededor de 1008 es una hermosa descripción de la naturaleza, llena de aventuras y emociones amorosas, aunque su popularidad no fue muy sobresaliente por el inicio de este tipo de lirismo en Japón. Es una historia muy marcada y precisa para conocer el origen de lo que después será su narrativa. Es considerada en la Literatura Japonesa como un clásico, como en España lo es «Mío Cid» o, aquí en Perú, «Ollantay». Se sabe que Shikibu fue miembro de la Corte, pero ello, ante la autenticidad de su lírica y cultura literaria, no exenta que su obra haya sido conservada y que a lo largo de los siglos su temática y funciones socioculturales se hayan conservado. Por tal razón, hoy se resalta el valor literario de esta obra del siglo X
MATSUO BASHO. El maestro, por excelencia de la poesía Haiku quien vivió entre los años 1644 – 1694. Tuvo una preparación religiosa y por su aprendizaje educacional encontró una forma de expresar al mundo, su sentir sobre la vida y su interior, aun cando fue reconocido a los cuarenta años como un poeta singular y muy apreciado por quienes lo leían, pues el desarrollo del Haiku que logró fue preciso, coloquial y profundo en sus emociones. Quizá la vida de vagabundo y abandono que tuvo por varios años hizo que se humanizara y cuando a los 38 años decidió asentarse en una cabaña, cerca de un bosque de  bananas, en Furukawa (Alfonso Cisneros Cox, p. 107) es donde inicio a crear todo esa gama de poesía que lo hicieron conocido en la poesía de la literatura japonesa y que, posteriormente, sirvió de modelo e influencia para escritores de tiempos ulteriores. Ante la desgracia de un incendio que acabó con su cabaña y paz, continuó escribiendo y cuando logra reunir una cantidad de verso, saca a la luz un libro titulado «Sendas de Oku», donde poesía y narrativa se funden para volar por la imaginación sobresaliente de la naturaleza. Estos poemas son el resultado de un largo peregrinaje que logró plasmar sabiamente en los versos de ese libro, en la que podemos argüir que siempre estuvo consagrado a la poesía y a la naturaleza, a la cual se rinde. Así se nota en este verso:
Recogiendo hacia el mar
Las lluvias de mayor, corre fresco
El río Nogami. (2)

YASUNARI KAWABATA. En cuanto a este narrador Nipón, el más difundido en todo el mundo a raíz de la concesión de Premio Nobel de Literatura en 1968, Ricardo Silva Santisteban, en su ensayo dentro de este libro, «El trasfondo poético en la narrativa de Kawabata», (Santisteban, pp. 115-132) realiza un sondeo por toda la producción literarias de sus novelas, desde «La Danzarina de Izu», 1926, hasta «El maestro de Go». En todo el recorrido literarios, Santisteban analiza las formas de cómo los personajes de cada novela se mueven en torno a situaciones extrañas y a cada paso que dan hay encrucijadas que ponen al descubierto su cargado afán Psicológico donde se ingresa a un mundo interior de diversas formas que permiten conocer las ideas que el autor quiere mostrar en torno, subrepticia u objetivamente, la naturaleza y las descripciones que son ampliadas de lo que fue su ensayo sobre la naturaleza que leyó en la Academia Sueca cuando le entregaron el Premio Nobel (3). Todas sus novelas, al margen de describir impresionantes parajes, detallando sus formas, al mismo tiempo, son una evocación del pasado del autor, su formación de autodidacto que le permitió conocer muchas formas de vida, ya sea en la gran Tokio o en lugares más paisajistas como Kioto y lugares de alrededor. Pero hay que reparar en un  aspecto importante, en el manejo de su lenguaje, muy lírico, que sabe armonizar con precisión, aunque Santisteban, menciona que el engranaje temático de algunas novela de Kawabata no son un secuencia lógica, ya que, al parecer el autor retoma, de cuando en cuando, sus textos, que le faltaba hilar las secuencias de sus escenas, en la trama y fábula de sus personajes. No obstante, esto no mella el valor literario y humano de las novelas de este escritor japonés. Incluso, las voces de los narradores son tan firmes y decididas que no hay duda que la prosa de cada novela es bien lograda para expresar lo necesario y redundar en expresiones que oscurecerían sus textos.
KEZAMBURO OÉ (ENTREVISTA). Otro de los escritores más sobresaliente que tiene Japón, galardonado con el premio Nobel de Literatura en 1994. Esta pequeña reseña que se la hace a este autor de novelas más sociales y de crítica política, así como Yukio Mishima y Kobo Abe, nos presenta a un autor con una carga de novelas simples, pero con un manejo  recargado de ideas y formas literarias que permiten ahondar en los estratos sociales tal como el autor los percibe. Incluso, una breve entrevista que le hace al autor de quien hablo (Sologuren p. 243). Lo más interesante de ello es que Oé resalta la labor de los escritores Latinoamericanos a quienes admira y lee, en sus varias traducciones. Sobre valora y reconoce la influencia que él tiene o pretende tener de García Márquez. Todo ello es una mirada panorámica de la concepción que tiene de la vida y el mudo social que quiere resaltar en sus novelas.

AUTORES PERUANOS QUE ESCRIBIERON BAJO LA INFLUENCIA DEL HAIKU JAPONÉS
Yo conocí que uno de los autores perrunos que escribió en HAIKU, fue el fallecido José Watanabe (     ) y con él entendí por primera vez lo que era un Haiku como poesía porque vi un reportaje que le hicieron allá por 1999, donde él explicaba cómo era la escritura de un HAIKU, pues decía que le interesaba esa poesía breve y como descendiente de japoneses le gustó imitar ese tipo de escritura. Ahora, que leí el libro «Japón en la literatura peruana», José Luis mejía, el autor que escribe sobre este tema, menciona e indaga a varios escritores peruanos que, de alguna manera,  le dedican, aunque sea un poema,  al HAIKU. En el libro que trato,  el artículo de Carlos Zúñiga Segura, «Cerezos en Flor. Haiku japonés» (pp. 183 – 196), muestra una recopilación de autores con extractos de algunas de sus poesías, realmente, lo cual ignoraba y me complació leer y saber de la calidad de poetas peruanos que escribieron al respecto, a parte de Watanabe, de quien ya hablé. Carlos Zúñiga menciona y trascribe los poemas de Alberto Guillén, Pedro Llullen, Washington Delgado, Ricardo Silva Santisteban, Javier Sologuren, Alfonso Cisneros Cox, Max Destre, César Toro Montalvo, Cromwell Jara, Francisco Bendezú, Rafael Yamasato, Carolina Ocampo, Carlos Zúñiga Segura, Nicolás Matayoshi.

En cambio el artículo «Muestra del Haiku peruano» (pp. 199 – 206), de José Luis Mejía  similar al ya citado de Carlos Zúñiga, habla desde su punto de vista, de la poesía del Haiku y reafirma lo que expresaba Sologuren al respecto, sin embrago, Mejía rastrea que hubo influencia de esta poesía oriental desde comienzos del siglo XX, incluso, Manuel González Prada escribió una, conocedor del Haiku. También Mejía hace su recopilación con los siguientes autores y unos extractos de sus poesías, que complementan la lista anterior de Carlos Zúñiga. Entre los que destaca, son: Alberto Guillén, Arturo Corcuera, Ricardo Silva Santisteban, Javier Sologuren, Alfonso Cisneros Cox, Inés Cook, Yolanda Wesphalen, Rosella di Paolo, Mauricio Piscoya, José Luis Mejía, Santiago Risso Bendezú, José Beltrán Peña, Manuel Olivares Garibladi.

ALGUNOS DATOS MÁS

Para completar este compendio de la historia de la Literatura japonesa, encontramos al final, algunas narraciones, extractos del pensamiento nipón, acerca de su fantasía popular, su pensamiento ético a los jóvenes y su filosofía acerca de la fusión del hombre con la naturaleza. Esta compilación de breves textos lo hace Javier Soluguren y Jorge Salazar, quienes, dentro de su selección, nos dan una idea cómo es la forma de narrar de  los escritores japoneses en su manera más simple y amanea. Así encontramos cuentos como: «Cuento del cortador de bambúes»,  «Extraña conducta de uno de los detenido por terrible crimen», «Tiempo de susurros» y «Mensaje  a los jóvenes japoneses» (4).

El otro lado, aunque muy breve, es acerca del manejo y aprendizaje del código japonés. Esta perspectiva, hecha por Ernesto Lierer. Él  nos muestra la forma básica cómo entender el idioma oriental. Nos acerca a dos formas de pronunciar el idioma: una el llamado KATA y el otro, el HIRA GANA. La primera forma se trata de una escritura más sencilla y la otra es más corrida. En este esbozo, Lierer, solamente manifiesta que para el aprendizaje del idioma japonés «requiere un aprendizaje intensivo de varios años» (5). Finalmente, la forma hablada de esta lengua tiene una pronunciación intensa como el castellano, pero con un acercamiento a las letras romanas.


CONCLUSIÓN

«Japón en la literatura peruana», es un libro muy interesante para quien se interesa por la historia, la literatura y el aporte cultural de Japón. Todos los textos que se incluyen de los autores que escriben sobre este tema, nos muestra, pienso yo, un rigurosos aprendizaje que por estos lados del mundo se desconocen y, además, es una manera muy cómoda de aprender lo que quisiéramos saber sobre el Japón y entender mejor esa cultura que, a veces, es como incomprendida porque se ignoran muchos aspectos de ella. Sin embargo, todo lo que se habla en este libro no puede dejar de ser mencionado en las aulas Universitarias o Académicas, pues el conocimiento que tiene cada una de sus páginas es ilustrativo a lo largo de muchos siglos atrás y aprender cómo los japoneses desde siempre han querido la naturaleza y a prender de su belleza; lo que en nuestro entorno, de haber tenido una cultura ancestral rica, hoy se ha convertido en un sitio contaminado por el descuido de nuestra gente peruana. Por ello, de alguna manera, los japoneses, aún, mantienen ese apego por la belleza natural y en las páginas de sus libros se perciben, lo que amerita el quehacer de sus intelectuales por mantener ese ambiente que los hace sensibles y unidos.
 Por ende, como siempre lo he manifestado, incluso a los alumnos que enseño, no hay nada más educado y atento que aprender a través de la lectura porque así conocemos lo que en otros sitios sucede e ignoramos. De igual modo, por aprender, también escribí un cuento sobre el origen de Tokio (6). Solo con el interés de aprender más valoraremos la hermandad que nos une con otros pueblos, ya sean de llamado primer mundo como del tercer. Ya cuando nosotros, los peruanos, leamos mucho más, nuestra sociedad y avance será el mejor. Resultado de ello, es sumergirse en las páginas de los textos que Ángeles Caballero juntó y publicó, un aporte más al valioso humanismo de Perú.

NOTAS
1. EL HAIKU es una combinación de las palabras HOKKU y HAYKAI (p. 112). El poeta Shiki (1867- 1902), también se desempeñó como crítico y restaura el HAIKU, que andaba cayendo en desuso.
2. El Haiku: breve expresión de lo sutil. Texto: II Maestros del Haiku, (Ob. Cit. p.106).
3. «El Japón, su belleza y yo», Yasunari Kawabata, ensayo leído en el Discurso de concesión del Premio Noble de Literatura, Estocolmo, el día 12 – 12- 1968, «Por su arte narrativo que expresa una delicada sensibilidad del alma japonesa en su realidad más caracterizada.» (Academia Sueca).
4. una especie de manifiesto donde se exhorta la manera cómo deben pensar, actuar y convivir la siguiente generaciones de núbiles japonés para que engrandezcan más la nación que deben amar y respetar como siempre lo hicieron sus ancestros. Son una serie  de explicaciones y comentarios conductuales sobre moral y pensamiento de lucha por sus creencias.
5. Ob. cit. Lingüística, Introducción a la lengua japonesa hablada.
6. «Cuentos de realidad y premonición», Población de antaño, 2013, Miguel Gonzales Corrales. Cuento que se refiere de la llegada a Iesayasu Tugokawa a las costas de Japón cuando la actual Tokio era una aldea de pescadores llamada Edo y cómo luego a lo largo de unos siglos llegan los norteamericanos a imponer su tecnología. Así aparece el periodo de Tugokawa que dará origen a los famosos Shogun.

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
ÁNGELES CABALLERO, César, «Japón en la Literatura peruana», Auspiciado por Popular y Porvenir, Lima, Perú, 1999.
JAUSS, Hans Robert, «Por una Etiqueta de la recepción», Edit. Gallimard, París, 1978.
LOS PREMIOS NOBEL, Fasc. 20, Ediciones Orbis, Madrid – España, 1982.


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